Colaboración del C. de N. Edgardo Loret de Mola
Responsable de la edición: Rosario Yika Uribe
Fuente: Cinco
siglos del destino marítimo del Perú, de Esperanza Navarro Pantac:
Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú, 2016
Efemérides Navales de Hoy 06 octubre
6 de octubre 1821: Se decreta que, conviniendo al mejor servicio del Estado poner con anticipación las bases sobre las que debe elevarse la fuerza marítima nacional, se resuelve que, mientras se formen las ordenanzas que deben regir, se normen con las de la Armada Naval de España de 1802.
(El libro que contiene la Real Ordenanza Naval de 1802 tiene mas de 500 páginas. Aparte del sello real de la carátula, solo contiene 3 gráficos que se reproducen a continuación por su belleza y contenido naval)
6 de octubre 1824: Seis buques: la Protector, la Vigía, la Macedonia, la Pichincha, la Guayaquileñ a y el Chimborazo, reunidos bajo las órdenes del vicealmirante Martín Jorge Guise, se presentan en la bahía del Callao e intercambian algunos disparos con los castillos y el navío Asia. Al caer la noche, los buques aliados se retiran a San Lorenzo donde fondean a la espera de la reacción enemiga. (La historia del Asia es sumamente interesante por ser un buque de la línea que está ligado a las historias de España, el Perú y México. Se presenta a continuación)
La agitada vida del navío "Asia”.
Por Luis Rodríguez Vázquez. Capitán de la Marina mercante y escritor.
Foto y texto que le acompaña del Museo Naval de Madrid.
Foto y texto que le acompaña del Museo Naval de Madrid.
Existe ya una magnifica información sobre este buque en “Todo a Babor”pero quizás sea interesante ampliarla un poco o añadir ciertos detalles.
Tercero de su nombre fue construido en La Habana en 1791 con el modelo de la serie Romero Landa que tan buenos navíos resultaron en su mayor parte. Lo que si es cierto es que se mantuvo al servicio de la Real Armada hasta el año 1825. Hay constancia cierta de que este buque realizó servicios entre América y España principalmente como transporte de remesas de dinero o bien dando escolta a mercantes desde Veracruz y La Habana hacia la península, con valiosos cargamentos de añil, maderas etc.
Entre 1808 y 1810 los navíos San Leandro, San Ramón, San Julián, San Pedro y Asia viajarían a Veracruz y Lima a por caudales, misiones muy secundarias y nada propias de un buque de combate, lo que hace pensar en su deficiente estado. Su estado operativo, como tantos otros después de Trafalgar, sin medios ni dineros para sostenerlos, dejaba mucho que desear. Tal vez por eso, sus misiones eran de tipo mercantil porque no hay constancia al parecer de su intervención en combates durante esos años (al menos yo no he encontrado dato alguno).
Tercero de su nombre fue construido en La Habana en 1791 con el modelo de la serie Romero Landa que tan buenos navíos resultaron en su mayor parte. Lo que si es cierto es que se mantuvo al servicio de la Real Armada hasta el año 1825. Hay constancia cierta de que este buque realizó servicios entre América y España principalmente como transporte de remesas de dinero o bien dando escolta a mercantes desde Veracruz y La Habana hacia la península, con valiosos cargamentos de añil, maderas etc.
Entre 1808 y 1810 los navíos San Leandro, San Ramón, San Julián, San Pedro y Asia viajarían a Veracruz y Lima a por caudales, misiones muy secundarias y nada propias de un buque de combate, lo que hace pensar en su deficiente estado. Su estado operativo, como tantos otros después de Trafalgar, sin medios ni dineros para sostenerlos, dejaba mucho que desear. Tal vez por eso, sus misiones eran de tipo mercantil porque no hay constancia al parecer de su intervención en combates durante esos años (al menos yo no he encontrado dato alguno).
Óleo sobre lienzo de Angel Cortellini Sánchez (1858-1912) y fechado en 1896. Representa a el navío Asia, de 74 cañones, destacado en aguas del océano Pacífico, al mando del capitán de navío Roque Guruceta, sufrió un fuerte temporal en la navegación desde el puerto de San Carlos, isla de Chiloé, al de El Callao de Lima (Perú) en agosto de 1824, hecho que representa el óleo. Realizado cuando el autor era pintor conservador del Museo Naval. (Información del Museo Naval de Madrid).
Hay constancia de la llegada a Cádiz procedente de Veracruz de los navíos Asia y Algeciras transportando 9.559.000 pesos y el navío San Pedro, más la fragata Neptuno, con 258.000 duros de plata desde Lima. Otra misión del mismo tipo documentada habla de que el 30 de Julio de 1817 llegó procedente de Veracruz con 209.000 pesos. En la Antología de las Cortes de 1820 figura el discurso memoria del ministro Juan Jabat leído en octubre del mismo año donde cita textualmente:
"……de los navíos solo cuatro se hallan armados, uno para reunirse con la división holandesa del Mediterráneo (navío “Guerrero” acompañado de la fragata “Diana” en cumplimiento de un acuerdo suscrito anteriormente por nuestro gobierno contra la piratería berberisca), uno cuya suerte se ignora esta destinado a El Callao y Lima (el navío “San Telmo” al mando de Ricardo Porlier que naufragó en la Antártida en 1819) y los dos restantes para emplearlos en atenciones en Ultramar". ( Se refería a los navíos “Numancia” y “Asia”. El primero, ex ruso, no llegó a poder navegar nunca y fue posteriormente desguazado y el otro es el que nos ocupa).
El resto de los navíos de línea en esa fecha, hasta 17 en total, según Estados Generales de la Armada, eran los San Carlos, San Pablo, Héroe, España, Velasco, Montañés, San Julián, Fernando VII, Alejandro, San Justo, Algeciras, Neptuno y América.
Seguía diciendo el ministro en su memoria leída a las Cortes:
“……los demás necesitan reconocimientos prolijos, fuertes recorridas y grandes carenas para estar en estado de armamento.”
Y tanto, como que ninguno de ellos pudo continuar con su vida marítima, todos quedaron para siempre en dique, desguazados, hundidos por falta de carena o vendidos para leña y chatarra.
Lo real es que el navío “Asia” llegó a El Callao en abril de 1824 en un último esfuerzo por sostener la lucha en el virreinato peruano. Acompañado del bergantín Aquiles salió de Cádiz el 13 de Enero de 1824 alcanzando su destino como ya he citado y basto su presencia para hacer retirar el bloqueo que los insurgentes peruanos del vicealmirante Guire tenían sobre la fortaleza del Callao. La minúscula fuerza expedicionaria iba al mando del Capitán de Navío Roque Guruceta.
Hay constancia de la llegada a Cádiz procedente de Veracruz de los navíos Asia y Algeciras
"……de los navíos solo cuatro se hallan armados, uno para reunirse con la división holandesa del Mediterráneo (navío “Guerrero” acompañado de la fragata “Diana” en cumplimiento de un acuerdo suscrito anteriormente por nuestro gobierno contra la piratería berberisca), uno cuya suerte se ignora esta destinado a El Callao y Lima (el navío “San Telmo” al mando de Ricardo Porlier que naufragó en la Antártida en 1819) y los dos restantes para emplearlos en atenciones en Ultramar". ( Se refería a los navíos “Numancia” y “Asia”. El primero, ex ruso, no llegó a poder navegar nunca y fue posteriormente desguazado y el otro es el que nos ocupa).
El resto de los navíos de línea en esa fecha, hasta 17 en total, según Estados Generales de la Armada, eran los San Carlos, San Pablo, Héroe, España, Velasco, Montañés, San Julián, Fernando VII, Alejandro, San Justo, Algeciras, Neptuno y América.
Seguía diciendo el ministro en su memoria leída a las Cortes:
“……los demás necesitan reconocimientos prolijos, fuertes recorridas y grandes carenas para estar en estado de armamento.”
Y tanto, como que ninguno de ellos pudo continuar con su vida marítima, todos quedaron para siempre en dique, desguazados, hundidos por falta de carena o vendidos para leña y chatarra.
Lo real es que el navío “Asia” llegó a El Callao en abril de 1824 en un último esfuerzo por sostener la lucha en el virreinato peruano. Acompañado del bergantín Aquiles salió de Cádiz el 13 de Enero de 1824 alcanzando su destino como ya he citado y basto su presencia para hacer retirar el bloqueo que los insurgentes peruanos del vicealmirante Guire tenían sobre la fortaleza del Callao. La minúscula fuerza expedicionaria iba al mando del Capitán de Navío Roque Guruceta.
Este marino español, antiguo comandante de la fragata Soledad había sido nominado por el Ministro Vázquez de Figueroa conjuntamente con el Almirantazgo como presidente de la comisión que, junto a ingenieros navales, debería inspeccionar los barcos comprados a Rusia una vez llegados a Cádiz y a su vez nombrado comandante de uno de ellos. Cuando hizo la inspección de los buques citados a su llegada a Cádiz, redactó un informe declarando la inutilidad total no solo de su navío sino de los restantes. Informe totalmente negativo pues decía que venían sin pertrechos ni repuestos y los cascos y hasta la obra muerta podrida. Dicho informe, elevado por el Ministro a Fernando VII le costó la fulminante destitución y el destierro a Santiago de Compostela, la disolución del Almirantazgo y el destierro asimismo de tres de sus miembros componentes y a los dos firmantes del informe, Capitán de Navío Roque Guruceta y brigadier Francisco de Berenguer, por Real Orden del 30 de Marzo de 1819, la expulsión de la Armada. I.
Fue tal el clamor que se levanto por tan injusta decisión que el nefasto Fernando VII se vio obligado a anular lo dispuesto y reintegrarlo a la Marina Real. (Real Orden del 12 de Octubre de 1819).
En el teatro marítimo del Pacifico por aquellos años España contaba como puntos de afirmación solamente con El Callao y Chiloé (Chile). El 6 de Febrero de 1824 un alzamiento a favor de los realistas permitió la ocupación nuevamente de El Callao por los españoles, entrando en la plaza las fuerzas de la división al mando de José Antonio Monet. Bolívar ante el hecho consumado, ordenó al vicealmirante peruano Guise que sacase sus buques del puerto y los incendiase, orden que le fue imposible cumplir por lo que se apresaron los bergantines Moyano y Constante que rearmados por los españoles apresaron a su vez en Marzo a las fragatas mercantes chilenas Jerezana y Clarington. Por su parte el bergantín español Pezuela, asimismo rearmado, capturó en los meses que siguieron ocho lanchas cañoneras y la corbeta mercante inglesa Esther, sorprendida cuando pretendía avituallar a los insurrectos, rebautizándola con el nombre de Victoria de Ica bajo bandera española.
Hay una anécdota curiosa de este momento de la llegada del Asia a El Callao. Su veracidad está por determinar pero lo que se dice es que el vicealmirante peruano Guise retó al comandante de nuestra flotilla Guruceta, que se encontraba en la rada de El Callao desde el 9 de Septiembre, a entablar combate, reto que aceptó el español, saliendo con el navío Asia, la corbeta Victoria de Ica, los bergantines Aquiles, Pezuela y Constante en busca de Guise, quien desde el 6 de Octubre del mismo año se encontraba fondeado en la Isla de San Lorenzo, al sur del Apostadero del Callao. Sus fuerzas consistían en la fragata Protector ( ex Prueba española, capturada), una corbeta y cuatro bergantines, obligando la flota española a retirarse a la peruana. Sin embargo, la postrera derrota de las armas española en Ayacucho el 9 de Diciembre de 1824 supuso el fin de nuestra presencia en aquellas tierras y lógicamente la entrega de todas las dependencias del virreinato del Perú.
Las autoridades españolas se negaron a aceptar la entrega del apostadero del Callao, de sus arsenales y de las fuerzas de la guarnición que siguió bajo el mando del brigadier Rodil quien, por escrito, se lamentó del abandono incomprensible en que le había dejado la Armada española diciendo:
Sean cuales fueran las razones, Guruceta zarpó con su flota para atravesar el Pacifico el 5 de Enero de 1825.
Dos días después, el 7 de Enero, sabiéndose sin oposición posible, se presenta ante el Callao una imponente flota combinada chileno-peruana al mando del Almirante chileno (nacido argentino) Manuel Blanco Encalada con la fragatas O’Higgins y Protector, la corbeta Pichincha y los bergantines Limeña, Moctezuma, Congreso, Macedonia y Chimborazo, estableciéndose un bloqueo naval complementario al terrestre que ya se sufría por la guarnición española.
Las dotaciones nativas peruanas de tres cañoneras que había en el puerto se pasaron con buques y armas a los rebeldes.
Desde el 9 de Diciembre de 1824 hasta el 1 de Enero de 1826, el brigadier Rodil soportó un asedio sin esperanza alguna de ayuda exterior, manteniendo nuestro pabellón erguido por puro honor. En esa fecha, agotados por el hambre, las enfermedades y las carencias de todo tipo, solicitó parlamentar para llegar a un honroso acuerdo de rendición que se le concedió por parte de los peruanos.
Por su parte, el capitán de navío Roque Guruceta navegaba en demanda del primer lugar donde poder aprovisionarse y hacer aguada, el archipiélago español de las Islas Marianas, con el navío Asia, los bergantines Aquiles y Constante y el transporte Clarington (ex chileno) porque en uso de sus facultades de mando, había ordenado a la corbeta Victoria de Ica (ex inglesa Esther) y al bergantín Pezuela dirigirse directamente a España vía Cabo de Hornos y desplazarse a la rada de Chiloé, única que nos quedaba en poder todavía en Chile, al bergantín goleta Real Felipe y otro transporte.
Llegados al fondeadero de Omaja, en la isla de Guajan (Marianas) para avituallarse y hacer aguada y proceder a ciertas reparaciones de urgencia que el lamentable estado de los buques requería, estalló un motín por parte de la dotación de los buques, mayoritariamente americana. Entre los días 10 y 12 de Marzo de 1825 nuestro comandante y la oficialidad trató de resistirse, siendo herido en la cabeza Roque Guruceta y finalmente fueron reducidos, desarmados y obligados a desembarcar en la isla, dejándoles allí abandonados a su suerte. Afortunadamente algo después un ballenero ingles les rescató y les llevó hasta Manila.
Fue tal el clamor que se levanto por tan injusta decisión que el nefasto Fernando VII se vio obligado a anular lo dispuesto y reintegrarlo a la Marina Real. (Real Orden del 12 de Octubre de 1819).
En el teatro marítimo del Pacifico por aquellos años España contaba como puntos de afirmación solamente con El Callao y Chiloé (Chile). El 6 de Febrero de 1824 un alzamiento a favor de los realistas permitió la ocupación nuevamente de El Callao por los españoles, entrando en la plaza las fuerzas de la división al mando de José Antonio Monet. Bolívar ante el hecho consumado, ordenó al vicealmirante peruano Guise que sacase sus buques del puerto y los incendiase, orden que le fue imposible cumplir por lo que se apresaron los bergantines Moyano y
Hay una anécdota curiosa de este momento de la llegada del Asia a El Callao. Su veracidad está por determinar pero lo que se dice es que el vicealmirante peruano Guise retó al comandante de nuestra flotilla Guruceta, que se encontraba en la rada de El Callao desde el 9 de Septiembre, a entablar combate, reto que aceptó el español, saliendo con el navío Asia, la corbeta Victoria de Ica, los bergantines Aquiles, Pezuela y Constante en busca de Guise, quien desde el 6 de Octubre del mismo año se encontraba fondeado en la Isla de San Lorenzo, al sur del Apostadero del Callao. Sus fuerzas consistían en la fragata Protector ( ex Prueba española, capturada), una corbeta y cuatro bergantines, obligando la flota española a retirarse a la peruana. Sin embargo, la postrera derrota de las armas española en Ayacucho el 9 de Diciembre de 1824 supuso el fin de nuestra presencia en aquellas tierras y lógicamente la entrega de todas las dependencias del virreinato del Perú.
Las autoridades españolas se negaron a aceptar la entrega del apostadero del Callao, de sus arsenales y de las fuerzas de la guarnición que siguió bajo el mando del brigadier Rodil quien, por escrito, se lamentó del abandono incomprensible en que le había dejado la Armada española diciendo:
• “….me he persuadido de que la escuadra que Don Roque Guruceta tiene a sus ordenes se ha hecho a la vela desde Quilca para Manila. Esto permite inferir que el honor, la constancia y la fortuna han desamparado a nuestros compañeros de armas en estas regiones”.
Las razones de nuestro marino para salir de Perú y dejar abandonados a los sitiados en Callao tal vez no se conozcan nunca pero pienso razonablemente que no fueron ni por falta de valor ni por deshonrosa huida. Más bien me inclino a pensar en tres poderosas razones: • Las dotaciones de los buques eran mayoritariamente americanas, peruanos, chilenos, ecuatorianos y mexicanos, menos del diez por ciento eran peninsulares, incluyendo oficialidad y maestranza.
• Quedándose habiendo sido firmada una capitulación en regla por la máxima autoridad española Virrey La Serna, herido y prisionero en Ayacucho, era previsible que los vencedores exigieran la entrega de todo el material de guerra y las tropas, incluyendo la flota. Ya estaba España bastante pobre de barcos como para perder lo que les quedaba.
• El único punto seguro donde podían carenar y reparar sus buques, avituallarlos y ponerlos en buen estado era el Arsenal de Cavite (Manila) en nuestras aun fieles Islas Filipinas.
Dos días después, el 7 de Enero, sabiéndose sin oposición posible, se presenta ante el Callao una imponente flota combinada chileno-peruana al mando del Almirante chileno (nacido argentino) Manuel Blanco Encalada con la fragatas O’Higgins y Protector, la corbeta Pichincha y los bergantines Limeña,
Las dotaciones nativas peruanas de tres cañoneras que había en el puerto se pasaron con buques y armas a los rebeldes.
Desde el 9 de Diciembre de 1824 hasta el 1 de Enero de 1826, el brigadier Rodil soportó un asedio sin esperanza alguna de ayuda exterior, manteniendo nuestro pabellón erguido por puro honor. En esa fecha, agotados por el hambre, las enfermedades y las carencias de todo tipo, solicitó parlamentar para llegar a un honroso acuerdo de rendición que se le concedió por parte de los peruanos.
Por su parte, el capitán de navío Roque Guruceta navegaba en demanda del primer lugar donde poder aprovisionarse y hacer aguada, el archipiélago español de las Islas Marianas, con el navío Asia, los bergantines Aquiles y Constante y el transporte Clarington (ex chileno) porque en uso de sus facultades de mando, había ordenado a la corbeta Victoria de Ica (ex inglesa Esther) y al bergantín Pezuela dirigirse
Llegados al fondeadero de Omaja, en la isla de Guajan (Marianas) para avituallarse y hacer aguada y proceder a ciertas reparaciones de urgencia que el lamentable estado de los buques requería, estalló un motín por parte de la dotación de los buques, mayoritariamente americana. Entre los días 10 y 12 de Marzo de 1825 nuestro comandante y la oficialidad trató de resistirse, siendo herido en la cabeza Roque Guruceta y finalmente fueron reducidos, desarmados y obligados a desembarcar en la isla, dejándoles allí abandonados a su suerte. Afortunadamente algo después un ballenero ingles les rescató y les llevó hasta Manila.
(Una carta encontrada en la Gaceta de Madrid del 27 de diciembre de 1825 supuestamente de su comandante, nos relata los detalles del motín:
“Se nos ha pasado una carta de don Roque de Guruceta, comandante del navío "Asia", escrita a un amigo suyo, cuya publicación creemos será grata a nuestros lectores; y de cuya autenticidad salimos garantes.
El 28 de noviembre de 1825 uno de los principales cabecillas del motín, llamado Manuel Caballero, fue capturado en la ciudad de San Fernando y ejecutado en la horca y mano cortada. Además se siguió la causa de otros 5 individuos más que fueron aprehendidos en La Habana y que fueron remitidos por la fragata Iberia para España. Tres de ellos pertenecientes al Asia y los otros dos al bergantín Aquiles. Así mismo se mandó al navío Soberano en busca del amotinado Asia, aunque no pudo hallarlo)
El navío Asia y el bergantín Constante, al mando de un sargento contramaestre de origen mexicano arribaron al puerto de Monterrey, en el Pacifico occidental de México y concertaron una entrega de sus buques a las autoridades insurgentes mexicanas, ya por entonces independientes. El bergantín Aquiles, con dotación mayoritaria chilena, se dirigió a Valparaíso entregándose para engrosar la flota de aquel país y el transporte Clarington finalizó sus días en las Marianas, incendiado durante la lucha con los amotinados. El 28 de Abril de 1825 los amotinados avistaron el puerto de la Alta California, izando bandera de parlamento y una vez las autoridades mexicanas abordo, aceptaron las peticiones de los amotinados, a saber, recibir los sueldos atrasados, navegar bajo pabellón mexicano y a los que no quisieran o fueran españoles, que también los había, dejarles libres para retornar o hacer lo que quisieran. Según la versión mexicana, el oficial al mando de la escuadra de los amotinados era un tercer oficial llamado José Martines, primer teniente, ya que el comandante español Guruceta y su capitán del navío principal, José Fermín Pavía habían sido obligados a quedar en las Marianas.
Los mexicanos vieron el cielo abierto con la llegada de un navío de ese porte al que inmediatamente bautizaron como Congreso Mexicano y le dieron el mando, a su llegada a Acapulco el 17 de Junio de 1825 al capitán, nativo José Maria Tosta. Siguiendo instrucciones de su gobierno, lo preparó para una expedición hacia Cabo de Hornos como buque de instrucción y enseñanza para los incipientes aspirantes a oficiales de marina mexicanos de la Escuela Naval de Tlacotalpan. Recientemente había el gobierno insurgente mexicano suscrito un pacto con la Gran Colombia de Bolívar para seguir haciendo la guerra a los españoles en cualquier lugar y especialmente en el área caribeña, ya que con buen sentido recelaban que Cuba y Puerto Rico seguían siendo cabeza de puente para un intento de reconquista por parte española, que se negaba en redondo a reconocer cualquier gobierno surgido de la revolución independentista.
El 12 de Junio de 1826 zarparon ambos buques, el Asia y el Constante hacia Panamá desde Acapulco, para llevar la representación mexicana al Congreso convocado por Bolívar con la idea de unificar todas las republicas surgidas de la lucha. El navío siguió viaje conforme al proyecto inicial teniendo que entrar en Guayaquil para efectuar aguada y reparar los múltiples desperfectos que poco a poco iban detectando. El comandante mexicano comenzó a tener dificultades de todo tipo, incluyendo principalmente las económicas. A su llegada a Valparaíso (Chile) su presupuesto estaba casi agotado, la tripulación reclamaba sus pagas (para eso se habían sublevado contra los españoles y ahora ídem de lienzo) y aunque firmó letras contra el Barclay Bank de Londres, estas fueron rehusadas por descubierto del gobierno mexicano. En tan apurada situación , el gobierno chileno ayudó al navío en apuros permitiéndole carenar en Valparaíso y consiguiéndole un préstamo de 25.000 pesos con la garantía de un magnate chileno. Pero esto ocurría el 13 de Marzo de 1827, ya llevaba un año en puerto chileno y hasta el 24 de Agosto de 1827 no pudo salir, después de haber conseguido carenar allí. Salió tras dejar en el hospital a 20 tripulantes por enfermedad y aun grupo de aspirantes a oficiales guardiamarinas que se le había amotinado, sustituyéndolos por oficiales ingleses contratados como el primer teniente William William y el segundo teniente Jonh Usworth, con su ayuda y en 64 días logro llegar a Isla Margarita (Venezuela).
Según los mexicanos parece ser que en la travesía entre Venezuela y Veracruz, a la altura de Yucatán, apresó al bergantín San Buenaventura que llevaba 214 hombres de reemplazo para la guarnición de La Habana. Fue, en cualquier caso, la unica acción belica exitosa para sus nuevos propietarios.
A su llegada a Veracruz el 9 de Marzo de 1828, supervisado por el Comodoro americano David Porter, contratado para ejercer el mando de la flota mexicana, lo deshechó de inmediato para operaciones bélica, como estaría si el mayor navío de que disponían pasó a ser un almacén flotante y después un barco prisión.
En 1832, por estar haciendo agua y podrido literalmente, se le remolcó hacia el bajo del Pastelillo, frente a San Juan de Úlua (Veracruz) donde se hundió lentamente.
Manila, 25 de abril d 1825.- A la salida de Quiloa, y estando ya en el mar en el momento de abandonar las costas del Perú, escribí a vmd. Diciéndole que me dirigía a las Islas Filipinas. Nuestra navegación fue felicísima hasta las Islas Marianas, donde me dirigí para tomar agua. Hecha en 4 días esta operación, di orden de aparejar y dar la vela en la noche del 10 de marzo, cuando un acontecimiento extraordinario, y desconocido en la marina española, me sumergió en el mayor dolor. Sin ningún antecedente de que hubiese descontento por motivo alguno, se sublevó la tripulación de mi navío, principado por los soldados de marina, y la señal del alzamiento fue el dar la orden de acudir al cabestrante para levar el ancla. La tripulación corrió a las armas, y se puso sobre la cubierta de popa del navío: inmediatamente me dirigí allí para apaciguar tan desconocido desorden, y al decir “me reconocen vds.. por su comandante” algunas voces contestaron que sí, fueron sofocadas por gritos furiosos de “afuera”, y al momento se echaron sobre mí y sobre los oficiales y guardiamarinas que se habían puesto a mi lado. En este conflicto me dieron dos sablazos en la cabeza, y se me rompió la pierna izquierda, cayendo en el suelo sin poderme levantar, aunque lo intenté por dos veces.
Y allí me dejaron medio muerto, hasta que a poco rato me trasladaron dos marineros a mi cama. Después acometieron los rebelados a los oficiales, e hirieron a uno y a dos guardiamarinas, maltratando a todos los demás, que encerraron conmigo en la cámara, poniendo dentro y fuera de ella muchos centinelas.
Juzgue vmd. Del espantoso desorden que habría después de esto. Al principio no tomaron parte en la rebelión los marinos, pero fueron después envueltos por los otros. Luego se discutió sobre nuestra suerte, diciendo que “hombre muerto no habla”, querían degollarnos. Otros sólo querían hacerlo sólo con algunos. ¡Que noche tan horrible para un oficial de honor, obedecido y amado siempre por los suyos!.
En fin, se decidió que se nos echasen a tierra, después de despojarnos de nuestro equipaje, lo cual ejecutaron a la siguiente mañana 11, principiando por los demás oficiales. Yo fui de los últimos, y observando, cuando me vinieron a sacar, que aun parecía que se me tenía alguna consideración, les dije que a lo menos esperaba no completarían el horroroso atentado que habían cometido, entregando el navío a los insurgentes. A esta idea vi que a algunos de ellos se les caían las lágrimas. Inmediatamente les prometí el perdón, y emplee todos los medios de persuasión que pude para atraerlos, y hubo un momento en que me lisonjeé de que aun salvaría al Rey el navío. Pero los que habían dirigido el alzamiento , les repitieron toda aquella noche que ya no podía haber perdón para ellos y que todos serían fusilados o decapitados por haber tomado las armas contra nosotros, o por no habernos defendido; y me contestaron que ya no era tiempo, y por su propia seguridad les precisaba a desembarcarme. Me bajaron en la hamaca, y al pasar sobre el puente aun me esforcé inútilmente en atraer la tripulación, pues dieron orden de desembarcarme al momento. Me vi desesperado…. Todavía flotaba la bandera en el navío….
¡Ahora es, y no comprendo como sobrevivo a un lance tan cruel. Me estaba sin duda reservado este trago, y el ser el primer español que ha perdido un navío de un modo semejante!.
La tripulación del bergantín “Aquiles” se sublevó del mismo modo dos días después, y el comandante y oficiales fueron echados a tierra. Hemos venido aquí desde las Islas Marianas en dos barcos ingleses, que se emplean en la pesca de ballenas. Las heridas de mi cabeza se han curado enteramente. El hueso principal de la pierna se quebró por tres partes, y el colateral por dos. A pesar de esto, y de una llaga grande que se ha formado en una de las fracturas, voy bien, y he principado a andar con dos muletas”.
El navío Asia y el bergantín Constante, al mando de un sargento contramaestre de origen mexicano arribaron al puerto de Monterrey, en el Pacifico occidental de México y concertaron una entrega de sus buques a las autoridades insurgentes mexicanas, ya por entonces independientes. El bergantín Aquiles, con dotación mayoritaria chilena, se dirigió a Valparaíso entregándose para engrosar la flota de aquel país y el transporte Clarington finalizó sus días en las Marianas, incendiado durante la lucha con los amotinados. El 28 de Abril de 1825 los amotinados avistaron el puerto de la Alta California, izando bandera de parlamento y una vez las autoridades mexicanas abordo, aceptaron las peticiones de los amotinados, a saber, recibir los sueldos atrasados, navegar bajo pabellón mexicano y a los que no quisieran o fueran españoles, que también los había, dejarles libres para retornar o hacer lo que quisieran. Según la versión mexicana, el oficial al mando de la escuadra de los amotinados era un tercer oficial llamado José Martines, primer teniente, ya que el comandante español Guruceta y su capitán del navío principal, José Fermín Pavía habían sido obligados a quedar en las Marianas.
Los mexicanos vieron el cielo abierto con la llegada de un navío de ese porte al que inmediatamente bautizaron como Congreso Mexicano y le dieron el mando, a su llegada a Acapulco el 17 de Junio de 1825 al capitán, nativo José Maria Tosta. Siguiendo instrucciones de su gobierno, lo preparó para una expedición hacia Cabo de Hornos como buque de instrucción y enseñanza para los incipientes aspirantes a oficiales de marina mexicanos de la Escuela Naval de Tlacotalpan. Recientemente había el gobierno insurgente mexicano suscrito un pacto con la Gran Colombia de Bolívar para seguir haciendo la guerra a los españoles en cualquier lugar y especialmente en el área caribeña, ya que con buen sentido recelaban que Cuba y Puerto Rico seguían siendo cabeza de puente para un intento de reconquista por parte española, que se negaba en redondo a reconocer cualquier gobierno surgido de la revolución independentista.
El 12 de Junio de 1826 zarparon ambos buques, el Asia y el Constante hacia Panamá desde Acapulco, para llevar la representación mexicana al Congreso convocado por Bolívar con la idea de unificar todas las republicas surgidas de la lucha. El navío siguió viaje conforme al proyecto inicial teniendo que entrar en Guayaquil para efectuar aguada y reparar los múltiples desperfectos que poco a poco iban detectando. El comandante mexicano comenzó a tener dificultades de todo tipo, incluyendo principalmente las económicas. A su llegada a Valparaíso (Chile) su presupuesto estaba casi agotado, la tripulación reclamaba sus pagas (para eso se habían sublevado contra los españoles y ahora ídem de lienzo) y aunque firmó letras contra el Barclay Bank de Londres, estas fueron rehusadas por descubierto del gobierno mexicano. En tan apurada situación , el gobierno chileno ayudó al navío en apuros permitiéndole carenar en Valparaíso y consiguiéndole un préstamo de 25.000 pesos con la garantía de un magnate chileno. Pero esto ocurría el 13 de Marzo de 1827, ya llevaba un año en puerto chileno y hasta el 24 de Agosto de 1827 no pudo salir, después de haber conseguido carenar allí. Salió tras dejar en el hospital a 20 tripulantes por enfermedad y aun grupo de aspirantes a oficiales guardiamarinas que se le había amotinado, sustituyéndolos por oficiales ingleses contratados como el primer teniente William William y el segundo teniente Jonh Usworth, con su ayuda y en 64 días logro llegar a Isla Margarita (Venezuela).
Según los mexicanos parece ser que en la travesía entre Venezuela y Veracruz, a la altura de Yucatán, apresó al bergantín San Buenaventura que llevaba 214 hombres de reemplazo para la guarnición de La Habana. Fue, en cualquier caso, la unica acción belica exitosa para sus nuevos propietarios.
A su llegada a Veracruz el 9 de Marzo de 1828, supervisado por el Comodoro americano David Porter, contratado para ejercer el mando de la flota mexicana, lo deshechó de inmediato para operaciones bélica, como estaría si el mayor navío de que disponían pasó a ser un almacén flotante y después un barco prisión.
En 1832, por estar haciendo agua y podrido literalmente, se le remolcó hacia el bajo del Pastelillo, frente a San Juan de Úlua (Veracruz) donde se hundió lentamente.
Su compañero, el bergantín Constante, tuvo una vida tan pobre como su hermano mayor, el mismo año de 1832 se hundió en la bocana del puerto de San Blas, teniendo que ser removido de allí en 1834, por impedir prácticamente la navegación y obstruir la entrada de la base.
6 de octubre 1840: Por oficio de la fecha se dispone que se forme un cuerpo de Milicias Navales. Se dan las pautas para el ordenamiento del personal que debe formar las milicias navales de la República, dividiéndose en tercios navales de Lima, Piura, La Libertad, Arequipa y Moquegua, y se subdividen a su vez en Partidas Navales del Callao, Ica y Chancay.
6 de octubre 1850: Nace en Lima el teniente segundo Enrique Palacios.
Nació en Lima el 16 de agosto de 1850, sus padres fueron José Palacios Urrutia y María Buenaventura Mendiburu. Realizó sus estudios en aulas guadalupanas, de 1862 a 1864, y elige la carrera de las armas, ingresando al Colegio Militar Naval el 19 de mayo de 1864.
El 7 de febrero de 1866, apenas egresado de la Escuela, participa en el combate de Abtao a bordo de la fragata “Apurímac” al mando del Capitán de Navío Manuel Villar, Jefe de la División Peruana, quien tuvo el mando de la escuadra aliada en esa ocasión, ante la ausencia del titular, el Capitán de Navío chileno Juan Williams Rebolledo y su fragata “Esmeralda”. Por su destacada participación es ascendido a la clase de Alférez de Fragata.
Terminada la guerra con España, a fines de 1868, es comisionado para traer desde Estados Unidos los monitores “Manco Cápac” y “Atahualpa”, adquiridos por el gobierno del General Pezet. A pesar de haber sido comprados en setiembre de 1867, parten de New Orleans recién el 12 de enero de 1869. En ese viaje, Palacios sirve en el “Atahualpa”. El viaje dura quince meses, concluyendo en el Callao el 11 de mayo de 1870. Como premio a esta hazaña, los Jefes y Oficiales que participaron en ella son ascendidos; así, Palacios obtiene el grado de Teniente Segundo.
A fines de 1870, estando todavía embarcado en el “Atahualpa”, sufrió un reumatismo muscular, por lo que el 2 de diciembre de ese año se le concede licencia por tres meses para recuperar su salud. Ya restablecido y hallándose sin colocación, el 12 de setiembre de 1872 es destinado a la fragata “Apurímac” a pedido de su comandante, el Capitán de Fragata Julio Tellería; poco tiempo después su salud se quebranta nuevamente; esta vez es un mal hepático que lo obliga a solicitar “licencia final y absoluta separación del servicio”, siendo dado de baja el 24 de mayo del mismo año.
En la vida civil, Palacios se dedica al comercio. Por esta época conoce a Amanda de la Mar con quien tiene una hija, llamada María Rosa; al no poderla tenerla a su lado por su condición de soltero, no deja de satisfacer todas sus necesidades y la encomienda al cuidado de su hermano político y amigo Eloy antes de partir a la guerra.
Al estallar la guerra con Chile en 1879, se reincorpora a la Armada y se embarca en la fragata “Independencia”, demostrando patriotismo y desprendimiento, renunciando a su sueldo y aun contribuyendo a los gastos de la guerra con un donativo mensual. Embarcado en la “Independencia”, es uno de los protagonistas del desastre de Punta Gruesa, el 21 de mayo de 1879, cuando este buque encalla en un bajo que no estaba marcado en las cartas de navegación, mientras perseguía a la cañonera chilena “Covadonga”. Después de este desgraciado suceso, pasa junto con los demás oficiales y guardiamarinas de la “Independencia” al transporte “Chalaco” para ser conducidos a Arica, siendo trasladado al día siguiente del combate, al monitor “Huáscar” comandado por el Capitán de Navío Miguel Grau, donde realizará el resto de la campaña.
La campaña del “Huáscar”, guiada por la certera mano de su comandante, enfrenta al monitor solo, durante cinco meses, a toda la escuadra chilena, transportando armamento y tropas, burlando las continuas persecuciones de que era objeto; tomando la ofensiva en el Pacífico, incursiona audazmente en las costas enemigas, sembrando el desconcierto. Esta incesante actividad del “Huáscar” detiene los planes de invasión del enemigo, situación que no podía prolongarse indefinidamente; tarde o temprano el ya legendario monitor tenía que encontrarse con su destino, al que había burlado innumerables veces.
Este destino, trágico y glorioso al mismo tiempo, espera al monitor y a sus hombres en Punta Angamos, el 8 de octubre de 1879. En aquella oportunidad, el “Huáscar” se bate con toda la escuadra chilena, incluyendo a los blindados “Almirante Cochrane” y “Blanco Encalada”. Durante este combate, considerado como uno de los primeros librados entre acorazados en la historia naval, la tripulación del “Huáscar”, se desempeña no sólo valerosamente sino también audaz y hábilmente ya que en determinado momento, a pesar de su inferioridad material y de los estragos causados por el fuego enemigo, toma resueltamente la ofensiva y trata de espolonear al “Cochrane” que consigue evitar la colisión favorecido por la dificultad de maniobra del monitor, ocasionada por imperfectos en su timón y aparejos.
Al principio del combate, Palacios ocupa su puesto de oficial telemetrista, sentado sobre la torre de combate, con las piernas colgando hacia fuera; rochón en mano, daba desde allí las distancias a Grau, que ocupaba la torre de mando; Tras la muerte de Grau, Aguirre, que dirige los fuegos, le ordena bajar a ocuparse del cañón de la derecha. En este punto, estando ya la nave al mando de Aguirre, una esquirla de hierro le desarticula la mandíbula inferior, teniendo que sujetársela con un pañuelo. Sobreponiéndose al dolor de esta herida, se recobra sobre la cubierta del entrepuente a pesar de la fuerte hemorragia que sufre. El combate continúa, la torre de mando destruida, el timón inutilizado, dejando sin gobierno al monitor; Palacios y Gervasio Santillana encuentran en la destrozada torre los cadáveres de Elías Aguirre y José Melitón Rodríguez. Pedro Gárezon toma el mando del buque, cuyo aspecto es desolador.
Viendo que toda resistencia es imposible por las numerosas bajas sufridas, la falta de gobierno del buque, la inutilización de los cañones y la carencia de municiones, antes que rendirse, Gárezon ordena abrir las válvulas y hundir el buque, debiendo detener su marcha, rodeado por la escuadra enemiga que, dominando la cubierta del monitor, descarga sus fuegos sobre el “Huáscar”, que empieza a hundirse lentamente, sin poder responder debido a que la tripulación carecía de armas menores al haber sido destruidas por las balas enemigas, y ser las municiones inservibles al haber sido mojadas por el agua que penetraba en el pañol de popa; Palacios, junto con un grupo de aspirantes y marineros, se protege parcialmente del nutrido fuego enemigo a proa de la torre, hasta ser herido nuevamente por los fragmentos de fierro ocasionados por una bomba enemiga.
Los chilenos abordan el monitor y actúan rápidamente para evitar el hundimiento del “Huáscar” que ya tenía tres pies de agua en sus sentinas. Palacios, mal herido, cae desvanecido y despierta cuando los marineros chilenos lo suben al “Cochrane”.
Palacios es canjeado por el Teniente chileno Luis Uribe y conducido al vapor “Coquimbo” de la Compañía Inglesa de Navegación, al ancla en Antofagasta y con rumbo al Callao, pero el marino valeroso no llega a su destino pues fallece en Iquique el 22 de octubre, de tétanos traumáticos, como lo certifica el médico comisionado por nuestro gobierno. Sus restos llegan al Callao el 28 de octubre en el mismo buque, brindándole tanto la Marina y autoridades como el pueblo peruano un sentido homenaje. Sus funerales se realizan el 5 de noviembre en la catedral, junto con los de los demás jefes y oficiales muertos gloriosamente en Angamos. De allí, sus restos son conducidos al Cementerio General.
El 28 de mayo de 1880, Nicolás de Piérola condecora póstumamente a Palacios con la “Cruz de Acero de Primera Legión del Mérito”, y se ordena que su retrato, junto con los de Grau y Aguirre, sean conservados en la sala de sesiones de dicha Legión.
En 1886, un decreto dispone que los caídos en Angamos junto con el Almirante Grau, entre ellos Palacios, pasen revista como presentes en la nave que a partir de entonces habrá en la Marina de Guerra, denominada “Contralmirante Grau”, y mientras ésta no exista, que lo hagan en la Comandancia General de la Marina. Se dispone también que al ser llamados, el jefe más caracterizado debe responder “muerto en defensa de la patria y vivo en la mansión de los héroes”. Sus restos reposan en la Cripta de los Héroes de la Guerra de 1879.
6 de octubre 1853: Entra por primera vez a Nauta, Iquitos, un vapor, el Marajo, de la Compañía Brasilera de Navegación.
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6 de octubre 1865: Botadura del monitor Huáscar, construido por Laird Bros., Birkenhead, U. K.
6 de octubre 1905: Nace en Chala el vicealmirante Franklin Pease Olivera, distinguido marino que en 1961 va a ser comandante general de la Escuadra.
CENTENARIO DEL NACIMIENTO DEL VICE-ALMIRANTE A.P. FRANKLIN PEASE OLIVERA
por su hijo, Henry Pease García
Nació un día como hoy, 6 de Octubre, hace cien años. Su vida mostró valores y retos que pueden decir mucho a los peruanos de hoy. Por eso escribo.
Su abuelo vino de Poushkeepsie, Estado de Nueva York. Junto a uno de sus hermanos se metió en un barco. A éste lo pescaron antes y radicó en México haciendo empresa y le fue bien. Benjamín Franklin Pease Rilley apareció en el Callao como “polizón” y le fue bastante bien. Primero una fábrica de hielo, para los viejos refrigeradores de madera y para los cisnes de las bodas, luego, con Guerraud, la primera casa de fotografía estable, trayendo el daguerrotipo al Centro de Lima. Finalmente, una fábrica de calzado que abastecía al Ejército en 1879, ubicada donde hoy está el Hotel Sheraton y antes la Penitenciaría. Cuando invadieron Lima, se llevaron las máquinas los soldados del general Linch y el bisabuelo fue a morir a Pisco. Su hijo, Franklin Pease Ramírez, tenía una Agencia de Aduana en el Callao y se asoció con un colega de Chala poniendo a principios de siglo XX dos barcos que operaban comercialmente entre los dos puertos. Por eso mi padre nació en Chala. No conoció los tiempos de holgura pues en el año 10 hubo una quiebra algodonera que dejó al abuelo con muchos deudores impagos y antes del deshonor de la quiebra vendió todo, hasta su casa en la calle Comesebo (hoy la tercera cuadra de la Av. Tacna) en el centro de Lima y entró como empleado a la Casa Singer, con un modesto sueldo para los siete hijos.
Por eso, a punto de tejar sus estudios en tercero de primaria por falta de dinero, siguiendo un consejo familiar, se acercó mi padre a las 6.30 am a la puerta de la Capilla del Sagrario, en la Catedral, y esperó que pasara el Arzobispo –creo que escuché era Mons. Lissón- pidiéndole una beca en el colegio primario que tenía el Seminario de Santo Toribio. Este niño pelirrojo debe haberle caído bien a Monseñor. Le respondió que si todos los días lo acompañaba a esa hora para ayudarlo en la Misa, le daría la beca. No sólo cumplió sino luego le gestionó una beca en el Colegio Guadalupe para la secundaria. Así comienza una vida en la que luchó palmo a palmo, mirando siempre mas allá de sí mismo. Quería ser ingeniero, pero no había recursos. El Capitán de Navío Numa Pompilio León, lo preparó para ingresar a la Escuela Naval en su casa de Bellavista. Un día que había huelga de tranvías, salió de noche, a pie, y llegó a la clase en Bellavista a tiempo.
Ingresó con el primer puesto a la Escuela Naval en 1923, a los 17 años, y egresó en 1928 con el primer puesto y la Espada de Honor de una promoción muy competitiva en la que de doce egresados siete llegaron a almirantes- Fue Comandante General de la Escuadra en 1961 y 1962, meta que se propuso varias veces, instalado en el buque insignia que lleva el nombre del gran Almirante Miguel Grau, paradigma de todo marino y de la mayoría de los peruanos. Antes comandó un submarino, dos fragatas, la división de fragatas, el crucero Grau de fines de los 40 y la Fuerza Fluvial del Amazonas. Participó en las campañas de las guerras con Colombia (1932) y Ecuador (1941) y presidió la comisión demarcadora de límites con este país hermano. Escuché hace poco en el Congreso, al almirante Federico Salmón de la Jara decir que fue pionero de la Infantería de Marina porque comandó la defensa de costa durante la guerra con Ecuador. En otro campo fue pionero: tras estudiar ingeniería naval en la Base Naval de Río Santiago (Argentina) dirigió la construcción de la grúa flotante “Dos de Mayo”, luego denominada “Alcatraz”. incluyendo la rada en la que se construyó y lanzó al mar, en la Base Naval del Callao. Fue un trabajo precursor de la construcción naval, hecho mucho antes de la creación del SIMA que incluyó la formación de la Escuela de Maestranza de la Armada vinculándose desde entonces al Politécnico José Pardo para apoyar siempre la educación técnica. Condujo la CPV (Corporación Peruana de Vapores) en el primer gobierno del Presidente Belaúnde y encabezó la lucha por nuestra marina mercante reclamando legislación para la reserva de fletes a los buques de bandera nacional. No por casualidad la aceptación de su renuncia aparece en El Peruano en el mismo día en que se publica el decreto supremo por el cual se dio la reserva de fletes. Fue la palabra cumplida del Presidente Belaúnde y lo hizo con el apoyo jurídico de un gran amigo ya desaparecido, el Dr. Raúl Ferrero Rebagliati.
En la Marina peruana se conoció de su rectitud indoblegable, puesta a prueba especialmente cuando descubrió el ingreso de productos de contrabando en los tres buques que -bajo su comando- regresarían al Perú tras visitar Colombia, Venezuela y Panamá dentro de ese Crucero de Verano de 1962. Exigió la salida de la escuadra de los 17 oficiales implicados y su procesamiento, poniendo en riesgo su carrera cuando llegaba el momento culminante pues sería el Comandante General de la Marina en 1963. No lo fue porque “curiosamente” acordó el alto mando naval que los tres almirantes mas antiguos en Julio de 1962 asumieran los ministerios a nombre de la Marina, cosa que no ocurrió en las otras dos instituciones. Exigiendo sanción ejemplar al contrabando, había llegado a plantear su pase a la situación de disponibilidad en el verano de 1962 pero se aceptó su demanda de sancionar a los contrabandistas. No sé si por eso algunos se esforzaron en hacerlo ministro de otro ramo, para que quien le seguía asumiera el comando. Ante el contrabando la Marina actuó con severidad, dos oficiales fueron pasados al retiro y los demás fueron sancionados proporcionalmente además de salir de la Escuadra. Este hecho muestra que el cáncer del contrabando tuvo gente que luchó para pararlo en seco y que sólo reaccionando así se podrá vencer la corrupción de hoy.
Al final de su carrera fue un año Ministro de Educación y lo primero que hizo fue el enorme Politécnico de Comas, construido y equipado para trasladar allí al José Pardo, pero que luego los separaron. Comenzó la descentralización del Ministerio creando cinco direcciones regionales y sacando de Lima la administración. Buscando concentrar en grandes unidades la formación magisterial, se construyeron dos grandes Escuelas Normales: una en Arequipa y la otra en Piura. En un año se construyeron 1,550 aulas escolares en todo el país, el Teatro Felipe Pardo y Aliaga y diversos servicios. La obra que más personalmente empujó fue sacar la función cultural de la burocracia central y crear un ente autónomo, entonces Comisión Nacional de Cultura y hoy INC.
Convocó y tuvo el apoyo generoso de don Aurelio Miro Quesada Sosa y don Augusto N. Wiese en esa Comisión que puso muy cerca suyo colocando a su ayudante naval, oficial de su absoluta confianza, don Carlos Boza Lizarzaburu, luego Contralmirante de nuestra Armada, como enlace en la comisión, creándose la Casa de la Cultura del Perú para lo cual se reconstruyó, decoró y equipó la Casa de Pilatos hoy sede del Tribunal Constitucional y antes sede del INC. Pero él quería que fuera Casa de la Cultura, para uso de los creadores, pensaba en la ANEA, en los hombres y mujeres del teatro, la literatura y todas nuestras expresiones culturales . No quería que fuera una sede administrativa sino un lugar de actividad cultural. Sé que los miembros de nuestro Tribunal Constitucional quieren salir a otro local ¿será posible este cambio?
Como en la vida todo da vueltas, en Julio de 1963, cuando acabó la ceremonia inaugural de la Casa de la Cultura y en familia nos íbamos a comer juntos, apareció un muchacho, lo identificó por el uniforme naval y le dijo: Sr Ministro, mi padre ha fallecido y mis hermanos y yo que estudiábamos en un colegio particular, no podemos seguir estudiando ¿podría darnos una beca? Imagínense la respuesta. Lo ví emocionado y recordando a su benefactor. Ese día nos contó su propia historia.
Su esposa y compañera inseparable, María García Yrigoyen, le sobrevive con ya 91 años como una velita que se va apagando sin dejar de irradiar ternura a mi hermano Jaime y mí, junto a toda la familia. Franklin, nuestro hermano mayor, que siempre lo enorgulleció por su capacidad intelectual y su aporte a la peruanidad, partió poco antes de cumplir 60 años. Nuestro almirante partió a los 71 años luego de luchar sin desmayo contra un tumor que según los médicos se lo llevaba en seis meses. Pero lo derrotó 13 veces en 4 años y medio y de paso me ayudó a mí a enfrentar otro cáncer.
Su última lección la recibí en el hospital naval a fines de diciembre de 1976: mi madre le recordó que había que pagar el recibo de la luz, le alcancé su chequera y me di cuenta que quedaba casi la misma cantidad que reclamaba el recibo. Le dije que me lo pagara después. Me dijo “ No, así viví siempre, ya viene la pensión mensual. Fui almirante, ministro que manejó un enorme presupuesto y encabecé la Corporación Peruana de Vapores. No se me pegó nada ajeno. Ves lo que tengo, mi casa de 270 m2 y un auto viejo. Cualquier almirante o general, o cualquier alto funcionario, que tenga más debería demostrar qué ingresos financiaron sus bienes Puede ser por fortuna familiar pero no por su carrera pública y esa es la única medida para parar el robo, el contrabando, el enriquecimiento ilícito.... ¡Que se investiguen los signos exteriores de riqueza¡.” Luego, volteó la cara y mirando a mi madre, con picardía, dijo; “.. además, nunca tuve “sucursal” así que todo quedó entre nosotros.” Recuerdo hoy la coquetería del gesto de mi madre. No hubo adiós y sí paz. Sabemos Quien lo tiene en sus omnipotentes brazos.
por su hijo, Henry Pease García
Nació un día como hoy, 6 de Octubre, hace cien años. Su vida mostró valores y retos que pueden decir mucho a los peruanos de hoy. Por eso escribo.
Su abuelo vino de Poushkeepsie, Estado de Nueva York. Junto a uno de sus hermanos se metió en un barco. A éste lo pescaron antes y radicó en México haciendo empresa y le fue bien. Benjamín Franklin Pease Rilley apareció en el Callao como “polizón” y le fue bastante bien. Primero una fábrica de hielo, para los viejos refrigeradores de madera y para los cisnes de las bodas, luego, con Guerraud, la primera casa de fotografía estable, trayendo el daguerrotipo al Centro de Lima. Finalmente, una fábrica de calzado que abastecía al Ejército en 1879, ubicada donde hoy está el Hotel Sheraton y antes la Penitenciaría. Cuando invadieron Lima, se llevaron las máquinas los soldados del general Linch y el bisabuelo fue a morir a Pisco. Su hijo, Franklin Pease Ramírez, tenía una Agencia de Aduana en el Callao y se asoció con un colega de Chala poniendo a principios de siglo XX dos barcos que operaban comercialmente entre los dos puertos. Por eso mi padre nació en Chala. No conoció los tiempos de holgura pues en el año 10 hubo una quiebra algodonera que dejó al abuelo con muchos deudores impagos y antes del deshonor de la quiebra vendió todo, hasta su casa en la calle Comesebo (hoy la tercera cuadra de la Av. Tacna) en el centro de Lima y entró como empleado a la Casa Singer, con un modesto sueldo para los siete hijos.
Por eso, a punto de tejar sus estudios en tercero de primaria por falta de dinero, siguiendo un consejo familiar, se acercó mi padre a las 6.30 am a la puerta de la Capilla del Sagrario, en la Catedral, y esperó que pasara el Arzobispo –creo que escuché era Mons. Lissón- pidiéndole una beca en el colegio primario que tenía el Seminario de Santo Toribio. Este niño pelirrojo debe haberle caído bien a Monseñor. Le respondió que si todos los días lo acompañaba a esa hora para ayudarlo en la Misa, le daría la beca. No sólo cumplió sino luego le gestionó una beca en el Colegio Guadalupe para la secundaria. Así comienza una vida en la que luchó palmo a palmo, mirando siempre mas allá de sí mismo. Quería ser ingeniero, pero no había recursos. El Capitán de Navío Numa Pompilio León, lo preparó para ingresar a la Escuela Naval en su casa de Bellavista. Un día que había huelga de tranvías, salió de noche, a pie, y llegó a la clase en Bellavista a tiempo.
Ingresó con el primer puesto a la Escuela Naval en 1923, a los 17 años, y egresó en 1928 con el primer puesto y la Espada de Honor de una promoción muy competitiva en la que de doce egresados siete llegaron a almirantes- Fue Comandante General de la Escuadra en 1961 y 1962, meta que se propuso varias veces, instalado en el buque insignia que lleva el nombre del gran Almirante Miguel Grau, paradigma de todo marino y de la mayoría de los peruanos. Antes comandó un submarino, dos fragatas, la división de fragatas, el crucero Grau de fines de los 40 y la Fuerza Fluvial del Amazonas. Participó en las campañas de las guerras con Colombia (1932) y Ecuador (1941) y presidió la comisión demarcadora de límites con este país hermano. Escuché hace poco en el Congreso, al almirante Federico Salmón de la Jara decir que fue pionero de la Infantería de Marina porque comandó la defensa de costa durante la guerra con Ecuador. En otro campo fue pionero: tras estudiar ingeniería naval en la Base Naval de Río Santiago (Argentina) dirigió la construcción de la grúa flotante “Dos de Mayo”, luego denominada “Alcatraz”. incluyendo la rada en la que se construyó y lanzó al mar, en la Base Naval del Callao. Fue un trabajo precursor de la construcción naval, hecho mucho antes de la creación del SIMA que incluyó la formación de la Escuela de Maestranza de la Armada vinculándose desde entonces al Politécnico José Pardo para apoyar siempre la educación técnica. Condujo la CPV (Corporación Peruana de Vapores) en el primer gobierno del Presidente Belaúnde y encabezó la lucha por nuestra marina mercante reclamando legislación para la reserva de fletes a los buques de bandera nacional. No por casualidad la aceptación de su renuncia aparece en El Peruano en el mismo día en que se publica el decreto supremo por el cual se dio la reserva de fletes. Fue la palabra cumplida del Presidente Belaúnde y lo hizo con el apoyo jurídico de un gran amigo ya desaparecido, el Dr. Raúl Ferrero Rebagliati.
En la Marina peruana se conoció de su rectitud indoblegable, puesta a prueba especialmente cuando descubrió el ingreso de productos de contrabando en los tres buques que -bajo su comando- regresarían al Perú tras visitar Colombia, Venezuela y Panamá dentro de ese Crucero de Verano de 1962. Exigió la salida de la escuadra de los 17 oficiales implicados y su procesamiento, poniendo en riesgo su carrera cuando llegaba el momento culminante pues sería el Comandante General de la Marina en 1963. No lo fue porque “curiosamente” acordó el alto mando naval que los tres almirantes mas antiguos en Julio de 1962 asumieran los ministerios a nombre de la Marina, cosa que no ocurrió en las otras dos instituciones. Exigiendo sanción ejemplar al contrabando, había llegado a plantear su pase a la situación de disponibilidad en el verano de 1962 pero se aceptó su demanda de sancionar a los contrabandistas. No sé si por eso algunos se esforzaron en hacerlo ministro de otro ramo, para que quien le seguía asumiera el comando. Ante el contrabando la Marina actuó con severidad, dos oficiales fueron pasados al retiro y los demás fueron sancionados proporcionalmente además de salir de la Escuadra. Este hecho muestra que el cáncer del contrabando tuvo gente que luchó para pararlo en seco y que sólo reaccionando así se podrá vencer la corrupción de hoy.
Al final de su carrera fue un año Ministro de Educación y lo primero que hizo fue el enorme Politécnico de Comas, construido y equipado para trasladar allí al José Pardo, pero que luego los separaron. Comenzó la descentralización del Ministerio creando cinco direcciones regionales y sacando de Lima la administración. Buscando concentrar en grandes unidades la formación magisterial, se construyeron dos grandes Escuelas Normales: una en Arequipa y la otra en Piura. En un año se construyeron 1,550 aulas escolares en todo el país, el Teatro Felipe Pardo y Aliaga y diversos servicios. La obra que más personalmente empujó fue sacar la función cultural de la burocracia central y crear un ente autónomo, entonces Comisión Nacional de Cultura y hoy INC.
Convocó y tuvo el apoyo generoso de don Aurelio Miro Quesada Sosa y don Augusto N. Wiese en esa Comisión que puso muy cerca suyo colocando a su ayudante naval, oficial de su absoluta confianza, don Carlos Boza Lizarzaburu, luego Contralmirante de nuestra Armada, como enlace en la comisión, creándose la Casa de la Cultura del Perú para lo cual se reconstruyó, decoró y equipó la Casa de Pilatos hoy sede del Tribunal Constitucional y antes sede del INC. Pero él quería que fuera Casa de la Cultura, para uso de los creadores, pensaba en la ANEA, en los hombres y mujeres del teatro, la literatura y todas nuestras expresiones culturales . No quería que fuera una sede administrativa sino un lugar de actividad cultural. Sé que los miembros de nuestro Tribunal Constitucional quieren salir a otro local ¿será posible este cambio?
Como en la vida todo da vueltas, en Julio de 1963, cuando acabó la ceremonia inaugural de la Casa de la Cultura y en familia nos íbamos a comer juntos, apareció un muchacho, lo identificó por el uniforme naval y le dijo: Sr Ministro, mi padre ha fallecido y mis hermanos y yo que estudiábamos en un colegio particular, no podemos seguir estudiando ¿podría darnos una beca? Imagínense la respuesta. Lo ví emocionado y recordando a su benefactor. Ese día nos contó su propia historia.
Su esposa y compañera inseparable, María García Yrigoyen, le sobrevive con ya 91 años como una velita que se va apagando sin dejar de irradiar ternura a mi hermano Jaime y mí, junto a toda la familia. Franklin, nuestro hermano mayor, que siempre lo enorgulleció por su capacidad intelectual y su aporte a la peruanidad, partió poco antes de cumplir 60 años. Nuestro almirante partió a los 71 años luego de luchar sin desmayo contra un tumor que según los médicos se lo llevaba en seis meses. Pero lo derrotó 13 veces en 4 años y medio y de paso me ayudó a mí a enfrentar otro cáncer.
Su última lección la recibí en el hospital naval a fines de diciembre de 1976: mi madre le recordó que había que pagar el recibo de la luz, le alcancé su chequera y me di cuenta que quedaba casi la misma cantidad que reclamaba el recibo. Le dije que me lo pagara después. Me dijo “ No, así viví siempre, ya viene la pensión mensual. Fui almirante, ministro que manejó un enorme presupuesto y encabecé la Corporación Peruana de Vapores. No se me pegó nada ajeno. Ves lo que tengo, mi casa de 270 m2 y un auto viejo. Cualquier almirante o general, o cualquier alto funcionario, que tenga más debería demostrar qué ingresos financiaron sus bienes Puede ser por fortuna familiar pero no por su carrera pública y esa es la única medida para parar el robo, el contrabando, el enriquecimiento ilícito.... ¡Que se investiguen los signos exteriores de riqueza¡.” Luego, volteó la cara y mirando a mi madre, con picardía, dijo; “.. además, nunca tuve “sucursal” así que todo quedó entre nosotros.” Recuerdo hoy la coquetería del gesto de mi madre. No hubo adiós y sí paz. Sabemos Quien lo tiene en sus omnipotentes brazos.
6 de octubre 1966: Por D. S. No 238, se crea la Procuraduría General de la República para asuntos de los Ministerios de Guerra y Marina.
6 de octubre 1966: Los Tuna Clipper capturados entre Zorritos y Talara deberán pagar 124 mil dólares de multa.
6 de octubre 1967: Se aprueba en la Cámara de Diputados el título de “Gran Almirante del Perú” para Miguel Grau.
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