Colaboración del C. de N. Edgardo Loret de Mola
Responsable de la edición: Rosario Yika Uribe
Fuente: Cinco
siglos del destino marítimo del Perú, de Esperanza Navarro Pantac:
Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú, 2016
Efemérides Navales de Hoy 31 Mayo
31 de mayo 1773: Arriba al Callao Domingo de Bonechea e Iríbar, de regreso de su expedición a la Polinesia.
EXPEDICIÓN A LA POLINESIA POR DOMINGO DE BONECHEA (http://hispanismo.org/ hispanoasia/24866-expedicion- la-polinesia-por-domingo-de- bonechea.html)
Las Expediciones a la Polinesia de 1772 y 1775 para la colonización de las islas de Pascua y Tahití fueron efectuadas por el almirante Domingo de Bonechea. Ambas expediciones visitaron y reconocieron veintiuna las islas, sentado el precedente de futuras expediciones marítimas ilustradas por el oceáno Pacífico como las de Dionisio Alcalá Galiano o Cosme Damián Churruca.
PLANO DE TAHITÍ CARTOGRAFIADO POR DOMINGO DE BONECHEA
Desde mediados del siglo XVIII, ingleses y franceses habían comenzado una campaña de exploración del océano Pacífico, antes llamado Mar del Sur, y considerado como un "lago español". Wallis y Bougainville habían explorado Tahití, y Philip Carteret las islas Tuamotu. Los viajes de James Cook y de Jean François de Surville determinaron la necesidad de saber si ingleses y franceses habían establecido bases portuarias en las islas del Pacífico. Entonces, la Real Armada española también organizó una fuerte campaña de exploraciones marítimas por este océano.
Averiguar "las maquinaciones de los extranjeros y la situación y estado de los naturales..., atraer nuevas almas a la religión cristiana y nuevos vasallos al rey". Con estas palabras, el virrey del Perú, Manuel de Amat y Juniet, fijaba los objetivos para las expediciones con rumbo a Tahití y las islas de Pascua, que tuvieron lugar entre 1772 y 1775.
Como jefe de la Expedición a la Polinesia designó a Domingo de Bonechea Andonaegui, un marino guipuzcoano, nacido en Guetaria en 1713. Curiosamente, también de Gataria fue Juan Sebastián Elcano, el primer hombre en dar la vuelta al mundo demostrando empíricamente la conexión marítima entre América y Asia.
Averiguar "las maquinaciones de los extranjeros y la situación y estado de los naturales..., atraer nuevas almas a la religión cristiana y nuevos vasallos al rey". Con estas palabras, el virrey del Perú, Manuel de Amat y Juniet, fijaba los objetivos para las expediciones con rumbo a Tahití y las islas de Pascua, que tuvieron lugar entre 1772 y 1775.
Como jefe de la Expedición a la Polinesia designó a Domingo de Bonechea Andonaegui, un marino guipuzcoano, nacido en Guetaria en 1713. Curiosamente, también de Gataria fue Juan Sebastián Elcano, el primer hombre en dar la vuelta al mundo demostrando empíricamente la conexión marítima entre América y Asia.
Bonechea recibió desde niño la tradición marítima vasca. Descubriendo muy joven la vocación marina, se incorporó a la Real Armada española. Estudió matemáticas, astronomía, pilotaje e hidrografía, llegando a convertirse en uno de los marinos ilustrados de su tiempo, y pudiendo experimentar las ventajas de las nuevas tecnologías de la navegación.
El puerto peruano del Callao fue el punto de partida de casi todas las expediciones al Océano Pacífico. En septiembre de 1772, Bonechea se encontraba allí ultimando el abastecimiento de víveres y pertrechos para el viaje. Antes de partir a la Polinesia, llegaron noticias de que se hallaba en los mares del sur el explorador y navegante británico James Cook. Ante el temor de que éste se adelantase, la Corte de Carlos III ordenó que la expedición comenzase lo antes posible.
Bonecha marchaba en la fragata Santa María Magdalena, que recibió el apodo de El Águila. Estaba armada con 22 cañones de ocho libra (calibre de los cañones de la época), 6 pedreros montados en horquilla y 8 esmeriles (cañones montados en horquilla y apuntados a mano, adecuados para disparar a los oficiales de los navíos enemigos) con una tripulación de 75 marinos y 35 soldados de guarnición. Como lugarteniente estaba Tomás Gayangos y como piloto Juan Antonio Hervé, que había participado con de González Haedo en el descubrimiento de la isla de Pascua (Rapaniu).
El puerto peruano del Callao fue el punto de partida de casi todas las expediciones al Océano Pacífico. En septiembre de 1772, Bonechea se encontraba allí ultimando el abastecimiento de víveres y pertrechos para el viaje. Antes de partir a la Polinesia, llegaron noticias de que se hallaba en los mares del sur el explorador y navegante británico James Cook. Ante el temor de que éste se adelantase, la Corte de Carlos III ordenó que la expedición comenzase lo antes posible.
Bonecha marchaba en la fragata Santa María Magdalena, que recibió el apodo de El Águila. Estaba armada con 22 cañones de ocho libra (calibre de los cañones de la época), 6 pedreros montados en horquilla y 8 esmeriles (cañones montados en horquilla y apuntados a mano, adecuados para disparar a los oficiales de los navíos enemigos) con una tripulación de 75 marinos y 35 soldados de guarnición. Como lugarteniente estaba Tomás Gayangos y como piloto Juan Antonio Hervé, que había participado con de González Haedo en el descubrimiento de la isla de Pascua (Rapaniu).
FRAGATA SANTA MARÍA MAGDALENA
Cuando se encontraba a 30 millas de la costa, siguiendo instrucciones, abrió el sobre lacrado y conoció que la orden real consistía en "ir en busca de Otahiti y a Pascua, describir las islas, sus habitantes y costumbres, elaborar un vocabulario y trazar un mapa". Se pidió averiguar el interés de los ingleses por la isla de Tahití, y conocer las condiciones para establecer una colonia y una misión evangelizadora. Referente a los usos y modos de actuación se ordenó que extremase el buen trato hacia los nativos, recogiese datos sobre sus costumbres, rituales y sistema de gobierno y evitase cualquier derramamiento de sangre.
Después de un mes de viaje, comenzaba el avistamiento de islas. La primera fue San Simón y San Judas (Tenere), a la cual siguieron San Quintín (Haraiki), que ya había sido detectada por Bouganville, Todos los Santos (Anna) y San Cristóbal (Mehetia), estas dos posiblemente descubiertas con anterioridad por Pedro Fernández de Quirós. Todas pertenecientes al archipiélago polinesio de las Tuamotu.
A principios de noviembre de ese año, la expedición llegó a Tahití, llamándola Amat en honor al virrey. Amarraron a la bahía de Airua. A la localidad de Tautira se rebautizó con el nombre de Santísima Cruz.
Después de un mes de viaje, comenzaba el avistamiento de islas. La primera fue San Simón y San Judas (Tenere), a la cual siguieron San Quintín (Haraiki), que ya había sido detectada por Bouganville, Todos los Santos (Anna) y San Cristóbal (Mehetia), estas dos posiblemente descubiertas con anterioridad por Pedro Fernández de Quirós. Todas pertenecientes al archipiélago polinesio de las Tuamotu.
A principios de noviembre de ese año, la expedición llegó a Tahití, llamándola Amat en honor al virrey. Amarraron a la bahía de Airua. A la localidad de Tautira se rebautizó con el nombre de Santísima Cruz.
ISLAS DEL ARCHIPIÉLAGO DE TAHITÍ
Siguiendo práctica habitual de estas expediciones, se reunió a toda la tripulación leyéndoles las instrucciones relativas al buen trato que debían mantener con los nativos, respetando las propiedades y no cometiendo infamias con las mujeres indígenas, bajo pena de graves castigos. Durante el mes que los expedicionarios permanecieron en la isla entablaron una cordial convivencia con los naturales.
Se circunnavegó la isla, no sin alguna incidencia al quedar varada con algunas averías la fragata. Establecieron amplias mediciones hidrográficas y observaciones de gran interés científico. Levantaron planos de sus costas y apuntaron las áreas donde se podrían instalar fondeaderos para el intercambio comercial y cultural con los indígenas.
Recogieron valiosos datos sobre sus costumbres y características físicas y políticas. También hicieron estudios sobre la flora. Con los datos geográficos y astronómicos anotados por Bonechea y Bonacarsi, elaboraron un detallado mapa insular. El franciscano José Amich incluyó entre sus observaciones un vocabulario. Cuando Cook pasó por aquel lugar, los naturales de la reg
Se circunnavegó la isla, no sin alguna incidencia al quedar varada con algunas averías la fragata. Establecieron amplias mediciones hidrográficas y observaciones de gran interés científico. Levantaron planos de sus costas y apuntaron las áreas donde se podrían instalar fondeaderos para el intercambio comercial y cultural con los indígenas.
Recogieron valiosos datos sobre sus costumbres y características físicas y políticas. También hicieron estudios sobre la flora. Con los datos geográficos y astronómicos anotados por Bonechea y Bonacarsi, elaboraron un detallado mapa insular. El franciscano José Amich incluyó entre sus observaciones un vocabulario. Cuando Cook pasó por aquel lugar, los naturales de la reg
CARTA MARÍTIMA DE LA EXPEDICIÓN DE BONECHEA A TAHITÍ
Salieron a mediados de diciembre con dirección a la isla de San Carlos (isla de Pascua), el siguiente objetivo de la expedición, descubierta anteriormente por Felipe González de Hado. Aquella isla no fue encontrada, en cambio, descubrieron Santo Domingo (Moorea). Al regresar probaron nuevas rutas de navegación a la costa suramericana del Pacífico, trazando importantes cartas marítimas. Esta primera expedición de cinco meses de duración terminó en febrero de 1773, en el puerto de Valparaiso.
En ruta de regreso, procedieron a reconocer otras islas del mismo archipiélago de Tahití para asegurarse que no hubiera presencia de tropas o colones extranjeros. No pudieron visitar la isla de San Carlos en su retorno de Valparaíso al Callao al impedírselo una vía de agua en la fragata. Llegaron al Callao el 31 de marzo para informar de lo descubierto.
A bordo habían embarcado cuatro tahitianos con el propósito de presentarlos al virrey Amat, evangelizarlos y enseñarles castellano. Dos de ellos murieron en 1773: Tipitipia, bautizado José en Valparaiso y Heiao, bautizado Francisco José Amat, en Lima. Los otros dos, Pautu y Tetuanui, fueron bautizados en la catedral de la misma ciudad con los nombres de Tomás y Manuel repectivamente.
Gracias al éxito del primer viaje, el virrey aprobó el establecimiento de un segundo viaje auspiciado por el Carlos III. Dos años más tarde, Domingo de Bonechea dispuso de dos barcos: la fragata Águila en el que vieja junto a Tomás Gayangos, como segundo; y el paquete Júpiter, dirigido por José de Andía Varela. La expedición llevaba una tripulación de 181 hombres, también animales, semillas y herramientas para la colonia y misión.
Sus objetivos eran la evangelización de sus habitantes y la fundación de un establecimiento con soldados y misioneros en Tahití. Los misioneros fueron los franciscanos Jerónimo Clota y Narciso González. También viajaban de vuelta los dos tahitianos sobrevivientes, que sirvieron de intérpretes, junto con Máximo Rodríguez, que había aprendido tahitiano en el primer viaje.
A finales de septiembre partieron las dos embarcaciones desde el puerto del Callao rubo oeste, pero debido a las malas condiciones marítimas ambas se separaron. Durante el trayecto, nuevas islas fueron descubiertas: San Narciso (Tatakoto), Mártires (Tekojoto), San Juan (Hikueru o Melvilla), San Julián (Faaite o Motutunga) y San Blas (Tahanea).
En ruta de regreso, procedieron a reconocer otras islas del mismo archipiélago de Tahití para asegurarse que no hubiera presencia de tropas o colones extranjeros. No pudieron visitar la isla de San Carlos en su retorno de Valparaíso al Callao al impedírselo una vía de agua en la fragata. Llegaron al Callao el 31 de marzo para informar de lo descubierto.
A bordo habían embarcado cuatro tahitianos con el propósito de presentarlos al virrey Amat, evangelizarlos y enseñarles castellano. Dos de ellos murieron en 1773: Tipitipia, bautizado José en Valparaiso y Heiao, bautizado Francisco José Amat, en Lima. Los otros dos, Pautu y Tetuanui, fueron bautizados en la catedral de la misma ciudad con los nombres de Tomás y Manuel repectivamente.
Gracias al éxito del primer viaje, el virrey aprobó el establecimiento de un segundo viaje auspiciado por el Carlos III. Dos años más tarde, Domingo de Bonechea dispuso de dos barcos: la fragata Águila en el que vieja junto a Tomás Gayangos, como segundo; y el paquete Júpiter, dirigido por José de Andía Varela. La expedición llevaba una tripulación de 181 hombres, también animales, semillas y herramientas para la colonia y misión.
Sus objetivos eran la evangelización de sus habitantes y la fundación de un establecimiento con soldados y misioneros en Tahití. Los misioneros fueron los franciscanos Jerónimo Clota y Narciso González. También viajaban de vuelta los dos tahitianos sobrevivientes, que sirvieron de intérpretes, junto con Máximo Rodríguez, que había aprendido tahitiano en el primer viaje.
A finales de septiembre partieron las dos embarcaciones desde el puerto del Callao rubo oeste, pero debido a las malas condiciones marítimas ambas se separaron. Durante el trayecto, nuevas islas fueron descubiertas: San Narciso (Tatakoto), Mártires (Tekojoto), San Juan (Hikueru o Melvilla), San Julián (Faaite o Motutunga) y San Blas (Tahanea).
PLANO DE LAS ISLAS POLINESIAS CARTOGRAFIADAS POR BONECHEA
El Júpiter llegó a Tahití el 8 de noviembre, arribando 5 días después la fragata Águila. Ambas fueron recibidas con muestras de alegría por los tahitianos. Desde entonces, los expedicionarios intentaron establecer una misión católica que consiguió instalarse con éxito a finales de 1774.
En el puerto de Santa Cruz, en la bahía de Vaitepiha, construyeron una dependencia para los misioneros. Se ofició la que sería la primera misa católica de Tahití y a la que también acudió Bonechea con toda su tripulación, y centenares de nativos.
En enero, Bonechea consiguió la sumisión de los caciques locales, gracias a la victoria contra el rey Tu, el más importante de los tahitianos. Tomó posesión de la isla de Amat, estableciendo una base en Tautira y colocándose una cruz con la inscripción "CHRISTUS VINCIT" en sentido horizontal, y "CAROLUS III, IMPERATOR 1774" en sentido vertical. Se levantó acta del reconocimiento de la soberanía española de la isla donde España se comprometía a la defensa de la isla y sus habitantes y estos, a su vez, declaraban lealtad y obediencia al rey.
Los franciscanos y el intérprete se hicieron cargo de la misión, y Bonechea continuó las exploraciones hacia la isla Raiatea. Pero, durante la navegación enfermó, regresando a Amat y muriendo a finales de enero de 1775. Fue enterrado junto a la cruz ante la misión, en la localidad de Tautira.
Tomó el mando de la expedición Tomás Gayangos, quien decidió poner fin a la expedición, regresando al Perú. Mientras tanto, Máximo Rodríguez convivió con los tahitanos, convirtiéndose en el primer occidental establecido en los Mares del Sur.
En noviembre de 1775, el Águila volvió una vez más a Tahití desde El Callao cargada de víveres, pero finalmente la misión se redujo a recoger a los franciscanos de la misión, quienes vivieron constantemente atemorizados y decidieron abandonarla. España ponía fin a su presencia en aquella isla paradisíaca.
En el puerto de Santa Cruz, en la bahía de Vaitepiha, construyeron una dependencia para los misioneros. Se ofició la que sería la primera misa católica de Tahití y a la que también acudió Bonechea con toda su tripulación, y centenares de nativos.
En enero, Bonechea consiguió la sumisión de los caciques locales, gracias a la victoria contra el rey Tu, el más importante de los tahitianos. Tomó posesión de la isla de Amat, estableciendo una base en Tautira y colocándose una cruz con la inscripción "CHRISTUS VINCIT" en sentido horizontal, y "CAROLUS III, IMPERATOR 1774" en sentido vertical. Se levantó acta del reconocimiento de la soberanía española de la isla donde España se comprometía a la defensa de la isla y sus habitantes y estos, a su vez, declaraban lealtad y obediencia al rey.
Los franciscanos y el intérprete se hicieron cargo de la misión, y Bonechea continuó las exploraciones hacia la isla Raiatea. Pero, durante la navegación enfermó, regresando a Amat y muriendo a finales de enero de 1775. Fue enterrado junto a la cruz ante la misión, en la localidad de Tautira.
Tomó el mando de la expedición Tomás Gayangos, quien decidió poner fin a la expedición, regresando al Perú. Mientras tanto, Máximo Rodríguez convivió con los tahitanos, convirtiéndose en el primer occidental establecido en los Mares del Sur.
En noviembre de 1775, el Águila volvió una vez más a Tahití desde El Callao cargada de víveres, pero finalmente la misión se redujo a recoger a los franciscanos de la misión, quienes vivieron constantemente atemorizados y decidieron abandonarla. España ponía fin a su presencia en aquella isla paradisíaca.
PLANO Y PERSPECTIVA DE LA ISLA SANTA ROSA (RAIVAVAE), POR TOMÁS GAYANGOS
Domingo de Benechea pasó a la historia por haber intentado incorporar Tahití al Imperio español. Sus dos expediciones visitaron y reconocieron veintiuna las islas, aunque algunas fueron descubiertas anteriormente por los navegantes Quirós, Wallis, Bougainville y Cook, en cambio, otras tantas fueron descritas por primera vez por este marino guipuzcoano. Además, sentó el precedente que llevaría posteriormente a marinos tan ilustrados como Dionisio Alcalá Galiano o Cosme Damián Churruca a la obsesión por las nuevas fronteras de los océanos.
El conjunto de los mapas y cartas levantados por las dos expediciones de Domingo de Bonechea, la primera al mando de la fragata Águila y la segunda acompañado, además, por el paquebote Júpiter, fueron expuestos al público, por primera vez, en la Exposición Mundial de Brisbane (Australia), en 1988.
El conjunto de los mapas y cartas levantados por las dos expediciones de Domingo de Bonechea, la primera al mando de la fragata Águila y la segunda acompañado, además, por el paquebote Júpiter, fueron expuestos al público, por primera vez, en la Exposición Mundial de Brisbane (Australia), en 1988.
MONOLITO EN TAHITÍ DEDICADO A BONECHEA
31 de mayo 1830: El presidente Agustín Gamarra, mediante un decreto, autoriza la navegación de naves de guerra británicas en aguas territoriales peruanas.
31 de mayo 1877: El Huáscar se entrega a la escuadra peruana, luego del combate de Pacocha, contra las naves inglesas.
31 de mayo 1915: Por decreto supremo se crea el Servicio de Sanidad Naval.
31 de mayo 1932: Se reconoce como Institución Oficial a la “Asociación Nacional Pro-Marina”; y se ordena la entrega de una barra de plata y otras especies que le fueron donadas y que se encuentran en la caja de seguridad del Banco del Perú y Londres.
31 de mayo 1941: Por Decreto Supremo de la fecha se instituye como Año Amazónico el de 1942, durante el cual se realizarán actos conmemorativos del Cuarto Centenario del Descubrimiento del río Amazonas. (La imagen superior muestra Gonzalo Pizarro y al tallán Martinillo, que lo sirvió luego que Francisco Pizarro fue muerto - La inferior muestra un atardecer en el río Amazonas)
Descubrimiento del Río Grande de las Amazonas (https://historiaperuana.pe/ periodo-colonial/conquista/ descubrimiento-rio-amazonas- ucayali-madre-dios/)
En busca del País de la Canela, partió Gonzalo Pizarro junto a 180 españoles y 3 mil andinos desde el Cuzco. A fines de 1580 llego a la ciudad de Quito y nombró como lugarteniente a Francisco de Orellana, fundador de Santiago de Guayaquil. En el río Coca, al que llamó Santa, Pizarro mando construir el bergantín San Pedro, que dirigiría Orellana, mientras que él marcharía por la orilla. Cuando se dudaba de que el mítico país estuviese cerca y los alimentos empezaban a escasear, Orellana se ofreció a buscarlos. Gonzalo Pizarro aceptó con la condición de que regresara en 12 días. Al mando de 57 hombres, el lugarteniente de Pizarro partió el 26 de diciembre de 1541 en dirección oriente por el río Napo. Tras pasar la confluencia del Curacay, llegaron a un río denominado Río Grande, más tarde Río Grande del Amazonas.
Permanecieron en el poblado que denominaron Aparia, donde construyeron otro bergantín que llamaron Victoria.
En la desembocadura del río Madeira, el 10 de junio de 1542, capturaron a un hombre que dijo ser vasallo de mujeres guerreras que en el imaginario europeo fueron identificadas como las amazonas de los antiguos relatos griegos.
Los enfrentamientos con los aborígenes fueron intensos, hasta que finalmente el 26 de agosto de 1542, Orellana y su tripulación llegaron al Océano Atlántico. Se dirigieron a la Española en Santo Domingo, para llegar luego en mayo de 1543 a Valladolid.
Ante el Consejo de Indias y el príncipe Felipe, Orellana pidió autorización para llevar acabo la conquista del Amazonas en calidad de adelantado. Camino a lograr su próximo proyecto, Francisco de Orellanamurió en noviembre de 1546, de una extraña enfermedad en Nueva Andalucía (Venezuela).
31 de mayo 1970: Pavoroso terremoto en la zona norte, grado X en la escala de Mercalli, con epicentro en el mar frente a Chimbote. El mar se retira 500 metros en Casma. Asola Chimbote, Trujillo y Huaraz, con repercusión en Lima y el Callao. La Marina moviliza sus efectivos y unidades en auxilio de las víctimas. El BAP Bolognesi lleva a bordo al presidente y su gabinete ministerial. También zarpan a Chimbote los destructores escolta BAP Rodríguez y BAP Castilla, con víveres, medicinas, médicos y sanitarios. Luego zarpa el BAP Independencia, que fondea en Chimbote como buque hospital. Se suman el BAP Paita, BAP Pariñas, BAP Mantilla, BAP Zorritos, así como un avión y dos helicópteros del servicio aeronaval, que llevan médicos, enfermeras, víveres, medicinas, carpas, maquinaria vial, toneladas de agua dulce y otros. Oficiales del Servicio Aeronaval trabajan coordinadamente con sus colegas del portahelicópteros de la Armada E.U. USS Guam, que anclado en Chimbote presta también su valioso auxilio a los damnificados.
Las fotos muestran la zona mas afectada por el sismo debido al gigantesco aluvión que cayó sobe Ranrahirca y Yungay por el desprendimiento de millones de toneladas de material del Huacarán, los daños en Chimbote, el tamaño de las rocas que desplazó el aluvión, los restos de un camión en Yungay, la zona de la plaza de armas de Yungay con las 4 palmeras sobresaliendo del barro, el cementerio de Yungay que fue la única zona de Yungay que respetó el aluvión y donde se refugiaron algunas pocas personas y dos fotos de los destrozos en Huaraz - La única foto en colores la tomé yo desde un helicóptero CH-53D del USS Guam y muestra un pueblo de la Cordillera Negra en el que, como la mayoría de pueblos de la zona terremotada, practicamente todas las casas fueron afectadas. Luego de cada vuelo teníamos que informar la situación de cada pueblo y en la mayoría de los pueblos en los que aterrizamos llevando asistencia médica y víveres la altura de las ruinas de los muros solo alcanzaba un metro - Mas de 100,000 personas perdieron la vida en este cataclismo, si bien las cifras oficiales, probablemente para suavizar el impacto en la población, solo hablaban de 70,000 muertos, a los que luego añadieron 30,000 “desaparecidos”- A continuación incluyo el texto de lo que escribí sobre esta experiencia en la "Bitácora Oro y Azul, 1965-2005, 50 Años de Fraternidad de la Promoción 1965 de la Escuela Naval del Perú":
"El 31 de mayo de ese año, el centro de nuestra patria fue sacudido por un terremoto de 7,8 grados, en el que murieron más de ochenta mil compatriotas. El Mundo se abocó a prestarnos ayuda ante la magnitud del desastre.
Así, el 12 de junio me embarqué en el portahelicópteros USS GUAM (LPH-9), al ancla en la Bahía del Ferrol, y ese mismo día hice mi primer vuelo, como navegante y traductor, en un enorme helicóptero CH-53D, a cuyo mando se encontraba un capitán de la Infantería de Marina de EE.UU., que era mi compañero de promoción de la Academia Naval. Fueron en total nueve días, 14 vuelos y 48 horas en los helos del Guam, que me permitieron ver y sentir la dolorosa realidad de la zona afectada, me hicieron vivir tanto momentos desgarradores y aterradores como de tremenda satisfacción y alegría, y donde conocí las ruinas de los que hasta hacía muy pocos días habían sido hermosos pueblitos de la Cordillera Negra: Pamparoma, Huacllán, Coris, Succha, Huayán, San Ildefonso, Pira, Cochabamba, Colcabamba, Huallanca, Matacoto, Chaclancayo, Chunllay, Santa Rosa, Cabana, Llaclla, Ratán, Cajatambo, Gorgor, Aco, Pariacoto y Yaután. Los nombro a todos para hacer honor a la fuerza, coraje y unión de sus sobrevivientes, que perdieron muchos de sus seres queridos y todo lo material pero no la
dignidad y la solidaridad con los demás. Y para recordar a todos aquellos compatriotas nuestros que perdieron la vida en el desastre, y a aquellos valerosos pilotos, nacionales y extranjeros, que arriesgaron y también en algunos casos ofrendaron la suya, al desafiar a los imponentes Andes en el afán de ayudar a los que sufrían."
Abajo se reproduce el relato de lo vivido por un chimbotano ese 31 de mayo:
El terremoto del 31 de Mayo de 1970 (http://www.huarazenlinea.com/ noticias/locales/31/05/2015/ el-terremoto-del-31-de-mayo- de-1970)
Huaraz en Línea.- (Por: Eduardo Quevedo Serrano) La tarde del 31 de Mayo de 1970 transcurría en Chimbote como un domingo cualquiera. La gente disfrutaba de un día soleado. No había sospecha que a las tres y veintitrés un terrible terremoto destruiría la obra humana con mortal ferocidad, como si la naturaleza hubiera querido arrojar por los suelos todos los huesos de la ciudad para averiguar, entre sus escombros, de qué acero estaba hecho el carácter de su pueblo.
A esa hora, los parlantes del viejo Cine San Isidro dominaban mi barrio con música de Javier Solís y Leo Dan, canciones como Sombras Nada Más y Santiago Querido hacían de preámbulo a la función de matiné que estaba a punto de empezar. Frente a mi casa, en La Pampa del 21 de Abril (actual Colegio Santa María Reina), se disputaban clásicos partidos de futbol ante una nutrida multitud que abarrotaba los cuatro costados del campo. Y más allá del Cementerio Viejo, en el antiguo Estadio Vivero Forestal (Hoy, Gómez Arellano) se jugaba el Campeonato Relámpago de la Liga de Futbol de Chimbote, el cual debió concluir esa tarde, pero en realidad nunca terminó.
Un minuto antes de la fatídica hora dejé la tienda de abarrotes de mi padre, ubicada en la esquina de la Avenida Aviación con el Jirón Unión, para dirigirme al baño de la casa en la parte trasera del corral. Frente a la puerta me detuve por un instante y escuché el bullicio proveniente de La Pampa de futbol, y me pregunté si yo también debería estar ahí, junto a mi hermano menor Alberto, quien en ese momento era parte de la multitud.
A esa hora, los parlantes del viejo Cine San Isidro dominaban mi barrio con música de Javier Solís y Leo Dan, canciones como Sombras Nada Más y Santiago Querido hacían de preámbulo a la función de matiné que estaba a punto de empezar. Frente a mi casa, en La Pampa del 21 de Abril (actual Colegio Santa María Reina), se disputaban clásicos partidos de futbol ante una nutrida multitud que abarrotaba los cuatro costados del campo. Y más allá del Cementerio Viejo, en el antiguo Estadio Vivero Forestal (Hoy, Gómez Arellano) se jugaba el Campeonato Relámpago de la Liga de Futbol de Chimbote, el cual debió concluir esa tarde, pero en realidad nunca terminó.
Un minuto antes de la fatídica hora dejé la tienda de abarrotes de mi padre, ubicada en la esquina de la Avenida Aviación con el Jirón Unión, para dirigirme al baño de la casa en la parte trasera del corral. Frente a la puerta me detuve por un instante y escuché el bullicio proveniente de La Pampa de futbol, y me pregunté si yo también debería estar ahí, junto a mi hermano menor Alberto, quien en ese momento era parte de la multitud.
Aún sostenía este pensamiento en la mente, cuando de pronto la música del cine y la bulla de La Pampa fueron eclipsadas por el ladrido temeroso de todos los perros del barrio. Acto seguido, un sonido desconocido invadió al mundo. Empezó con un rumor bronco, seco y poderoso, y derivó en el bramido apocalíptico de una bestia mitológica que rompía sus cadenas en la profundidad de la tierra. Entonces un cataclismo descomunal sacudió Chimbote y a la Región Ancash. Sentí la necesidad de mi madre, y corrí en su búsqueda.
Mientras huía, algunas paredes se desplomaron a mi paso. Cuando llegué en la calle fui testigo de la escena más dramática que alguna vez haya presenciado en mi vida: A ambos lados de la Avenida Aviación, hasta donde mi vista podía llegar, vi brazos extendidos hacia el cielo, gente de toda edad y condición, unos parados y otros de rodillas gritaban en alto sus pecados y pedían perdón al Dios de la Creación. Entonces mi madre me vio, y me dijo: “Es el fin del mundo, hay que estar juntos”.
El día del terremoto sólo tenía nueve años de edad, pero los cuarenta y cinco segundos de su duración perduran en mi mente, inmunes a la contaminación del olvido. Me acompañan desde siempre y para siempre. Sus escenas, sin duda, se repetirán por una última vez en la película final que veré antes que las cortinas se cierren, y se apague la luz.
El día del terremoto sólo tenía nueve años de edad, pero los cuarenta y cinco segundos de su duración perduran en mi mente, inmunes a la contaminación del olvido. Me acompañan desde siempre y para siempre. Sus escenas, sin duda, se repetirán por una última vez en la película final que veré antes que las cortinas se cierren, y se apague la luz.
Recuerdo que mientras la tierra se movía, mi mamá contó sus hijos para verificar si estaban completos: “Uno, dos, tres, cuatro, cinco...” Tres de mis hermanos no estaban con nosotros en ese instante: Alberto y Olga (los dos menores) y Roger (el mayor). El primero había estado en La Pampa mirando el partido de futbol y Olga estaba en su cama. Ella nació la Navidad de 1965 y nunca caminó hasta los cinco años de edad. Nació con una enfermedad y la mitad de su cuerpo vivió secuestrado dentro de una armadura de yeso.
En medio de la estampida de la gente que corría desde La Pampa, Alberto por sus propios medios llegaría de vuelta a casa. Más tarde mi madre nos diría que aquel día él no parecía correr sino flotar en el aire, con los brazos extendidos, como queriendo abrazarla a la distancia. El caso de Olga y Roger fue diferente.
En medio de la estampida de la gente que corría desde La Pampa, Alberto por sus propios medios llegaría de vuelta a casa. Más tarde mi madre nos diría que aquel día él no parecía correr sino flotar en el aire, con los brazos extendidos, como queriendo abrazarla a la distancia. El caso de Olga y Roger fue diferente.
Todos estos recuerdos deambulan agazapados en el cuarto oscuro de mi memoria, y sólo requieren de una rendija de luz para volver de golpe. A partir de 1994 viví en Londres por casi una década. Residí en siete barrios diferentes de la capital inglesa y cerca de mis alojamientos siempre tuve a una de las líneas del metro subterráneo o del tren de superficie. Cada tren estremecía la tierra de tal manera que mi corazón daba un vuelco, creyendo que se trataba de un sismo. El año 2003 me mudé a New Hampshire, USA donde vivo en un pueblo ubicado a unos pasos de la línea férrea. Corren por aquí locomotoras que jalan un centenar de vagones de carga. La conmoción de los trenes, instintivamente me devuelven al 31 de Mayo de 1970. Y es que los hijos del terremoto fuimos marcados con una cruz de ceniza, como los hijos de Aureliano Buendía en Cien Años de Soledad.
Durante los primeros segundos del terremoto, mientras todos nos precipitábamos a la calle, mi hermano Roger corría hacia el interior de nuestra casa. A pesar de que el día anterior se había dislocado severamente el codo jugando basquetbol, y llevaba su brazo derecho colgado de un cabestrillo, él ingresó a la casa y rescató a Olga. Fue un acto crucial. Terminado el terremoto, cuando inspeccionamos los daños de la casa encontramos la cama de mi hermana aplastada contra el suelo. Una pared de ladrillos le había caído encima.
Aquel día, Chimbote fue devastado como si las hordas de Atila hubieran galopado sobre la ciudad, y no hubieran dejado “piedra sobre piedra”. Mi barrio no tenía grandes edificios, con excepción de la Iglesia San Francisco de Asís, y fue destruida también. La recuerdo bella, en la forma de un arca, y con pelícanos en bajo relieve diseñados en sus paredes. Los vecinos gustábamos llamarla, “El Arca de Noé”.
Toda la región Ancash fue destruida en cuarenta y cinco segundos por el desastre natural más grande de la historia del Perú, y uno de los terremotos más devastadores de la historia de la humanidad. El epicentro del sismo fue Chimbote.
Toda la región Ancash fue destruida en cuarenta y cinco segundos por el desastre natural más grande de la historia del Perú, y uno de los terremotos más devastadores de la historia de la humanidad. El epicentro del sismo fue Chimbote.
Al día siguiente, Chimbote se arremangó la camisa, enterró a sus muertos, e inicio el proceso de su reconstrucción. Los barrios participaron de una gran organización comunal. Cuadrillas de voluntarios recorrieron calle por calle y casa por casa para limpiar los escombros. La ayuda internacional llegó generosa y oportuna. La Pampa del 21 de Abril se convirtió en un gran campamento con carpas levantadas para diversas familias que se quedaron sin casa.
Mis hermanos y yo participamos de las cuadrillas voluntarias. Al final de cada jornada recibíamos una ración de víveres consistente en carne de pollo congelado, frejoles enlatados, un derivado de trigo llamado trigol que sustituía al arroz, aceite comestible y leche en polvo. La falta de agua fue un problema serio, pero las familias lo obteníamos de pozos abiertos en el suelo, en casa mi mamá llenaba cada balde y olla disponible, la dejaba sedimentar, y luego el agua clara era consumida.
Mis hermanos y yo participamos de las cuadrillas voluntarias. Al final de cada jornada recibíamos una ración de víveres consistente en carne de pollo congelado, frejoles enlatados, un derivado de trigo llamado trigol que sustituía al arroz, aceite comestible y leche en polvo. La falta de agua fue un problema serio, pero las familias lo obteníamos de pozos abiertos en el suelo, en casa mi mamá llenaba cada balde y olla disponible, la dejaba sedimentar, y luego el agua clara era consumida.
Por entonces Chimbote y el Perú se encontraban hambrientos de buenas noticias. Y éstas llegaron. El mismo día del terremoto se inauguró el Campeonato Mundial de Futbol México ’70. Cuarenta y ocho horas más tarde, luego de cuarenta años de ausencia de los torneos mundiales, la selección peruana ingresó al gramado de juego portando brazaletes negros para debutar frente a Bulgaria. Los asistentes guardaron un minuto de silencio por nuestra tragedia. Tras ir perdiendo por dos a cero, Perú venció por tres goles a dos. Y cuatro días después derrotamos a Marruecos por tres goles a cero. La popular polka de la época, “Perú campeón, Perú campeón...”, resonó en cada rincón de Chimbote y en todos los confines de la patria.
Semanas después, el equipo del pueblo chimbotano, José Gálvez FBC, en un Estadio Vivero Forestal sin paredes, puertas ni tribunas inició una sensacional campaña que concluiría con el ingreso, por primera vez en la historia de Chimbote, a la liga profesional del futbol peruano. Ahí nació nuestro himno: “A Chimbote tierra bella, hoy te canto para ti... En música los Rumbaney, en voley la selección, en futbol el José Gálvez, José Gálvez es campeón”.
A veces los pueblos necesitan de grandes desafíos para saber con qué acero están hechos. Chimbote renació de sus escombros, y emergió como un coloso para reencontrarse con su destino. Hoy es una ciudad grande, bella y optimista. En cuanto a lo mío, siempre he creído que el terremoto del 31 de mayo de 1970, bautizó con fuego a la unidad de mi familia.
31 de mayo 1974: El vicealmirante José Arce Larco juramenta como ministro de Marina del Gobierno Revolucionario y asume la Comandancia General de la Marina de Guerra. (La foto y texto son de la Revista de Marina de Abril - Junio de 1974. Sin comentario)
31 de mayo 1982: Se incorpora al servicio de la Marina el tercer BAP Bolognesi.
31 de mayo 2011: La alianza empresarial peruano-ecuatoriana Consorcio Puerto Amazonas y el Estado peruano firman el contrato por el cual la empresa se encargará del diseño, construcción, mantenimiento y operación del terminal portuario Yurimaguas- Nueva Reforma. El terminal permitirá el paso de mercancía de Brasil a Paita.
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