viernes, 20 de julio de 2018

EFEMÉRIDES MARÍTIMAS Y NAVALES


Colaboración del C. de N. Edgardo Loret de Mola
Responsable de la edición: Rosario Yika Uribe

Fuente: Cinco siglos del destino marítimo  del Perú, de Esperanza Navarro Pantac: Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú, 2016

Efemérides Navales de Hoy 19 de julio



19 de julio 1879: La corbeta peruana Unión captura en Mejillones a la barca chilena Adelaida Rojas, que navegaba con bandera nicaragüense rumbo a Antofagasta. Apresada la barca, fue enviada al Callao con su valioso cargamento de carbón. (En la foto, la corbeta Augusta de la Marina de Prusia, gemela de la Unión y América y también gemela de la corbeta Victoria de la Marina de Prusia)

Captura del Rímac, tres buques mercantes y el regimiento Carabineros de Yungay
A bordo de la Unión
Al ancla. Arica, julio 25 de 1879.
Señores Editores de El Comercio, Lima.

En este momento, 10 de la mañana, fondeamos en este puerto, de regreso de la comisión que fueron a desempeñar el Huáscar y la Unión a las costas de Chile. El resultado de la expedición no puede ser más satisfactorio. Dejando para otra ocasión las disgresiones, voy al grano.
Amaneció al jueves claro y con mar llana, teniendo al Huáscar por nuestra amura de babor. En todo el día no tuvimos novedad. El viernes, como el día anterior, continuamos navegando con el mismo rumbo. A las 6 de la mañana, que aclaró descubrimos al Huáscar por el costado de estribor. Acortamos el andar hasta ponernos al habla con el monitor, conseguido lo cual, continuamos nuestra derrota.
A las 7.00 pm avistamos tierra por la amura de babor. Por la configuración de la costa, pronto comprendimos, los que no somos de la profesión, que estábamos a la altura de Mejillones.
Dos horas después, esto es a las 9.00 pm avistamos un buque de vela por el costado de estribor del Huáscar, y a éste, que hacía señales indicando al buque avistado. Aguantando el monitor sobre su máquina, lo mismo que nosotros, destacó una embarcación para que reconociera el buque avistado, el cual ya había izado el pabellón inglés. Habiendo regresado el bote a su bordo, nos pusimos nuevamente en movimiento.

Así continuamos navegando hasta la 1.00 pm, que se avistó un vapor por el lado de tierra. Nos pusimos en su persecución aumentando el andar de la corbeta y a las 3 y media de la tarde ya lo teníamos a poca distancia. En este momento se llamó a zafarrancho de combate.
¡Qué momento tan imponente! El entusiasmo de la tripulación no tenía límites; en los semblantes de todos se veía rebosar el júbilo. Reinaba el mayor silencio, sólo interrumpido por la voz del Comandante General, señor García y García, que desde el puente y al lado del Comandante, señor Portal, dió tres vivas al Perú, que fueron entusiastamente contestados.
El Huáscar, que se había quedado muy atrás, seguía navegando a toda fuerza. Le hicimos señales de que el buque avistado parecía ser enemigo por el paraje en que navegaba y porque era buque de guerra.
El buque que habíamos avistado se dirigía a toda máquina al puerto de Mejilones y nosotros en su persecusión. Cuando estuvimos dentro del puerto, se izó el pabellón afianzándolo con un cañonazo en blanco y presentándole la batería de estribor, a tiro de pistola.
Cuando esperábamos que el buque que así había corrido a nuestra vista, izara el pabellón chileno, quedamos sorprendidos al ver izar al pico de su palo mesana la bandera francesa. Se arrió entonces, una embarcación al mando del Teniente 2° Felipe La Torre Bueno, quien fue a reconocer al buque que ya había fondeado. En este momento llegó el Huáscar y también mandó un bote. Efectivamente, era un buque de guerra francés y su comandante dijo que había visto a su salida del puerto como si el Huáscar persiguiera a otro buque.
No dejó de sorprendernos que en toda la población no se hubiera izado ninguna bandera. Ni en los edificios públicos ni en las casas particulares se veía flamear la bandera chilena, a pesar de que fuerzas de esa nación ocupan ese puerto. En cambio, se veía a la gente que, despavorida, corría a los cerros. El pánico se había apoderado de los moradores. Sus habitantes corrían a pie y a caballo en distintas direcciones. Por supuesto que el telégrafo funcionaba con gran rapidez, comunicando cosas imaginarias y las mentiras con que acostumbran las autoridades chilenas engañar a los rotos.
No olvidaré mencionar que cuando estuvimos a la vista de Mejillones, el Comandante General llamó a su cámara a todos los oficiales para manifestarles que el Perú tenía la vista fija en los dos débiles buques que iban a expedicionar a las costas de Chile y que era necesario que cada uno hiciera algo más de lo que el deber exige pues sólo así podrían satisfacerse las justas aspiraciones del país. Los oficiales contestaron a su jefe que todos ellos participaban de los mismos sentimientos y que llegado el caso, lo probarían.
Nos hallábamos todavía dentro del puerto, cuando se distinguió un vapor que venía del norte. Salimos inmediatamente en pos de él; pero el Huáscar, que iba adelante, lo hizo parar y mandó una embarcación para que se comunicara con él. Era el Santa Rosa, de la Compañía Inglesa, que había salido de Arica ocho horas antes que nosotros. Por los pasajeros supimos que la escuadra chilena había disparado algunos tiros en Iquique.
Permanecimos aguantados sobre la máquina, esperando que el Huáscar se pusiera en movimiento, hasta las 7.45 que habiéndolo verificado, comenzamos a navegar en demanda de la punta de Mejillones.
Al amanecer del sábado se avistó un buque mercante que venía del norte, se gobernó en demanda de él, hasta las seis de la mañana que se reconoció al Huáscar y cuatro buques mercantes; se aumentó el andar de la máquina y a las 7.45 ya estábamos al costado de uno de los buques, frente a Antofagasta. Se le mandó reconocer y resultó ser la fragata Adelaida Rojas con bandera nicaragüense, de propiedad de un señor Rojas, chileno, que venía de Coronel para Antofagasta con un cargamento de 1.700 toneladas de carbón. Como sus papeles fueran ilegítimos y tanto el buque como el cargamento de propiedad chileno, se le tomó como presa y se le mandó al Callao al mando del teniente 2º don Ramón Sánchez Carrión, que lleva como piloto al aspirante Escobar.
La tripulación de la Adelaida, que en su mayor parte era de chilenos, fue reemplazada, no quedando a bordo sino el capitán de nacionalidad inglesa, el cocinero y el sirviente de cámara.
Mientras nos ocupábamos del reconocimiento de la Adelaida el Huáscar reconocía a los otros buques frente a Punta de Jara. De ellos uno tenía bandera alemana y otro nicaragüense, cargado este último de madera.
Continuamos nuestro viaje y a las 4.45 se marcó Punta Encalada. El Huáscar hizo señales, indicando que nos dirigiéramos a la bahía de Chañaral.
El domingo al aclarar se avistó Pan de Azúcar y la punta N. de Chañaral, un vapor de dos chimeneas por el sur y un bergantín al O. del anterior, en cuya demanda nos pusimos a las 7.30 A.M.
A corta distancia del bergantín se izó el pabellón y fue un oficial a reconocerlo. Este era el Saucy Jack cargado de metales. Vino a bordo su capitán con los papeles y siendo estos también ilegales, se le tomó como presa, aunque tenía la bandera de Nicaragua, porque el buque y su cargamento eran de propiedad chilena, según se comprueba por los papeles y documentos que están a bordo.
Como en el Adelaida, se cambió de tripulación al Sancy Jack y fue mandado al Callao a cargo del teniente 2º don Julio Jiménez y del aspirante Revoredo.
Seguimos navegando cerca de la costa con proa al sur hasta la una y media que habiendo doblado la punta Cabeza de Vaca se cambió de rumbo poniendo la proa al puerto de Caldera.
Reconocida la bahía se vio en ella dos buques de vela mercantes y un vapor junto al muelle.
A las dos y media se paró la máquina situándonos dentro del puerto a 3.000 metros de la batería del muelle, a 600 de la del norte y a 400 de la del sur. Ya toda la tripulación estaba en sus puestos.
El Santa Rosa, que era el vapor que se hallaba dentro del puerto y que se alistaba para salir, al pasar por nuestra proa saludó al pabellón peruano que había sido izado afianzándolo con un cañonazo en blanco.
El comandante general mandó a bordo del Santa Rosa a un oficial para pedirle al capitán de aquella nave que recibiera a su bordo a los tripulantes chilenos de los dos buques que habíamos apresado. Este consintió en ello y los once tripulantes chilenos fueron transbordados al Santa Rosa que se dirigía a Valparaíso.
Tampoco en este puerto se veía flamear el pabellón chileno. Ni en los fuertes, ni en el vigía del puerto, ni en los edificios públicos había una sola bandera chilena. Sólo los cónsules extranjeros tenían izadas la de sus respectivas naciones, por ser día domingo.
Cuando todos esperábamos con impaciencia que la plaza fuerte de Caldera nos disparara sus cañones para romper nuestros fuegos, nos asombró ver la quietud de la población. No se distinguían sino a unas pocas personas asomadas a las puertas de sus casas. Vergüenza tendría otra nación que no fuera la chilena de que un buque de madera como la Unión se haya presentado dentro de un puerto fortificado, como Caldera, con artillería de grueso calibre y que no hayamos sido agredidos, pues a eso íbamos. Está pues visto, que los chilenos sólo tienen valor para atacar plazas indefensas, bombardear ferrocarriles con mujeres y niños y abalear náufragos. He allí los títulos con que en Chile se multiplican los héroes cobardes! Tres horas estuvimos dentro de ese puerto y sólo cuando nos retirábamos, cansados inútilmente de esperar el fuego de las baterías chilenas, se colocaron algunas banderas, no en los fuertes, sino en los techos de una que otra casa particular.

A nuestra salida de Caldera avistamos al Huáscar que regresaba de Chañaral, adonde había ido cuando nosotros nos dirigíamos a ese puerto, y en donde destruyó doce lanchas que había en la bahía. En convoy con el Huáscar regresamos nuevamente a Caldera y allí estuvimos dentro del puerto hasta las 7 de la noche. Inútil provocación! Si a la Unión sola no se atrevieron a dispararle sus cañones ¿cómo lo harían estando con el Huáscar? Viendo, pues, que los chilenos no nos rechazaban y permitían que tranquilamente diéramos vueltas dentro de su bahía, cuando nos tenían a menos de 400 metros de sus baterías, salimos del puerto; y una vez claros ya de él pusimos proa al sur.
Poco antes de las 8 de la mañana del lunes, gobernamos en demanda del puerto de Carrizal. A nuestra llegada encontramos fondeados cuatro buques de vela. No siendo la misión de los buques peruanos bombardear poblaciones indefensas, el comandante general, después de haber fondeado, mandó a tierra al teniente segundo La Torre Bueno para que notificara a la autoridad del puerto de que se iban a destruir las lanchas que se hallaban en la bahía y que si por parte de él o del pueblo se hacía algún acto de hostilidad, se vería precisado a hacer fuego sobre a población, como represalia. La autoridad contestó al parlamentario con tono y ademán franciscanos, que no se opondría la menor resistencia y que podíamos destruir todas las embarcaciones. Con tal respuesta se procedió inmediatamente a incendiar y barrenar 17 lanchas que servían para el embarque de las mercaderías de aquel puerto.


En este puerto, así como en Mejillones y Caldera, brillaban por su ausencia las banderas chilenas. A nuestra entrada a Carrizal, creyeron sin duda sus habitantes que los peruanos seguirían el ejemplo de su almirante Williams en Pisagua, Mollendo, Huanillos y Pabellón de Pica.
Cuán distinto modo de hacer la guerra! Los chilenos incendiando poblaciones indefensas y huyendo cobardemente de nuestros puertos fortificados, nosotros presentándonos en sus plazas artilladas a provocarlos al combate; los chilenos huyendo despavoridos a la vista de los buques peruanos y de sus embarcaciones siempre que se destacan a destruir sus elementos de comercio, nosotros rechazando heroicamente como en Pisagua y Mollendo a toda embarcación chilena que se aproximara a tiro de rifle; los chilenos esconden a vista del enemigo el pabellón de su patria, los peruanos ostentan en todas partes su glorioso bicolor aunque el enemigo esté a la distancia. A uno de los buques fondeados en ese puerto se transbordó a los marineros extranjeros de los dos buques que habíamos apresado y que se hallaban todavía a bordo. A la una y media de la tarde zarpamos de Carrizal con rumbo sur a la vista de la costa, y a las tres se divisó al Huáscar a la altura de Punta de Lobos que regresaba de destruir todas las embarcaciones del puerto de Huasco.

El martes al aclarar se distinguió al Huáscar que navegaba por nuestra amura de estribor cerca de tierra y un vapor por la amura de babor, en cuya persecución nos pusimos. A las seis, estando ya cerca de él, se afianzó el pabellón y se mandó a un oficial a su bordo para que lo reconociera: era un vapor de la Compañía Inglesa. A las siete continuamos nuestra derrota más pegados a tierra. A las 9.50, estando ya en Chañaral, observamos que el Huáscar reconocía a los buques fondeados dentro del puerto; uno de ellos cargado de metales fue tomado como presa y remitido al Callao; los otros eran neutrales y tenían sus papeles conformes.
A las 10.30 nos pusimos en movimiento y pronto llegamos a Pan de Azúcar, en donde se incendiaron cinco lanchas. A nuestra salida del puerto, el Huáscar, que remolcaba una lancha, hizo señales de "buques a la vista"; nosotros, que ya los habíamos avistado, pusimos proa a ellos para reconocerlos. Uno era alemán y los otros, reconocidos por el Huáscar, llevaban bandera neutral y como tuvieran sus papeles en regla, se les dejó continuar su derrota. Sin más ocurrencias pasamos el día.

A las 6.15 de la mañana del miércoles, frente a Antofagasta, se divisó un vapor por la proa. Inmediatamente gobernó en demanda de él.
Pronto comprendimos que el vapor avistado era enemigo, por las aguas en que navegaba y porque a nuestra vista se puso en precipitada fuga, dándole todo el andar a su máquina. A las seis y media se afianzó el pabellón con un cañonazo en blanco, que fue contestado con un tiro a bala del vapor.
Ya se había tocado zafarrancho de combate y todos estaban en sus puestos.
El vapor seguía navegando a toda fuerza y nosotros en su persecución. Como viera el comandante que el enemigo quería apegarse a la costa para escapar, se gobernó obligándolo a abrirse al oeste.
En un momento que presentó su costado de estribor, se le descargaron los cuatro primeros cañones de la batería de babor; pero a pesar de la buena dirección de los proyectiles, éstos no alcanzaron por la gran distancia a que nos encontrábamos.
Cambió de rumbo el vapor y seguía abierto al oeste en la misma dirección de nuestra proa. No se le podía, pues, hacer fuego con los cañones de las baterías, porque habría sido preciso guiñar y se perdía terreno en ese movimiento. Ya a tiro de cañón, el comandante general ordenó que se colocara el cañoncito de a 9 de desembarque en el castillo de proa. De allí el comandante Pérez disparó con bastante éxito algunos tiros, que se veían caer dentro del buque. Después de cuatro horas de incesante persecución y ya a 800 metros, comprendiendo el vapor que todo esfuerzo para escapar sería inútil, izó al tope de su palo mayor bandera blanca y paró su máquina.

El Huáscar, que venía pegado a la costa y a gran distancia disparó sobre el vapor uno de sus cañones de a 300, que cayó por nuestra proa como a 1.500 metros del enemigo. Avanzamos y una vez a su costado, el comandante general mandó a su ayudante, teniente La Torre Bueno, para que tomara posesión del buque a nombre del Perú, trajera al comandante y al pabellón chileno que estaba atado a una driza de popa.
Habíamos, pues, apresado al Rímac, de la Compañía Sudamericana, que estaba al servicio del Gobierno de Chile.
Este vapor salió de Valparaíso, el domingo a las 12 del día, con destino a Antofagasta, conduciendo al Regimiento Carabineros de Yungay fuerte de 240 plazas, al mando de su jefe don Manuel Bulnes. Este es un cuerpo de nueva creación, compuesto de gente escogida y con una oficialidad de lo más selecto de Santiago.
Además era conductor el Rímac de 215 caballos, 300 rifles de Comblain con 200 mil tiros, algunas carabinas Remington y sables de caballería, cajones de vestuarios para tropa, 400 toneladas de buen carbón inglés para los blindados, cajones de monturas y botas para soldados y una gran cantidad de víveres y pertrechos para la escuadra. Se calcula el valor de la presa en más de un millón de soles. Sólo el transporte le cuesta al Gobierno de Chile 75.000 libras esterlinas.
Cuando se rindió el Rímac, los soldados del regimiento, que estaban en un estado deplorable de embriaguez, arrojaron al agua sus armas y se complacieron en destrozar los espejos y muebles de la cámara.
Las averías del Rímac son de poca consideración; recibió los siguientes balazos: dos a popa, uno a dos pies fuera de la línea de agua al costado de estribor, el otro más alto y en el mamparo de popa del salón de cubierta y otro alto en el palo de popa que cortó el viento del pescante de estribor, tumbándolo sobre cubierta.

Desgracias personales no ha habido, sino un soldado muerto que fue atravesado de pecho a espalda por una bala de a 9, y dos heridos de poca gravedad. De aquí se mandó al médico y a los practicantes de medicina para que prestaran sus auxilios profesionales a los heridos.
El Rímac es un vapor nuevo, y tiene un andar de 13 a 14 millas y armado con cuatro de los antiguos cañones de a 32 de la Esmeralda.
Este vapor, como todos los transportes chilenos, está mandado por capitán y pilotos extranjeros y sólo llevan un comandante chileno para el caso de rendición.
Es preciso hacer constar que el Rímac no ha izado ninguna bandera y ahora se comprenderá por qué los chilenos se vanaglorian de que sus buques jamás arriarán el pabellón chileno. ¿Qué pabellón pueden arriar si piden misericordia ocultando el emblema nacional? Los chilenos navegan sin bandera como los piratas, y luego se jactan de valientes y fabrican héroes a millares.
Los prisioneros del Rímac que tenemos a bordo son los siguientes: comandante del vapor, capitán de fragata don Ignacio L. Gana; oficiales de vapor, oficiales: John Fusch, Richard Hampke, santiago Williams, contador don Justo P. Guzmán y don Javier Angulo, contador del Cochrane, y 56 individuos entre marineros y gente de máquina. El capitán del vapor M. Pedro Lanthrup y los maquinistas están a bordo del Huáscar, así como también el coronel Bulnes y sus ayudantes.

Cuando apresamos al Rímac se le iba a pasar el remolque; pero después se resolvió que mejor sería dotarlo de oficialidad y tripulación.
Al efecto se nombró comandante al capitán de fragata graduado D. M.M. Carvajal, cuatro oficiales, cuatro aspirantes y el número suficiente de maquinistas, fogoneros, marineros, etc. Este servicio se hizo entre el Huáscar y la Unión. Una vez expedito el Rímac, nos pusimos en movimiento con rumbo a este puerto.

La Pilcomayo con la tripulación en las jarcias saludó con vivas al Perú nuestra llegada. Se le contestó de la misma manera.
Una hora después se desembarcaban ya a todos los prisioneros y gran parte de la carga del Rímac. Entiendo que este vapor saldrá para el Callao y aprovecharé de ello para remitirles esta mal trazada correspondencia.

La tarea de dar cuenta del recibimiento que se nos ha hecho en este puerto, la dejo para mis ilustrados colegas, los corresponsales de tierra.
Acompaño a ustedes una copia de los partes oficiales pasados por el Comandante General señor García y García, y el del Comandante Portal, y la nota con que se remitió al director de la guerra el pabellón chileno tomado a bordo del Rímac.
Si el éxito de nuestra expedición ha satisfecho las aspiraciones del país, no es a mí a quien toca decirlo.
En estos momentos hacemos carbón.

Resultados de esta expedición:
Nuestra escuadrilla navegando libremente hasta cerca de Coquimbo, Choros, un valiosísimo transporte apresado, cuatro cañones de 32 de la antigua Esmeralda; un regimiento de caballería prisionero, con sus jefes, oficiales, caballada, equipo, menaje y caja militar; armamento Comblain y Winchester; forraje en abundancia; carbón, gran cantidad de fornituras, correajes completos, etc, útiles para ambulancia, muchos otros elementos militares, el contador del Cochrane, que llevaba el ajustamiento del blindado, y correspondencia.

Vale más que todo esto el efecto desorganizador de este golpe que va a desconcertar a las ya bastante desmoralizadas filas del enemigo.
Además cerca de ochenta lanchas destruidas, una fragata, un bergantín y una goleta apresados, cargados de carbón, metales y madera. Esos buques están en marcha al Callao.
Los puertos del Norte de Chile, aterrorizados


19 de julio 1919: La comisión para reorganizar el Centro Naval del Perú, convoca a Asamblea General para elegir la primera junta directiva. Es elegido el capitán de navío José M. Olivera. 




19 de julio 1954: En la tarde de este día lunes arriban a Ancón los submarinos BAP Lobo (2 de Mayo) y BAP Tiburón (Abtao), al mando del capitán de fragata Federico Salmón de la Jara. Previamente, se embarca en el puerto de Ancón el presidente de la República, general Manuel A. Odría.


19 de julio 1965: Se inaugura el nuevo puerto de Salaverry. 


19 de julio 1985: Con asistencia del presidente de las República y de los ministros de Marina y Educación, se inaugura el nuevo Liceo Naval “Almirante Guise”, sito en el distrito de San Borja. 


19 de julio 1985: El presidente de la República inaugura obras en la Base Naval del Callao: defensas ribereñas en el río Rímac, un conjunto de pañoles y una extensa y moderna red vial asfaltada y señalizada, que enlaza todas las dependencias de la Base.


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