lunes, 19 de febrero de 2018


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“Llegar a la Antártida fue como pisar la Luna”

Entrevistamos al almirante Jorge Brousset, encargado de dirigir la primera expedición peruana a la Antártida hace 30 años


Jorge Brousset

La sala Antártida del Museo Naval del Perú, en el Callao, mantiene un modelo a escala del buque Humboldt e informes de las expediciones. Ahí el almirante Jorge Brousset conversó con El Comercio. (Foto: Nancy Chappell/El Comercio)
Hace exactamente 30 años, el Perú hacía historia. Desde el Callao zarpaba la primera misión nacional a la Antártida a bordo del buque Humboldt. “Fue un sueño hecho realidad, un sueño atrevido”, resume el almirante Jorge Brousset, quien a sus 72 años no solo se puede jactar de haber dirigido esa expedición, sino también de haber nadado en las gélidas aguas del continente blanco.

—¿CÓMO NACIÓ LA IDEA DE ESTA TRAVESÍA?
En 1983 me embarqué como invitado en un pequeño navío chileno hacia la isla antártica Rey Jorge. Estuve unos dos meses y medio ahí y tomé conocimiento de un programa de investigación mundial que estaba vinculado al estudio de la abundancia de krill en ciertas zonas de la Antártida. El Perú, a través del Humboldt, construido en 1978, ya hacía este tipo de trabajo pero en anchovetas y éramos reconocidos por eso. Entonces, ¿por qué no participar de esta iniciativa?

—USÓ LA EXPEDICIÓN CHILENA PARA ARMAR LA PERUANA.
Con la misión chilena visité muchas bases en la Antártida, como la argentina o la china. Hice entrevistas y tuve conocimiento de las herramientas que empleaban los demás países para este tipo de exploraciones. Eso me fortaleció y me permitió hacer una proyección de lo que podíamos hacer.

—¿ERA LA PRIMERA VEZ QUE SE PRESENTABA ESTE TIPO DE PROYECTOS EN EL PAÍS?
La intención estaba desde los años 50. Eso motivó para que la Constitución del 79 recogiera ese espíritu del Perú sobre la Antártida. Ya estaban los cimientos, lo que hacía falta era ir a la acción.

—PERO EL HUMBOLDT NO HABÍA SIDO DISEÑADO PARA MISIONES POLARES.
Exacto. No fue diseñado para soportar el ambiente extremo de la Antártida. Es más, la Cooperación Alemana, que aportó el diseño, no estaba de acuerdo con exponer al Humboldt a esta misión. Pero al final los convencimos.

—¿CÓMO LO ADAPTARON?
Reforzamos con dos planchas dobles la línea de flotación, todo lo que va desde un metro encima del agua hasta casi dos metros debajo del agua, para que así soportara los hielos duros. También se agregó una especie de punta en la pala del timón para evitar que se atascara con el hielo. Además se duplicó la capacidad del buque, para albergar a 100 personas. 

—¿TANTAS PERSONAS PARA UNA MISIÓN?
No quisimos que solo fuera una misión de la Marina y del Instituto del Mar del Perú. Comprometimos al Ejército para que viera la parte de la estación científica en tierra; la Fuerza Aérea, encargada del área meteorológica; y a varias universidades. Les dimos la oportunidad a todos. Además, diseñamos una política nacional antártica, la primera, que le diera solidez y orientación hacia el futuro.

—¿HUBO INCONVENIENTES?
No avizoré que habría un problema de comunicación. La Marina tenía todo un sistema de comunicación para sus buques, pero solo nos daban dos horas para hablar con el exterior. En el Humboldt se hacían colas para poder hablar con los seres queridos, y no había suficiente tiempo. Hubo gente que entró en crisis. Menos mal los radioaficionados en tierra nos ayudaron a ampliar nuestra comunicación, lo que solucionó el problema.

—¿EL AMBIENTE HOSTIL DE LA ANTÁRTIDA LES JUGÓ UNA MALA PASADA?
Cuando navegamos rumbo a la base antártica argentina entramos a un mar de hielo, de témpanos sueltos. Fue una navegación de casi ocho horas. Cuando subí al puente y estábamos casi a la mitad del recorrido para entrar a la base, me entró una duda de haber decidido hacer esta misión. Todos los tripulantes alrededor de la borda se tomaban fotos. Dentro de mí decía: “No saben el peligro que estamos viviendo”. Un mal paso podía ser fatal.
“AL TERMINAR LA MISIÓN ME SENTÍ TAN SATISFECHO QUE ME QUEDÉ MIRANDO EL MAR DE LA ANTÁRTIDA Y ME TIRÉ A ÉL”.

—¿FUE MÁS PELIGROSO DE LO QUE PENSABA?
Cuando estábamos estudiando el krill a través de ecosondas vislumbré una mancha negra a lo lejos, parecía tierra. Bajamos la velocidad, a pesar de que ni las cartas ni el radar señalaban que había algo. Resultó ser una nube negra que al llegar al buque nos bloqueó la visión. Estuvimos 15 minutos sin poder vernos pero parecía una eternidad.

—PERO A PESAR DE ESO LA MISIÓN FUE UN ÉXITO.
Llegar a la Antártida fue como llegar a la Luna. No solo realizamos investigaciones oceanográficas y sobre el krill, escogimos dónde se establecería la base antártica del Perú. Es más, el presidente Alan García nos pidió como recuerdo que colocáramos una piedra de Machu Picchu en la zona. Fue una tarea de casi un día, desde las cuatro de la mañana. Al terminar me sentí tan satisfecho que me quedé mirando el mar y me tiré [risas].

—¡AL MAR DE LA ANTÁRTIDA!
Me pregunté qué pasaría si alguien de la tripulación se caía. Además, tenía la costumbre de nadar en lugares inusuales, tenía que hacerlo en la Antártida. No tuve frío, me invadió un calor que quemaba.
“EL HUMBOLDT TODAVÍA TIENE MUCHO QUE DAR. ES UNA HERRAMIENTA INDISPENSABLE PARA EL PERÚ”.

—EN EL 2016 SE ESTRENÓ EL NUEVO BUQUE ANTÁRTICO DEL PERÚ, EL CARRASCO. ¿QUÉ PASARÁ CON EL HUMBOLDT?
La misión principal del Humboldt es hacer investigación científica en el mar peruano. En el 2010 lo repotenciamos y le alargamos la vida unos 20 años más. El Humboldt todavía tiene mucho que dar. Es una herramienta indispensable para el Perú. 

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