Colaboración del C. de N. Edgardo Loret de Mola
Responsable de la edición: Rosario Yika Uribe
Fuente: Cinco
siglos del destino marítimo del Perú, de Esperanza Navarro Pantac:
Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú, 2016
Efemérides Navales de Hoy 12 de Febrero
12 de febrero 1542: Francisco de Orellana llega al río Amazonas. Gracias al relato de fray Gaspar de Carvajal sobre el ataque que sufrieron por parte de una tribu que ellos pensaron eran mujeres, es que se le da dicho nombre al río. (A continuación estoy incluyendo extractos del libro Descubrimiento del río de las Amazonas por el Capitán Francisco de Orellana, escrito en agosto de 1542 por Fray Gaspar de Carvajal. Todos los extractos se refieren a las Amazonas, habiendo resaltado en letra mas grande todo lo relacionado a ellas. Si bien los historiadores han dudado de la existencia de estas guerreras y piensan que Gaspar de Carvajal escribió lo que su imaginación le hizo creer, cada vez más partes de su relato se van comprobando, lo que hace muy probable que estas guerreras en realidad si existieron)
….Y, en este tiempo, los indios no dejaban de acudir y venir al capitán y traerle de comer muy largo y con tanto orden como si toda su vida hubieran servido. Y venían con sus joyas y patenas de oro y jamás el capitán consintió tomar nada, ni aún solamente mirarlo, porque los indios no entendiesen que lo teníamos en algo, y mientras más en esto nos descuidábamos, más oro se echaban a cuestas.
Aquí nos dieron noticia de las amazonas y de la riqueza que abajo hay, y el que la dio fue un indio llamado Aparia, viejo que decía haber estado en aquella tierra, y también nos dio noticia de otro señor que estaba apartado del río, metido en la tierra adentro, el cual decía poseer muy gran riqueza de oro. Este señor se llama Ira; nunca le vimos porque, como digo, se quedó desviado del rio…..
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…...Viendo el capitán el buen comedimiento del señor, le hizo un razonamiento dándole a entender cómo éramos cristianos y adorábamos un sólo Dios, el cual era creador de todas las cosas criadas, y que no éramos como ellos, que andaban errados adorando en piedras y bultos hechos, y sobre este caso les dijo otras muchas cosas, y también les dijo cómo éramos criados y vasallos del Emperador de los cristianos, gran rey de España, y se llamaba don Carlos nuestro señor, cuyo es el imperio de todas las Indias y otros muchos señoríos y reinos que hay en el mundo, y que por su mandado íbamos a aquella tierra, y que le íbamos a dar razón de lo que habíamos visto en ella. Y estaban muy atentos y con mucha atención escuchando lo que el capitán decía, y le dijeron que si íbamos a ver las amazonas, que en su lengua las llaman coniu puyara, que quieren decir grandes señoras, que mirásemos lo que hacíamos, que éramos pocos y ellas muchas, que nos matarían, que no estuviésemos en su tierra, que allí nos darían todo lo que hubiésemos menester. El capitán le dijo que no podían hacer otra cosa sino pasar de largo para dar razón a quien le enviaba, que era su rey y señor.
Y después que el capitán habló, y que parecía que los oyentes quedaban muy contentos, aquel principal señor pregun- tó que quien era aquel, y queriéndose mejor informar de lo que se le decía, por ver si el capitán discrepaba de lo dicho, el cual le respondió lo mesmo que le había dado a entender, y le dijo más: que éramos hijos del Sol y que íbamos a aquel río abajo, como ya le había dicho. Desto se espantaron mucho los indios, y mostraron mucha alegría, teniéndonos por santos o personas celestiales, porque ellos adoran y tienen por su dios al sol, que ellos llaman Chise. Luego dijeron al capitán que ellos eran suyos y que le querían servir, y que mirase de qué tenía necesidad él y sus compañeros, que él se lo daría muy de su voluntad. El capitán se lo agradeció mucho y mandó luego dar muchas cosas, y a los demás principales, y quedaron tan contentos que dende en adelante ninguna cosa el capitán les pedía que luego no se lo daban, y se levantaban todos en pie y dijeron al capitán que se aposentase en el pueblo, que ellos se lo dejarían desembarazado, y que se querían ir a sus casas y que cada día vendrían a traernos de comer…..
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……..El lunes adelante partimos de allí, pasando siempre por muy grandes poblaciones y provincias, proveyéndonos de comida lo mejor que podíamos, cuando nos faltaba. Este día tomamos puerto en un pueblo mediano, donde la gente nos esperó. En este pueblo estaba una plaza muy grande y, en medio de la plaza, estaba un tablón grande de diez pies en cuadro, figurado y labrado de relieves, una ciudad murada con su cerca y con una puerta. En esta puerta estaban dos torres muy altas de cabo con sus ventanas, y cada torre tenía una puerta frontera la una de la otra, y en cada puerta estaban dos columnas, y, toda esta obra ya dicha, estaba cargada sobre dos leones muy feroces, que miraban hacía tras como recatados el uno del otro, los cuales tenían en los brazos y uñas toda la obra, en medio de la cual había una plaza redonda; en medio desta plaza estaba un agujero por donde ofrecían y echaban chicha para el sol, que es el vino que ellos beben, y el sol es en quien ellos adoran y tienen por su dios.
En fin, el edificio era cosa mucho de ver, y el capitán, y todos nosotros espantados de tan gran cosa, preguntó a un indio, que aquí se tomó, qué era aquello o por qué memoria tenían aquello en la plaza, y el indio dijo que ellos eran sujetos y tributarios a las amazonas, y que no la servían de otra cosa sino de plumas de papagayos y de guacamayos para en [...] de los techos de las casas de sus adoraciones, y de los pueblos que ellas tenían era de aquella manera y que, por memoria, la tenían allí, y que adoraban en ella como en cosa que era insignias de su señora, que es la que manda toda la tierra de las dichas mujeres.
Hallose también en esta misma plaza una casa no muy pequeña dentro de la cual había muchas vestiduras de plumas de diversos colores, las cuales vestían los indios para celebrar sus fiestas y bailar cuando se querían regocijar delante deste tablón ya dicho, y allí ofrecían sus sacrificios con su determinada intención…..
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…..Jueves siguiente pasamos por otros pueblos medianos y no curamos de parar allí. Todos estos pueblos son estancias de pescadores de la tierra adentro. Desta manera íbamos caminando buscando un apacible asiento para festejar y regocijar la esta del bienaventurado San Juan Bautista, precursor de Cristo; y quiso Dios que, en doblando una punta que el río hacía, vimos en la costa adelante muchos y muy grandes pueblos que estaban blanqueando. Aquí dimos de golpe con la buena tierra y señorío de las amazonas.
Estos pueblos, ya dichos, estaban avisados y sabían de nuestra ida, de cuya causa nos salieron a recibir al camino por agua, no con buena intención y, como llegaron cerca del capitán, quisieron traellos de paz, y así los comenzó a hablar y llamar, pero ellos se rieron y hacían burla de nosotros e se nos acercaban y decían que anduviésemos, que allí abajo nos aguardaban, y que allí nos habían de tomar a todos y llevar a las amazonas.
El capitán, enojado de la soberbia de los indios, mandó que les tirasen con las ballestas y arcabuces porque pensasen y supiesen que teníamos con qué les ofender; y así se les hizo daño y dan la vuelta hacia el pueblo, a dar la nueva de lo que habían visto. Nosotros no dejamos de caminar cerca de los pueblos, y antes que allegásemos con más de media legua, había por la lengua del agua, a trecho, muchos escuadrones de indios, y como nosotros íbamos andando, ellos se iban juntando y acercando a sus poblaciones.
Estaba en medio deste pueblo muy gran copia de gente, hecho un buen escuadrón. El capitán mandó que fuesen los bergantines a zabordar donde estaba aquella gente; y así fue, en comenzándonos a llegar a tierra, los indios comienzan a defender su pueblo e nos echar, y como la gente era mucha parecía que llovían flechas. Pero nuestros arcabuceros y ballesteros no estaban ociosos, porque no hacían sino tirar y aunque mataban muchos no lo sentían porque, con todo el daño que se les hacía, andaban unos peleando y otros bailando.
Y aquí estuvimos a muy poco de nos perder todos, porque como había tantas flechas, nuestros compañeros tenían tanto que hacer en se amparar de ellas sin poder remar, de causa de lo cual nos hicieron daño, que antes que saltásemos en tierra nos hirieron a cinco, de los cuales yo fui el uno, que me dieron con una flecha por una ijada que me llegó al hueso y, si no fuera por los hábitos, allí me quedara.
Visto el peligro en que estábamos, comienza el capitán a animar y a dar priesa a los de los remos, que sabordasen. Y así, aunque con trabajo, llegamos a zabordar e nuestros compañeros se echaron al agua, que les daba a los pechos; aquí fue una muy gran y peligrosa batalla, porque los indios andaban mezclados con nuestros españoles, que se defendían tan animosamente que era cosa maravillosa de ver.
Andúbose en esta pelea más de una hora, que los indios no perdían ánimo, antes parecía que se les doblaba; aunque veían a muchos de los suyos muertos y pasaban por encima de ellos y no hacían sino retraerse y tornar a revolver.
Quiero que sepan cual fue la causa porque estos indios se defendían de tal manera. Han de saber que ellos son sujetos y tributarios a las amazonas y, sabida nuestra venida, vanles a pedir socorro, y vinieron hasta diez o doce, que éstas vimos nosotros, que andaban peleando delante de todos los indios como capitanas, y peleaban ellas tan animosamente que los indios no osaban volver las espaldas y, al que las volvía, delante de nosotros le mataban a palos. Y esta es la causa por donde los indios se defendían tanto.
Estas mujeres son muy blancas y altas, y tienen muy largo el cabello y entrenzado y revuelto a la cabeza y son muy membrudas y andan desnudas en cuero, tapadas sus vergüenzas, con sus arcos y flechas en las manos haciendo tanta guerra como diez indios, y en verdad que hubo mujer destas que metió un palmo de flecha por unos de los bergantines y otras qué menos, que parecían nuestros bergantines puerco espín.
Tornando a nuestro propósito y pelea, fue Nuestro Señor servido de dar fuerza y ánimo a mis compañeros, que mataron siete u ocho, que éstas vimos de las amazonas, a causa de lo cual los indios desmayaron y fueron vencidos y desbaratados con harto daño de sus personas. Y porque venía de los otros pueblos mucha gente de socorro y se habían de revolver porque ya se tornaban a pelear, mandó el capitán que a muy gran prisa se embarcase la gente, porque no quería poner a risco la vida de todos.
Y así se embarcaron porque ya los indios empezaban a pelear y más que, por el agua, venía mucha ota de canoas; y así hicimos a largo del río y dejamos la tierra…..
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…….En este asiento, el capitán tomó al indio que se había toma-do arriba, porque ya le entendía por un vocabulario que había hecho, y le preguntó que de dónde era natural. El indio dijo que de aquél pueblo donde le habían tomado; el capitán le dijo que cómo se llamaba el señor de la tierra, el indio le respondió que se llamaba Couynco y que era muy gran señor y que señoreaba hasta donde estábamos y, como dicho tengo, había 150 leguas. El capitán le preguntó qué mujeres eran aquellas que habían venido a les ayudar y darles guerra; el indio dijo que eran unas mujeres que regían la tierra adentro, a siete jornadas de la costa y, por ser este señor Cuynco sujeto a ellas, habían venido a guardar la costa. El capitán le preguntó si estas mujeres eran casadas; el indio dijo que no. El capitán le preguntó que de qué manera viven; el indio respondió que, como dicho tiene, estaban la tierra adentro y que él había estado muchas veces allá, y había visto su trato y vivienda y contó delante del capitán y de algunos de nosotros setenta ciudades, todas de cal y canto cerradas y de una a otra los caminos cercados de poner, a trechos por ellas puestas, guardas, porque no puede entrar nadie sin que pague derechos. El capitán le preguntó si estas mujeres parían, el indio dijo que sí. El capitán que cómo no siendo casadas, ni residía hombre entre ellas, se empreñaban, él dijo que estas indias participan con indios en tiempos y, cuando les viene aquella gana, juntan mucha copia de gente de guerra y van a dar guerra a un muy gran señor que reside y tiene su tierra junto a la destas mujeres, y por fuerza los traen a sus tierras y tienen consigo aquel tiempo que se les antoja y, después que se hallan preñadas les tornan a enviar a su tierra sin les hacer otro mal, y después, cuando viene el tiempo que han de parir, si paren hijo le matan y lo envían a sus padres y, si hija, la crian con muy gran solemnidad y la imponen en las cosas de la guerra.
Dijo más, que entre todas estas mujeres hay una señora que es subjeta y tiene todas las demás debajo de su mano y jurisdicción, la cual señora se llama Coñori. Dijo que hay muy grandísima riqueza de oro y de plata y que todas las señoras principales y de manera, no es otro su servicio sino oro o plata, y las demás mujeres plebeyas se sirven en vasijas de palo, excepto lo que llega al fuego, que es barro. Dijo que la cabecera y principal ciudad de donde reside la señora, hay cinco casas muy grandes que son adoratorios y casas dedicadas al sol, las cuales ellas llaman Ca- ranain, y estas casas por dentro están de suelo hasta medio estado en alto, planchadas [...] y los techos aforrados de pinturas de diversos colores y que en esta casa tienen muchos ídolos de oro y plata en figura de mujeres y mucha cantería de oro y de plata para el servicio del sol y andan vestidas de ropa de lana muy fina, porque en esta tierra hay muchas ovejas de las del Perú: su traje son unas mantas ceñidas desde los pechos hasta abajo, encima echadas y otras como manto abrochadas por delante con unos cordones; traen el cabello tendido en su tierra y puesta en la cabeza unas coronas de oro, tan anchas como dos dedos y aquellos sus colores.
Dijo más, que en esta tierra, según entendimos, hay camellos que los cargan, y dice que hay otros animales, cuales no supimos entender, que son del tamaño de un caballo y que tienen el pelo de un jeme y la pata hendida, y que los tienen atados y que de estos hay pocos. Dice que hay en esta tierra dos leguas de agua salada, de que ellas hacen sal. Dice que tienen una orden que, en poniéndose el sol, no ha de quedar indio macho en todas estas ciudades, que no salga afuera y se vayan a sus tierras; más dice, que muchas provincias de indios, a ellas comarcanas, los tienen ellas sujetos y los hacen tributar, y que les sirven, y otras hay con quien tienen guerra, y especial con la que ya dijimos, y los traen para tener que hacer con ellos; estos dicen que son muy grandes de cuerpo y blancos y mucha gente, y que todo lo que aquí ha desto dicho ha visto por muchas veces, como hombre que iba y venía cada día.
Y todo lo que este indio dijo y más, nos habían dicho a nosotros a 6 leguas de Quito, porque destas mujeres había allí muy gran noticia, y por las ver vienen muchos indios el río abajo mil y 400 leguas, y así nos decían arriba los indios que el que hubiese de bajar a la tierra destas mujeres había de ir muchacho y volver viejo. La tierra dice que es fría y que hay muy poca leña y muy abundosa de todas comidas; también dice otras muchas cosas, y que cada día va descubriendo más, porque es un indio de mucha razón y muy entendido, y así lo son todos los demás de la tierra, según lo habemos dicho.
12 de febrero 1580: Pedro Sarmiento de Gamboa toma posesión del estrecho de Magallanes en nombre de la corona española.
12 de febrero 1942: Se celebra el Cuarto Centenario del Descubrimiento del río Amazonas, fecha en que la expedición salida del Cusco llega al río Amazonas.
12 de febrero 1961: Se inaugura el monumento conmemorativo de la expedición peruana que saliendo del Cusco descubre el río Amazonas el 12 de febrero de 1542.
12 de febrero 1964: Se declara Día Amazónico, por Ley 14644 de 20 de agosto 1963, en conmemoración del descubrimiento del río Amazonas el año 1542.
(El relato a continuación ha sido tomado del sitio Aventuras y aventureros (https://sites.google.com/ site/aventurasyaventureros/)
GONZALO PIZARRO
Francisco Pizarro nació en la ciudad de Trujillo (Extremadura). Existen dudas acerca de la fecha exacta de su nacimiento. Pero se sabe que fue entre 1476 y 1473. Fue hijo natural del hidalgo Gonzalo Pizarro Rodríguez de Aguilar, llamado "El Largo", que participó en las campañas de Italia, bajo el mando de Gonzalo Fernández de Córdoba, y de Francisca González y Mateos, campesina y doncella de la tía de Gonzalo, Beatriz Pizarro. A la edad de 20 años se alistó en los tercios españoles que, a las órdenes de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, luchaban en las conocidas como campañas de Nápoles contra los franceses. En 1502, embarcó en la flota que llevaba a las Indias a Nicolás de Ovando, el nuevo gobernador de La Española. Hombre inquieto y de fuerte carácter, no logró adaptarse a la vida sedentaria del colonizador, razón por la que decidió participar en la expedición de Alonso de Ojeda que exploró América Central (1510) y luego en la de Vasco Núñez de Balboa que descubrió el océano Pacífico (1513). Entre 1519 y 1523, se instaló en la ciudad de Panamá, de la cual fue regidor, encomendero y alcalde, lo que le permitió enriquecerse. Conocedor de los rumores que hablaban de la existencia de grandes riquezas en el Imperio Inca, decidió unir la fortuna que había amasado con la de Diego de Almagro para financiar dos expediciones de conquista (1524-1525 y 1526-1528), que se saldaron con sendos fracasos. De regreso a Panamá en 1530, Pizarro preparó una nueva expedición de conquista, y en enero de 1531 embarcó con un contingente de 180 hombres y 37 caballos hacia Perú. Informado de la guerra que enfrentaba al emperador inca Atahualpa con su hermanastro Huáscar, el 16 de noviembre de 1532 el conquistador español se entrevistó en la ciudad de Cajamarca con Atahualpa y, tras exhortarle sin éxito a que abrazase el cristianismo y se sometiera a la autoridad de Carlos I, lo capturó en un sangriento ataque por sorpresa. Pizarro y Almagro se enemistaron por la posesión del Cuzco, y si bien primero unieron sus fuerzas para sofocar la rebelión indígena dirigida por Manco Cápac contra el dominio español (1536), acabaron por enfrentarse abiertamente en la batalla de las Salinas, en abril de 1538. Derrotado y prisionero, Almagro fue procesado, condenado a muerte y ejecutado por Hernando Pizarro, hermano del conquistador (8 de julio de 1538). La venganza de los partidarios de Almagro, liderados por su hijo, se produjo el 26 de junio de 1541, fecha en que Pizarro murió asesinado en su palacio de Lima, ciudad que él mismo había fundado a orillas del río Rímac.
FRANCISCO DE ORELLANA
Igual que Pizarro, también nació en Trujillo en 1511 sin que la casualidad tenga algo que ver, pues su abuela materna pertenecía a la familia Pizarro, de modo que tanto por su patria chica como por su linaje no le eran ajenos los aromas americanos. Eclipsado por nombres de la talla de Hernán Cortés o de su familiar Francisco Pizarro, Orellana protagonizó uno de los episodios más brillantes de la historia española en el Nuevo Mundo, siendo su vida un ejemplo de heroísmo y honestidad. Nada se sabe de su infancia, pero no hay duda de que desde niño quiso emular las gestas de sus paisanos, ya que en 1527, siendo sólo un chaval, se trasladó al Nuevo Mundo para integrarse en la reducida hueste de su pariente, Francisco Pizarro. Junto a él participó en la conquista del imperio de los incas, revelando ser un soldado hábil y sobre todo fogoso, tanto que en cierta ocasión pecó de temerario y perdió un ojo luchando contra los indios manabíes. Antes de cumplir los treinta años, Orellana había tomado parte en la colonización del Perú, había fundado la ciudad de Guayaquil y era, según los cronistas, inmensamente rico.
Al estallar la guerra civil entre Francisco Pizarro y Diego de Almagro, Orellana no dudó en decantarse a favor de su pariente. Organizó un pequeño ejército e intervino en la batalla de Las Salinas, donde Almagro fue derrotado. Luego se retiró a sus tierras ecuatorianas y desde 1538 fue gobernador de Santiago de Guayaquil y de la Nueva Villa de Puerto Viejo, etapa en la que se distinguió por su carácter emprendedor y por su generosidad.Además, hizo algo verdaderamente encomiable y singular: puesto que deseaba ligar su existencia a aquellos territorios, juzgó necesario aprender las lenguas indígenas y se dedicó concienzudamente a su estudio. Este afán, que le honra y distingue de sus rudos pares, iba a contribuir en gran medida a que alcanzase la ansiada gloria, como veremos más adelante. Aun cuando podía haber terminado sus días rodeado de paz y prosperidad, ni las riquezas ni el bienestar podían calmar su sed de aventuras y nuevos horizontes. Por este motivo, cuando supo que el gobernador de Quito, Gonzalo Pizarro, estaba organizando una expedición al legendario País de la Canela, Orellana no vaciló ni un momento y se ofreció a acompañarlo.
LA GRAN AVENTURA: La conquista del Amazonas
Francisco Pizarro autorizó a su hermano Gonzalo a efectuar la expedición tan pronto se hiciera cargo de la tenencia de gobernación de Quito. Gonzalo salió del Cuzco con Antonio de Rivera, Juan de Acosta, el padre dominico fray Gaspar de Carvajal, y el mercenario Gonzalo de Vera. También lo acompañaban los capitanes Juan de Alcántara, Cristóbal de Segovia y otros. Al pasar por San Miguel de Piura, Pizarro enganchó algunos soldados y siguió viaje a Quito, desde donde escribió al emperador su intención de conquistar El Dorado y en febrero de 1541 partió con 220 hombres, 900 animales, entre perros, cerdos, llamas, etc., y abastecimientos de toda clase. Como siempre, lo acompañaban gran cantidad de indios, que se calcula, pasaban de 4.000. Unos pocos días más tarde salió tras de Gonzalo, dándole alcance el capitán Francisco de Orellana. De primera intención los expedicionarios tuvieron que franquear las altas cumbres de los Andes. Los indios acostumbrados al clima benigno de los valles ecuatorianos no resistieron el fatigoso cruce de la cordillera, el intenso frío y las nieves perpetuas. Cuando al fin se logró transponer los Andes se encontraron con la selva virgen e impenetrable, con sus lluvias torrenciales y extrema humedad. Las ciénagas, las miríadas de insectos y la gran cantidad de ríos caudalosos, tornaron muy penoso el avance. No sólo murió la casi totalidad de los caballos, sino también la mayoría de los indios. Parecía un ejército de espectros, de hombres famélicos cubiertos con harapos, barbudos y desgreñados. Un recuento que se hizo, mostró que faltaba un gran número de españoles, y casi todos los cerdos, las llamas y los perros. Las armas se oxidaban por la extrema humedad y quedaban inutilizables. El calor y la lluvia descomponían las semillas y los víveres. Los trajes se enmohecían. Se tenían que tomar medidas extremas con la pólvora para evitar que se mojara. Los selvícolas, desde lugares que no podían precisar les arrojaban flechas, algunas envenenadas. Era como haber entrado en un mundo de alucinación y locura. Las provisiones se agotaron y el hambre hizo su aparición. No se podían enviar grupos para lograr provisiones porque retroceder o separarse equivalía a la muerte. Al fin los expedicionarios llegaron al río Coca, afluente del río Napo. Construyeron un pequeño barco capaz de hacer frente con éxito a las ligeras canoas indígenas atacantes. Los clavos los fabricaron fundiendo arneses de los caballos muertos. Navegaron por el río Coca y luego entraron al Napo cuyo curso siguieron hasta su confluencia con el Aguarico, punto que en la actualidad es un hito en la línea de límites con el Ecuador.
En este lugar los expedicionarios hicieron alto y levantaron un campamento. Algunos selvícolas dijeron a Gonzalo Pizarro que más adelante había poblaciones grandes con gran cantidad de víveres. Decide enviar a un grupo explorador eligiendo para tal tarea a Francisco de Orellana que parte en el pequeño navío con 57 hombres, el 26 de diciembre de 1541, es decir, al día siguiente de la Pascua. Se le entregó una buena cantidad de oro para que adquiriese víveres, y se estimó que en quince días podía estar de vuelta. Orellana agotó pronto los alimentos y la tropa tuvo que aprovechar hasta los cueros, sin poder hallar víveres. Por fin se encontró un poblado habitado por gente pacífica que les proporcionaron alimentos y construyeron en ese lugar llamado Aparia, un bergantín para lo cual demoraron 35 días. Tuvieron que forjar 2,000 clavos. El 24 de abril de 1542 se resolvió salir adelante.
Habían pasado ya 4 meses que había dejado a Gonzalo Pizarro. Algunos cronistas dicen (Garcilaso y Gómara entre otros) que Orellana procedió deslealmente al decidir actuar por su cuenta y dejar en abandono y esperando a Gonzalo, actitud que aseguran le fue reprochada por varios españoles de su expedición, entre ellos Hernán Sánchez de Vargas al cual castigó dejándolo abandonado. Otros historiadores expresan en cambio que le era ya imposible a Orellana retornar contra la corriente y que comisionó a tres españoles y varios indios para que regresaran al lugar donde estaba Pizarro y le informasen de la situación. De tales hombres no se volvió a tener noticia, la selva los devoró. Orellana llegó al Amazonas el 12 de mayo y encontró en ese lugar una gran cantidad de gente en actitud hostil. Los indios atacaron al bergantín y a la otra barca. Se produjo a bordo ardua lucha, mientras que en tierra Cristóbal de Segovia con sólo 12 hombres hace frente a varios cientos de atacantes. Veinte soldados resultaron heridos, pero lograron apropiarse de los víveres de los selvícolas. Al reemprender la navegación, un centenar de canoas tripuladas por fieros indígenas, los persiguieron un buen trecho.bEn el gran río, cuya anchura llenó de asombro a los españoles, la navegación fue rápida y llena de incidencias. En los primeros días de junio, ya estaban los expedicionarios frente a la desembocadura del río Negro, uno de los principales afluentes del Amazonas en Brasil.
El 22 de junio entraron a un pueblo habitado sólo por mujeres, altas y desnudas y al desembarcar en busca de víveres fueron atacados, trabándose un combate en el que murieron ocho mujeres y resultaron varios españoles heridos, entre otros el padre Carvajal, que perdió un ojo a causa de un flechazo. Al hacer este religioso la narración del viaje, denominó al lugar país de las Amazonas y fue así como nació la leyenda de las Amazonas.
Más adelante fueron atacados por gran cantidad de indios tripulando canoas que les lanzaron nubes de flechas envenenadas, a consecuencia de lo cual murieron Antonio Carranza y García de Soria. Por fin, el 26 de agosto de 1542 entraron al Atlántico. Como no tenían piloto ni brújula, navegaron a la vista de tierra hasta que lograron llegar a la isla Trinidad habitada por españoles. El padre Carvajal retornó al Perú y Orellana se dirigió a España a dar cuenta al rey de su descubrimiento, siendo muy bien recibido. El rey accedió a los pedidos de Orellana para intentar una nueva expedición, nombrándolo gobernador de los nuevos territorios a los que llamaría Nueva Andalucía. Partió Orellana de España con 400 hombres. Asombra el número pero es que en la península existía una verdadera fiebre por venir a América a hacer fortuna. A los reyes de España no les costaba nada conferir gobernaciones de territorios por conquistar, y hombres audaces y valerosos no titubeaban en lanzarse a empresas sin que al estado español, le costase nada, y más bien, año tras año, los hombres que venían al continente en afán de conquista, informaban a sus majestades de las nuevas tierras adquiridas con su espada para la corona. En la travesía murió un buen número de expedicionarios, pero al fin penetraron en la boca del gran río y avanzaron 100 leguas, pero enfrentaron muchos contratiempos y una gran cantidad de soldados enfermaron y murieron, lo que obligó a Orellana a retornar, y cuando estaba frente a la isla Margarita, también enfermó y murió.
Mientras tanto, Gonzalo Pizarro cansado de esperar, dispuso que Gonzalo Díaz de Pineda, avanzara en algunas canoas río abajo. Ahí fue cuando encontró abandonado a Hernán Sánchez de Vargas, con amargas quejas contra Orellana. Por él supo Gonzalo todo lo acontecido y considerando que con los recursos que tenía era imposible seguir adelante, resolvió retornar a Quito. Como Gonzalo Pizarro no sabía que ruta tomar, comisionó nuevamente a Díaz de Pineda para que con canoas surcase otra vez el Napo, pero río arriba con el fin de encontrar una mejor vía, pues el avance lo habían realizado por tierra y había sido muy penoso. La misión de Díaz de Pineda fue exitosa, por cuyo motivo se emprendió el regreso. Ya no disponían de caballos, ni de llamas, cerdos o perros. Tuvieron que sostener combates frecuentes con los selvícolas que desde las orillas los atacaban o les salían osadamente al encuentro en canoas. La fatiga y el hambre mató más hombres en el ya reducido grupo.
En junio de 1542, sólo nueve españoles hacían con Gonzalo su ingreso a Quito. Sus cuerpos cubiertos de harapos, enflaquecidos, macilentos pero siempre soberbios y con la mirada altanera desfilaron por las calles de la ciudad ante el pasmo de las gentes. Otra pequeña tropilla llegó después. En la cordillera y en la selva quedaban para siempre 140 españoles y 4,000 indios. El resto de expedicionarios se encontraba atravesando el Amazonas con Orellana. A despecho de sus deslealtades, de sus ambiciones y crueldades, no puede dejar de expresarse una gran admiración por esos hombres excepcionales, valientes hasta la temeridad, con voluntad de acero y con una decisión inquebrantable, para los que no había peligro que los hiciera retroceder, ni en su diccionario existía la palabra miedo.
Eso explica porque España pudo convertirse en esa época en la primera potencia del mundo. Parece sin embargo que esas virtudes no se conservaron con su vigor original, y que el disfrute de las riquezas y el haberse tornado sedentarios, mató el espíritu aventurero, la decisión y osadía que eran tan generales en los españoles del siglo XV y del siglo XVI. El temple de los conquistadores, sólo aparecería en las generaciones que le sucedieron, por excepción. Eso explica también la decadencia de España.
Las expediciones de Gonzalo Pizarro y de Francisco de Orellana, no fueron las únicas que salieron del Perú rumbo a la selva y al Amazonas. En 1549 cuando gobernaba el Perú don Pedro de la Gasca, salió de San Miguel de Piura el vecino de esa ciudad el capitán Diego Palomino, explorando la región del Chinchipe, alto Marañón y fundó la ciudad de Jaén de Bracamoros. Quince años más tarde de los hechos protagonizados por Pizarro y Orellana, salieron de Lima, pasaron por Cajamarca y llegaron al Amazonas, los expedicionarios que mandaba el capitán Pedro de Ursúa y que terminó Lope de Aguirre el Traidor.
Como se puede apreciar, San Miguel de Piura dio su aporte en la conquista del Amazonas, cuya única paternidad reclamaba el país vecino.
La conquista del Amazonas se inició por lo tanto en el Perú, por orden del gobernador del Perú, don Francisco Pizarro, con recursos logrados en ese país y cuando Quito era una dependencia de Nueva Castilla, con un teniente gobernador nombrado por el conquistador.
12 de febrero 1944: Arriban al Callao los caza-submarinos BAP CS-3 y BAP CS-4, que el gobierno de Estados Unidos ha entregado al Perú bajo la Ley de Préstamos y Arriendos.
12 de febrero 2013: La Marina incorpora dos hovercrafts Griffon 2000 TD, asignados a operaciones contra el narcoterrorismo en la zona del VRAEM. Son dos unidades anfibias construidas en el Reino Unido y ensambladas en el Perú. La ceremonia se realiza en Pucallpa ante la presencia del comandante general de Marina, almirante Carlos Tejada Mera.
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