Colaboración del C. de N. Edgardo Loret de Mola
Responsable de la edición: Rosario Yika Uribe
Fuente: Cinco
siglos del destino marítimo del Perú, de Esperanza Navarro Pantac:
Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú, 2016
Efemérides Navales de Hoy 01 de julio
1 de julio 1547: Desembarca en Tumbes el Pacificador Pedro La Gasca.
Pedro La Gasca: Un Caso Ejemplar de Ética y Honradez
El Licenciado Pedro de La Gasca fue nombrado Presidente de la Audiencia del Perú el 16 de febrero de 1546 con la difícil tarea de pacificar el Perú, que se hallaba en el más absoluto caos tras la sublevación de Gonzalo Pizarro, aceptando tras imponer una serie de condiciones: “No marcharía al Perú sin que el Emperador le diese poder llano y absoluto, como si fuera el César, para nombrar los cargos que vacaren, separar incluso al virrey, perdonar cualquier clase de delitos cometidos y que se cometieren hasta la rendición del Perú, no solo de oficio, sino contra instancia de parte. No quiero sueldo ni recompensa de especie alguna; con mis hábitos y mi breviario espero llevar a cabo la empresa que se me confía. No quiero más que mi sustento y el de mis acompañantes y pido que se nombre persona que reciba e invierta el dinero y así no se crea que me guía la codicia”.
Estas condiciones causaron admiración y asombro en el Consejo de Indias, y ante su insistencia para que alterara sus condiciones, el licenciado insinuó que renunciaría al cargo, además de escribir al Emperador su deseo de volver a España tan pronto como acometiese la misión encomendada: “Como tengo por cierto que no se pretende desterrarme de mi Patria, en cuanto consiga lo necesario para la pacificación del Perú, pido llevar licencia y aún esperar otra, para volverme a España”. Tras pasar dos días con su madre en Barco de Ávila para despedirse de ella, el 26 de mayo de 1546 embarcó en Sanlúcar de Barrameda acompañado de su hermano Juan y del caballero abulense Alonso de Alvarado, y el 27 de julio llegaba a Nombre de Dios (Panamá).
El recibimiento al desembarcar no fue, ni mucho menos, cordial. Sembrado de gritos, amenazas y burlas por su apariencia, la única respuesta del Licenciado fue mostrar buen semblante. Desde el primer momento comenzó a poner en práctica el plan que había elaborado: sosegar y pacificar a todos, e incluso conceder el perdón por los desórdenes cometidos al estar autorizado a ello. Su gran labor diplomática no tardó en mostrarse, ganando a su causa el general Pedro de Hinojosa y los demás jefes de la armada pizarrista, quienes fueron perdonados por su rebeldía y la promesa de nuevas encomiendas de indios. Más tarde se le unieron otros rebeldes pizarristas como Sebastián de Benalcázar, Pedro de Valdivia, el oidor Pedro Ramírez, el contador Juan de Cáceres y Lorenzo de Aldana. Por algo diría el Maestro de Campo Francisco de Carvajal “que las mañas y palabras del clérigo eran más de temer que las lanzas del Rey de Castilla”.
El mismo Gonzalo Pizarro intuía, a través de las ministras que intercambió por La Gasca y las noticias que de él tenía, que bajo la apariencia de hombre modesto se ocultaba un poder moral más fuerte que el de todos sus soldados cubiertos de acero, pues actuando silenciosamente frente a la opinión pública, minaba toda fuerza y poder, ratificado por el rebelde Juan de Acosta que llegó a decir “este cura del cayadillo es mucho más de temer que un ejército”. Además, el levantamiento del capitán Diego Centeno, que conquista Cuzco, supone otro frente para Pizarro, pero éste mantiene su empeño, y condena a muerte a La Gasca, Hinojosa y Aldama.
Al fracasar su intento de buscar una solución pacífica al conflicto de los rebeldes pizarristas, el presidente La Gasca no pierde un instante. Reúne y equipa sus tropas, colocándolas en los lugares más estratégicos para vencer a los rebeldes, y en abril de 1547 parte de Panamá con una flota de dieciocho navíos y unos dos mil soldados veteranos con buen armamento, desembarcando en el puerto de Manta (Ecuador), y continuando su marcha por los Andes, donde tienen que atravesar precipicios y nieve, hasta acampar en el valle de Xaquisaguana, donde le esperaba el ejército de Gonzalo Pizarro.
Antes de comenzar la batalla cerca de Cuzco, el 9 de abril de 1548, La Gasca ofrece nuevamente el perdón a los rebeldes para que depusieran las armas, pero no tiene prisa por comenzar la campaña: contaba con que parte de las fuerzas de pizarristas se pasaran a su bando, como así fue (desertaron el capitán Sebastián Garcilaso de la Vega y el oidor Diego Vásquez de Cepeda), y en recibir apoyos desde Guatemala, Popayán y Chile.
Prácticamente, no hubo batalla. Los efectivos rebeldes se fueron pasando al ejército realista y Gonzalo Pizarro, viéndose casi solo, preguntó a su lugarteniente Juan de Acosta: “¿Qué haremos?”, a lo que le contesta, furioso: “Arremeter al enemigo y morir como romanos”. Pero Pizarro, reconociendo su derrota, le replica: “Mejor es morir como cristianos” y adelantándose, entrega su espada a Juan de Berrio Villacencio, presentando su rendición. Al ser conducido ante el presidente La Gasca, le hizo una respetuosa inclinación, y éste le preguntó, con severidad, por qué había puesto al país en esta situación, levantándose en armas contra el Emperador, por qué había asesinado al Virrey Blasco Núñez Vela, usurpado el gobierno y rechazado las ofertas de perdón que le había ofrecido en repetidas ocasiones. Gonzalo Pizarro trató de justificarse vanamente, sin que ello convenciera al Presidente de la Audiencia del Perú.
La justicia aplicada a los rebeldes fue un ejemplo para todos, nombrándose un tribunal que aplicase la ley, y en el que Pedro La Gasca no quiso intervenir. Los cabecillas Gonzalo Pizarro y Francisco de Carvajal fueron sentenciados a muerte, y otros muchos fueron condenados a azotes, destierro, trabajo en galeras y confiscación de sus bienes.
Terminaba la guerra, el presidente se dedicó a gobernar. Realizó el Reparto de Guaynarima (16 de agosto de 1548), distribuyendo encomiendas entre los soldados, dejando a muchos insatisfechos. Sentó sobre bases firmes y permanentes la autoridad real, realizando un ordenamiento racional y económicamente la explotación de las minas, saneó la hacienda pública y organizó la contabilidad, aumentando la recaudación y aliviando el peso de los contribuyentes. Por todo ello fue aclamado en Lima como «Padre restaurador y pacificador del Perú».
Pedro de La Gasca consideró que su misión había terminado y consideró volverse a España. Su partida produjo gran estupor entre los indios, quienes llevaron a apreciarle y le mostraron su agradecimiento ofreciéndole gran cantidad de plata, que no aceptó. Los colones españoles, al despedirle en el navío (27 de enero de 1550), le llevaron como regalo 50.000 castellanos de oro. A ello, el presidente les dijo: «No lo acepto. He venido a pacificar el Perú y a servir al Rey y no quiero deshonrarme con un acto que empañaría mi pureza de conciencia y mis intenciones». Desde Nombre de Dios, partió hacia España el 24 de mayo de 1550, llegando a Sanlúcar el 14 de septiembre y desembarcando en Sevilla el 24, aclamado por la muchedumbre y depositando en la Casa de Contratación el Tesoro que traía consigo, llegando igual que se fue, con la misma sotana, brevario y cayado.
El Emperador Carlos V escribió a Pedro La Gasca desde Augusta (Alemania) en términos de mucho reconocimiento: «Y puede ser cierto que lo que se ofreciere, tenemos siempre memoria de vos como lo merecéis». Le ordenó que fuera a verle, como así lo establecía el Real Servicio, junto con gran cantidad de oro y plaza. También le recomendaba que antes de emprender el viaje fuese a Barco de Ávila a abrazar a su madre, con la que pasó casi un mes.
1 de julio 1930: El comandante de la División de Submarinos, capitán de navío Tomás M. Pizarro, declara inauguradas las labores de la Escuela de Submarinos para el personal superior y subalterno, que por su disposición y aprobada por el comandante general de la Escuadra, ha sido constituida a bordo del BAP Lima. El comandante Pizarro es también director de la Escuela.
Este egregio ciudadano nació en la ciudad de Chachapoyas (departamento de Amazonas) el 31 de diciembre de 1884. Su vocación por la marina de guerra fue tal, que en 1900 ingresó a la Escuela Naval del Perú, saliendo de guardia marina en diciembre de 1903. En mérito a haber terminado tan brillantemente sus estudios, el gobierno del Perú lo envió con acuerdo del gobierno de Su Majestad Católica, a perfeccionar sus conocimientos y adquirir la práctica marinera y militar en los buques de la Real Escuadra Española, con la muy honrosa distinción de «por haber concluido satisfactoriamente sus estudios en la Escuela Naval del Perú». Llegado a la península ibérica, y previo examen, embarcó en la corbeta «Nautilus» (buque escuela), como guardia marina de segunda clase efectuando sus cruceros de instrucción por los mares de América, África y el Mediterráneo. Después de haber rendido examen, embarcó en el crucero acorazado «Cardenal Cisneros», pasando por naufragio de este buque, al acorazado «Carlos V» y después al acorazado «Pelayo» como guardia marina de primera clase. Vuelve a rendir exámenes en la fragata «Asturias» y pasa con la clase de alférez de fragata a la escuela de aplicación a bordo del «Lepanto», en el arsenal de Cartagena.
En 1906, cuando el matrimonio de Su Majestad el rey don Alfonso con la princesa Victoria Eugenia de Batenberg, desembarcó y fue a Madrid y tomó parte en el desfile militar de Carabanchel. Su correcta e inteligente actuación en la escuadra española le valieron ser condecorado con las cruces de segunda clase de la orden del Mérito Naval y con la medalla del Puente de Sampayo.
Terminados sus estudios de instrucción en la escuadra española, después de cuatro años de práctica, regresó al Perú, embarcando en el crucero «Lima» y formó parte de la comisión hidrográfica destinada a levantar los planos y cartas de las islas de Chincha. Con motivo de la movilización ordenada contra la República de Bolivia el año de 1909, se le nombra y desembarca como oficial de la artillería de desembarco de la escuadra. En el año de 1910 comanda en el Oriente peruano el aviso «Iquitos» de la flotilla fluvial y hace toda la campaña contra la República del Ecuador en el río Napo, y en el año de 1911, contra la República de Colombia en los ríos Putumayo y Caquetá. De regreso a la capital de la República, presta sus servicios en los cruceros «Coronel Bolognesi» y «Comandante Aguirre», como oficial de la artillería y detall respectivamente, saliendo para Francia a cargo del personal que debía tripular este último buque y como encargado de guardia-marinas. De vuelta a la patria pasó al Estado Mayor y después embarca como segundo comandante del crucero «Coronel Bolognesi» y trasportes «Iquitos» y «Chalaco», realizando viajes a Inglaterra, costas de Chile, Patagonia, etc., hasta que se le nombra inspector general de artillería de la escuadra en el Estado Mayor General.
A sus indiscutibles méritos y gran confianza depositada en él, por el gobierno se le nombra comandante del crucero «Coronel Bolognesi» y toma parte como tal en los festejos del primer centenario del Perú (año de 1921). Con el mismo carácter de comandante es trasladado al crucero «Almirante Grau», donde presta sus servicios este distinguido jefe de la Marina de Guerra peruana. El gobierno del Perú lo ha condecorado con la medalla de segunda clase de la «Orden del Sol del Perú».
(Del libro "España en el Perú” de Esteban M. Càceres, 12 octubre de 1923 - Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes)
1 de julio 1955: La Escuela de Submarinos comienza a funcionar en su nuevo local en las instalaciones del Centro de Entrenamiento Naval, hoy CITEN. Es designado Instructor el capitán de fragata Manuel Fernández Castro.
1 de julio 1957: Se afirma el pabellón del submarino BAP Angamos, antes Atún.
IMARPE1 de julio 1964: Se crea el Instituto del Mar del Perú (IMARPE), que no sólo cumple con un rol preponderante en las ciencias del mar en el Perú, sino también en América del Sur.
1 de julio 1981: Se afirma el pabellón del destructor BAP Diez Canseco (DD-79), ex HNLMS Rotterdam (D 818).
1 de julio 1974: Se afirma el pabellón nacional del submarino BAP La Pedrera. (3)
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