martes, 23 de enero de 2018

EFEMÉRIDES MARÍTIMAS Y NAVALES

Colaboración del C. de N. Edgardo Loret de Mola
Responsable de la edición: Rosario Yika Uribe

Fuente: Cinco siglos del destino marítimo  del Perú, de Esperanza Navarro Pantac: Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú, 2016


Efemérides Navales de Hoy 23 de Enero


23 de enero 1826: El brigadier realista José Ramón Rodil entrega la Plaza del Callao. 

23 de enero 1850: Se expide el Decreto Reglamento de cuarentena para los buques mercantes que arriben al Callao. (La foto del puerto del Callao es de la Colección de Humberto Currarino)

23 de enero 1858: El vapor gobiernista peruano Tumbes, bajo el mando del comandante Ignacio Dueñas, detiene la barca norteamericana Dorcas C. Yeaton, bajo la sospecha de que estuviese fletado para llevar guano que ilícitamente comercian los facciosos de Vivanco en Pabellón de Pica. 
23 de enero 1922: La Ley N° 4466 declara institución de carácter nacional a la denominada “Pro-Marina” . (La foto que muestra una actividad de la LIGA NAVAL PERUANA es de la colección de Humberto Currarino)

LIGA NAVAL PERUANA; LIGA PATRÓTICA NAVAL Y ASOCIACIÓN NACIONAL PRO-MARINA DEL PERÚ

La Asociación Nacional Pro-Marina del Perú, fundada el 28 de agosto de 1909, nació en los difíciles días de la reconstrucción nacional, cuando aún no se solucionaba el problema de Tacna y Arica, y teníamos conflictos limítrofes con otros países vecinos. Su meta era convencer a los peruanos de la importancia de contar con una Armada vital en nuestra primera línea de defensa, cuando precisamente, por falta de ella, la guerra con Chile se había perdido, quedando sin embargo, el heroico sacrificio del "Caballero de los Mares" (Miguel Grau) y sus valientes hombres del Huáscar, en la memoria de todos los peruanos. Su fundación tuvo lugar en el antiguo local de la Sociedad de Ingenieros de Lima, ubicado en el Portal de Botoneros No. 167, en la Plaza Mayor de la capital, nació bajo el espíritu de "La Marina" como alma mater nacional y en su primer Estatuto, precisa que su objetivo será actuar para que el Perú se ponga de pie en favor de la Marina, de modo permanente. Fueron Ingenieros y Oficiales de la Marina, los fundadores de la Asociación, entre ellos: Teodoro Elmore, Federico Villarreal, Santiago Figueredo y otros. El primer lema que ellos acuñaron fue: "La asociación se lanza llena de entusiasmo a la obra, con la seguridad de que sus resultados grandes o pequeños serán siempre positivos". La Asociación Pro-Marina, denominada en aquella época Asociación Nacional en Pro de la Marina, fue declarada institución de carácter nacional por la ley No 4466 de 23 de enero de 1922, en el segundo gobierno del Presidente Augusto B. Leguía. El primer acuerdo al que se llegó fue el de contribuir decididamente en el incremento de fondos para la adquisición de un buque escuela, para la entonces renaciente Marina de Guerra. Habiendo recolectado fondos para este fin, los entrega a la Liga Patriótica Naval, institución fundada en 1907 en el Centro Naval, la misma que es heredera de la Liga Naval Peruana, fundada en Mollendo, por el entonces Capitán de Corbeta Juan Ernesto de Mora, cuando ejercía el cargo de Capitán de Puerto. Estos fondos se fueron incrementando bajo la responsabilidad de la Liga Patriótica Nacional, hasta que en enero de 1911 dicha institución se fusionó con Pro-Marina a fin de unificar esfuerzos a favor de la naciente Armada Nacional. El aporte económico del pueblo peruano se vio cristalizado con la adquisición de los famosos submarinos tipo "R", y con la contribución para la adquisición de los segundos cruceros "Almirante Grau" y "Coronel Bolognesi”.

PRIMERA ASAMBLEA DE LA ASOCIACION EN PRO DE LA MARINA (19 ENERO DE 1910) 
Después de tres meses y medio de labores preparatorias, se reunió en el local de la Sociedad de Ingenieros la 1ra Asamblea de la Asociación, compuesta de los patronos, socios activos y representantes de colectividades, quienes concurrieron con puntualidad militar. Se hallaban presentes, además del Comité organizador y sus adherentes, los tres Contralmirantes, el General Suárez, los Coroneles Várela y Moran, los Capitanes de Navío Asín, Ontaneda, Gárezon, Mora y otros más que no pudimos anotar, el Director de la Escuela Naval Sr. Saldías y otros muchos marinos, los señores Dancuart, Reynoso, Ríos (don Juan Esteban) y varios representantes a Congreso, más casi todos los delegados de las provincias, gran número de socios activos, algunos artesanos y considerable número de Ingenieros. El Sr. T. Elmore, Presidente del comité organizador, expresó el objeto y causal de la reunión, agregando algunos conceptos de orientación general, y el Secretario Sr. Velarde; leyó la memoria de los trabajos hechos, que damos más adelante, la cual fue muy aplaudida. Se vé, en efecto, por ese documento, que los iniciadores han planteado el problema, abarcando en toda su extensión la obra emprendida, con discreción y resolución. Se pasó, enseguida, a estudiar el proyecto de Estatutos a que ha sujetado sus procedimientos el Comité cesante. Se promovió una interesantísima discusión en la que tomaron parte los señores Puga, Yarlequé, Villavisencio, Reynoso, Masías, Escardó, Arguelles y otros caballeros. El Sr. Balta propuso que se discutiera el artículo que autoriza al Comité Ejecutivo a organizarse, sometiendo el resto de los Estatutos a la comisión propuesta por el Sr. Dr. Puga, sirviendo entretanto provisionalmente de norma a dicho Comité, como había servido a los organizadores, según lo propuesto por el Sr. Dr. Yarlequé; lo que fue aprobado por unanimidad. En consecuencia, se nombró la comisión compuesta del Contra-Almirante Villavisencio, General Suárez, y Dr. Mora para que informen sobre los Estatutos que han de regir las labores de la Asociación; debiendo reunirse la Asamblea en cuanto el dictamen quede expedito. En seguida se procedió a la elección del Comité Ejecutivo que ha de funcionar en 1910, resultando elegidos los señores siguientes: Sr. Dr. Anselmo Barreto Sr. Dr. E. Basadre Sr. Dr. Raymundo Morales Sr. Dr. L. de Mora Sr. Dr. J. Oyague y Soyer Sr. Dr. F. Villarreal Sr. Dr. Leopoldo Cortes Sr. G. Billinghurt Sr. D. Argüelles Sr. Manuel Juárez Sr. Contra-Almirante M. Carvajal Sr. Comandante J. de Mora Sr. Comandante P. Buenaño Sr. Comandante E. Caballero y Lastres Sr. Comandante J. Pimentel Sr. General B. Suárez Sr. Coronel E. Várela Sr. Coronel C. Morán Sr. Capitán A. Mosquera Sr. Ing. José Balta Sr. Ing. P. Paulet Sr. Ing. A. Miró-Quezada Sr. Ing. V. Pazos y Sacio Sr. Ing. J. Mendoza Sr. Ing. E. Larroza Sr. Ing. M. Denegrí Sr. Ing. Ernesto Gianella Sr. Ing. T. Elmore Sr. Ing. C. Velarde Los concurrentes se retiraron muy favorablemente impresionados respecto al rumbo dado a la gran obra emprendida. No había en el local decoración alguna: la llevaban todos en el corazón.




23 de enero 1928: La resolución que fija la planta del personal civil y subalterno de la Flotilla de Loreto, registra por primera vez el Apostadero de Itaya y la Base de Iquitos de Hidroaviación. 


23 de enero 1960: Primera promoción de alféreces de administración egresa de la Escuela Naval del Perú. 

23 de enero 1965: Misterioso submarino aparece en el puerto de Salaverry. De tipo transporte, al parecer modelo asiático, habría estado embarcando o desembarcando chinos. 

23 de enero 1985: Por decreto de alcaldía del Concejo Distrital de Tambo, La Mar (Ayacucho), se solicita al presidente del Comando Conjunto de las FF.AA. la permanencia por tiempo indefinido en Huamanguilla de la Infantería de Marina, para continuar la lucha antisubversiva. 

23 de enero 1993: Se establece el Fondo de Mantenimiento de la Marina. 



23 de enero 2006: En el puerto italiano de La Spezia se realiza la ceremonia de afirmado del pabellón nacional, bautizo e incorporación a la escuadra peruana de las fragatas BAP Bolognesi y BAP Quiñones. 

EFEMÉRIDES MARÍTIMAS Y NAVALES

Colaboración del C. de N. Edgardo Loret de Mola
Responsable de la edición: Rosario Yika Uribe

Fuente: Cinco siglos del destino marítimo  del Perú, de Esperanza Navarro Pantac: Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú, 2016


Efemérides Navales de Hoy 21 de Enero



22 de enero 1826: El brigadier realista José Ramón Rodil capitula en el Real Felipe del Callao. Se había negado a reconocer y acatar la Capitulación de Ayacucho (9 de diciembre de 1824), por lo que Bolívar ordena el bloqueo de la fortaleza por mar. (Abajo incluyo una de las mejores descripciones de Rodil y de lo que fue su obstinada defensa del Real Felipe, escrita en su inconfundible estilo por una de las mejores plumas de nuestra Patria: Ricardo Palma)


El fraile y la monja del Callao (Tradición Peruana de Ricardo Palma)

Escribo esta tradición para purgar un pecado gordo que contra la historia y la literatura cometí cuando muchacho.

Contaba diez y ocho años y hacía pinicos de escritor y de poeta. Mi sueño dorado era oír entre los aplausos de un público bonachón los destemplados gritos «¡el autor! ¡el autor!». A esa edad todo el monte antojábaseme orégano y cominillo, e imaginábame que con cuatro coplas mal zurcidas y una docena de articulejos peor hilvanados había puesto una pica en Flandes y otra en Jerez. Maldito si ni por el forro consultaba clásicos, ni si sabía por experiencia propia que los viejos pergaminos son criadero de polilla. Casi casi me habría atrevido a dar quince y raya al más entendido en materias literarias, siendo yo entonces uno de aquellos zopencos que, por comer pan en lugar de bellota, ponen al Quijote por las patas de los caballos, llamándolo libro disparatado y sin pies ni cabeza. ¿Por qué? Porque sí. Este porque sí será una razón de pie de banco, una razón de incuestionable y caprichosa brutalidad, convengo; pero es la razón que alegamos todos los hombres a falta de razón.

Como la ignorancia es atrevida, echeme a escribir para el teatro; y así Dios me perdone si cada uno de mis engendres dramáticos no fue puñalada de pícaro al buen sentido, a las musas y a la historia. Y sin embargo, hubo público bobalicón que llamara a la escena al asesino poeta y que, en vez de tirarle los bancos a la cabeza, le arrojara coronitas de laurel hechizo. Verdad es que por esos tiempos no era yo el único malaventurado que con fenomenales producciones desacreditaba el teatro nacional, ilustrado por las buenas comedias de Pardo y de Segura. Consuela ver que no es todo el sayal alforjas.

Titulábase uno de mis desatinos dramáticos Rodil, especie de alacrán de cuatro colas o actos, y ¡sandio de mí! fuí tan bruto que no sólo creí a mi hijo la octava maravilla, sino que ¡mal pecado! consentí en que un mi amigo, que no tenía mucho de lo de Salomón, lo hiciera poner en letras de molde. ¡Qué tinta y qué papel tan mal empleados!

Aquello no era drama ni piñón mondado. Versos ramplones, lirismo tonto, diálogo extravagante, argumento inverosímil, lances traídos a lazo, caracteres imposibles, la propiedad de la lengua tratada a puntapiés, la historia arreglada a mi antojo y... vamos, aquello era un mamarracho digno de un soberbio varapalo. A guisa, pues, de protesta contra tal paternidad escribo esta tradición, en la que, por lo menos, sabré guardar respetos a los fueros de la historia y la sombra de Rodil no tendrá derecho para querellarse de calumnia y dar de soplamocos a la mía cuando ambas se den un tropezón en el valle de Josafat.

«¡Basta de preámbulo y al hecho!», exclamó el presidente de un tribunal, interrumpiendo a un abogado que se andaba con perfiles y rodeos en un alegato sobre filiación o paternidad de un mamón. El letrado dijo entonces de corrido: «El hecho es un muchacho hecho: el que lo ha hecho niega el hecho: he aquí el hecho».

Con la batalla de Ayacucho quedó afianzada la independencia de Sud-América. Sin embargo, y como una morisqueta de la Providencia, España dominó por trece meses más en una área de media legua cuadrada. La traición del sargento Moyano, en febrero de 1824, había entregado a los realistas una plaza fuerte y bien guarnecida y municionada. El pabellón de Castilla flameaba en el Callao, y preciso es confesar que la obstinación de Rodil en defender este último baluarte de la monarquía rayó en heroica temeridad. El historiador Torrente, que llama a Rodil el nuevo Leonidas, dice que hizo demasiado por su gloria de soldado, Stévenson y aun García Camba convienen en que Rodil fue cruel hasta la barbarie, y que no necesitó mantener una resistencia tan desesperada para dejar su reputación bien puesta y a salvo el honor de las armas españolas.

Sin esperanzas de que llegasen en su socorro fuerzas de la península, ni de que en el país hubiese una reacción en favor del sistema colonial, viendo a sus compañeros desaparecer día a día, diezmados por el escorbuto y por las balas republicanas, no por eso desmayó un instante la indomable terquedad del castellano del Callao.

Mucho hemos investigado sobre el origen del nombre Callao que lleva el primer puerto de la república, y entre otras versiones, la más generalizada es la de que viene por la abundancia que hay en su playa del pequeño guijarro llamado por los marinos zahorra o callao.

A medida que pasan los años, la figura de Rodil toma proporciones legendarias. Más que hombre, parécenos ser fantástico que encarnaba una voluntad de bronce en un cuerpo de acero. Siempre en vigilia, jamás pudieron los suyos saber cuáles eran las horas que consagraba al reposo, y en el momento más inesperado se aparecía como fantasma en los baluartes y en la caserna de sus soldados. Ni la implacable peste que arrebató a seis mil de los moradores del Callao lo acometió un instante; pues Rodil había empleado el preservativo de hacerse abrir fuentes en los brazos.

Rodil era gallego y nacido en Santa María del Trovo. Alumno de la universidad de Santiago de Galicia, donde estudiaba jurisprudencia, abandonó los claustros junto con otros colegiales, y en 1808 sentó plaza en el batallón de cadetes literarios. En abril de 1817 llegó al Perú con el grado de primer ayudante del regimiento del Infante. Ascendido poco después a comandante, se le encomendó la formación del batallón Arequipa. Rodil se posesionó con los reclutas de la solitaria islita del Alacrán, frente a Arica, donde pasó meses disciplinándolos, hasta que Osorio lo condujo a Chile. Allí concurrió Rodil, mandando el cuerpo que había creado, a las batallas de Talca, Cancharayada y Maypú.

Regresó al Perú, tomando parte activa en la campaña contra los patriotas, y salió herido el 7 de julio de 1822 en el combate de Pucarán.

Al encargarse del gobierno político y militar del Callao en 1824 el brigadier D. José Ramón Rodil, hallábase condecorado con las cruces de Somorso, Espinosa de los Monteros, San Payo, Tumames, Medina del Campo, Tarifa, Pamplona y Cancharayada, cruces que atestiguaban las batallas en que había tenido la suerte de encontrarse entre los vencedores. Sitiado el Callao por las tropas de Bolívar, al mando del general Salom, y por la escuadra patriota, que disponía de 171 cañones, fue verdaderamente titánica la resistencia. La historia consigna la para Rodil decorosa capitulación de 23 de enero de 1826, en que el bravo jefe español, vestido de gran uniforme y con los honores de ordenanza, abandonó el castillo para embarcarse en la fragata de guerra inglesa Briton. El general La-Mar, que era, valiéndome de una feliz expresión del inca Garcilaso, un caballero muy caballero en todas sus cosas, tributó en esta ocasión justo homenaje al valor y la lealtad de Rodil, que desde el 1.º de marzo de 1824, en que reemplazó a Casariego en el mando del Callao, hasta enero de 1826 casi no pasó día sin combatir.

Rodil tuvo durante el sitio que desplegar una maravillosa actividad, una astucia sin límites y una energía incontestable para sofocar complots. En sólo un día fusiló treinta y seis conspiradores, acto de crueldad que lo rodeó de terrorífico y aun supersticioso respeto. Uno de los fusilados en esa ocasión fue Frasquito, muchacho andaluz muy popular por sus chistes y agudezas y que era el amanuense de Rodil. El general Canterac (que tan tristemente murió en 1835 al apaciguar en Madrid un motín de cuartel) fue comisionado por el virrey conde de los Andes para celebrar el tratado de Ayacucho, y en él se estipuló la inmediata entrega de los castillos. Al recibir Rodil la carta u oficio en que Canterac le transcribía el artículo de la capitulación concerniente al Callao, exclamó furioso: «¡Canario! Que capitulen ellos que se dejaron derrotar, y no yo. ¿Abogaderas conmigo? Mientras tenga pólvora y balas, no quiero dimes ni diretes con esos p... ícaros insurgentes».

Durante el sitio disparó sobre el campamento de Bellavista, ocupado por los patriotas, 79.553 balas de cañón, 451 bombas, 908 granadas, y 34.713 tiros de metralla, ocasionando a los sitiadores la muerte de siete Oficiales y ciento dos individuos de tropa, y seis oficiales y sesenta y dos soldados heridos. Los patriotas por su parte no anduvieron cortos en la respuesta, y lanzaron sobre las fortalezas 20.327 balas de cañón, 317 bombas e incalculable cantidad de metralla.

Al principiarse el sitio contaba Rodil en los castillos una guarnición de 2.800 soldados, y el día de la capitulación sólo tuvo 376 hombres en estado de manejar una arma. El resto había sucumbido al rigor de la peste y de las balas republicanas. En las calles del Callao, donde un año antes pasaban de 8.000 los asilados o partidarios del rey, apenas si llegaban a 700 almas las que presenciaron el desenlace del sitio. Según García Camba, fueron 6.000 las víctimas del escorbuto y 767 los que murieron combatiendo.

En los primeros meses del sitio Rodil expulsó de la plaza 2.389 personas. El gobierno de Lima resolvió no admitir más expulsados, y viose el feroz espectáculo de infelices mujeres que no podían pasar al campamento de Miranaves ni volver a la plaza, porque de ambas partes se las rechazaba a balazos. Las desventuradas se encontraban entre dos fuegos y sufriendo angustias imposibles de relatarse por pluma humana. He aquí lo que que sobre este punto dice Rodil en el curioso manifiesto que publicó en España, sin alcanzar ciertamente a disculpar un hecho ajeno de todo sentimiento de humanidad.

«Yo que necesitaba aminorar la población para suspender consumos que no podían reponerse, mandé que los que no pudieran subsistir con sus provisiones o industria saliesen del Callao. Esta orden fue cumplida con prudencia, con pausa y con buen éxito. La noticia de los primeros que emigraron fue animando a los que carecían de recursos para vivir en la población, y en cuatro meses me descargué de 2.389 bocas inútiles. Los enemigos, a la decimacuarta emigración de ellas entendieron que su conservación me sería nociva, y tentaron no admitirlas con esfuerzo inhumano. Yo las repelí decisivamente».

Inútil es hacer sobre estas líneas apreciaciones que están en la conciencia de todos los espíritus generosos. Si indigna hasta la barbarie y ajena del carácter compasivo de los peruanos fue la conducta del sitiador, no menos vituperable encontrará el juicio de la historia la conducta del gobernador de la plaza.

Rodil estaba resuelto a prolongar la resistencia; pero su coraje desmayó cuando en los primeros días de enero de 1826 se vio abandonado por su íntimo amigo el comandante Ponce de León, que se pasó a las filas patriotas, y por el comandante Riera, gobernador del castillo de San Rafael, quien entregó esta fortaleza a los republicanos. Ambos poseían el secreto de las minas que debían hacer explosión cuando los patriotas emprendiesen un asalto formal. Ellos conocían en sus menores detalles todo el plan de defensa imaginado por el impertérrito brigadier. La traición de sus amigos y tenientes había venido a hacer imposible la defensa.

El 11 de enero se dio principio a los tratados que terminaron con la capitulación del 23 honrosa para el vencido y magnánima para el vencedor.

Las banderas de los regimientos Infante, D. Carlos y Arequipa, cuerpos muy queridos para Rodil, le fueron concedidas para que se las llevase a España. De las nueve banderas españolas tomadas en el Callao, dispuso el general La-Mar que una se enviase al gobierno de Colombia, que cuatro se guardasen en la catedral de Lima, y las otras cuatro en el templo de Nuestra Señora de las Mercedes, patrona de las armas peruanas.

¿Se conservan tan preciosas reliquias? Ignoro, lector, el contenido de la pregunta.

Vuelto Rodil a su patria, lo trataron sus paisanos con especial distinción y fue el único de los que militaron en el Perú a quien no aplicaron el epíteto de ayacucho con que se bautizó en España a los amigos políticos de Espartero. Rodil figuró, y en altísima escala, en la guerra civil de cristinos y carlistas; y como no nos hemos propuesto escribir una biografía de este personaje, nos limitaremos a decir que obtuvo los cargos más importantes y honoríficos. Fue general en jefe del ejército que afianzó sobre las sienes de doña María de la Gloria la corona de Portugal. Tuvo después el mando del ejército que defendió los derechos de Isabel II al trono de España, aunque le asistió poca fortuna en las operaciones militares de esta lucha, que sólo terminó cuando Espartero eclipsó el prestigio de Rodil.

Fue virrey de Navarra, marqués de Rodil y sucesivamente capitán general de Extremadura, Valencia, Aragón y Castilla la Nueva, diputado a Cortes, ministro de la Guerra, presidente del Consejo de ministros, senador de la Alta Cámara, prócer del reino, caballero de collar y placa de la orden de la Torre y Espada, gran cruz de las de Isabel la Católica y Carlos III, y caballero con banda de las de San Fernando y San Hermenegildo. Entre él y Espartero existió siempre antagonismo político y aun personal, habiendo llegado a extremo tal, que en 1815, siendo ministro el duque de la Victoria, hizo juzgar a Rodil en consejo de guerra y lo exoneró de sus empleos, honores, títulos y condecoraciones. Al primer cambio de tortilla, a la caída de Espartero, el nuevo ministro amnistió a Rodil, devolviéndole su clase de capitán general y demás preeminencias.

El marqués de Rodil no volvió desde entonces a tornar parte activa en la política española y murió en 1861.

Espartero murió en enero de 1879, de más de ochenta años de edad.

Desalentados los que acompañaban a Rodil y convencidos de la esterilidad de esfuerzos y sacrificios, se echaron a conspirar contra su jefe. El presidente marqués de Torre-Tagle y su vicepresidente D. Diego Aliaga, los condes de San Juan de Lurigancho, de Castellón y de Fuente- González, y otros personajes de la nobleza colonial, habían muerto víctimas del escorbuto y de la disentería que se desarrollan en toda plaza mal abastecida. Los oficiales y tropa estaban sometidos a ración de carne de caballo, y sobrándoles el oro a los sitiados, pagaban a precios fabulosos un panecillo o una fruta. El marqués de Torre-Tagle, moribundo ya del escorbuto, consiguió tres limones ceutíes en cambio de otros tantos platillos de oro macizo, y llegó época en que se vendieron ratas como manjar delicioso.

Por otra parte, las cartas y proclamas de los patriotas penetraban misteriosamente en el Callao alentando a los conspiradores. Hoy descubría Rodil una conspiración, e inmediatamente, sin fórmulas ni proceso, mandaba fusilar a los comprometidos, y mañana tenía que repetir los castigos de la víspera. Encontrando muchas veces un traidor en aquel que más había alambicado antes su lealtad a la causa del rey, pasó Rodil por el martirio de desconfiar hasta del cuello de su camisa.

Las mujeres encerradas en el Callao eran las que más activamente conspiraban. Los soldados del general Salom llegaban de noche hasta ponerse a tiro de fusil y gritaban:

-A Lima, muchachas, que la patria engorda y da colores, -palabras que eran una apetitosa promesa para las pobres hijas de Eva, a quienes el hambre y la zozobra traían escuálidas y ojerosas.

A pesar de los frecuentes fusilamientos no desaparecía el germen de sedición, y vino día en que almas del otro mundo se metieron a revolucionarias. ¡No sabían las pobrecitas que D. Ramón Rodil era hombre para habérselas tiesas con el purgatorio entero!

Fue el caso que una mañana encontraron privados de sentido y echando espumarajos por la boca a dos centinelas de un bastión lienzo de muralla fronterizo a Bellavista. Eran los tales dos gallegos crudos, mozos de letras gordas y de poca sindéresis, tan brutos como valientes, capaces de derribar a un toro de una puñada en el testuz y de clavarle una bala en el hueso palomo al mismísimo gallo de la Pasión; pero los infelices eran hombres de su época, es decir, supersticiosos y fanáticos hasta dejarlo de sobra.

Vueltos en sí, declaró uno de ellos que a la hora en que Pedro negó al Maestro se lo apareció como vomitado por la tierra un franciscano con la capucha calada, y que con aquella. voz gangosa que diz que se estila en el otro barrio le preguntó: «¡Hermanito! ¿Pasó la monja?».

El otro soldado declaró, sobre poco más o menos, que a él se le había aparecido una mujer con hábito de monja clarisa y díchole: «¡Hermanito! ¿Pasó el fraile?».

Ambos añadieron que no estando acostumbrados a hablar con gente de la otra vida, se olvidaron de la consigna y de dar el quién vive, porque la carne se les volvió de gallina, se les erizó el cabello, se les atravesó la palabra en el galillo y cayeron redondos como troncos.

D. Ramón Rodil para curarlos de espantos les mandó aplicar carrera de baquetas.

El castellano del Real Felipe, que no tragaba ruedas de molino ni se asustaba con duendes ni demonios coronados, diose a cavilar en los fantasmas, y entre ceja y ceja se le encajó la idea de que aquello trascendía de a legua a embuchado revolucionario. Y tal maña diose y a tales expedientes recurrió, que ocho días después sacó en claro que fraile y monja no eran sino conspiradores de carne y hueso que se valían del disfraz para acercarse a la muralla y entablar por medio de una cuerda cambio de cartas con los patriotas.

Era la del alba, cuando Rodil en persona ponía bajo sombra en la casamata del castillo una docena de sospechosos y a la vez mandaba fusilar al fraile y a la monja, dándoles el hábito por mortaja.

Aunque a contar de ese día no han vuelto fantasmas a peregrinar o correr aventuras por las murallas del hoy casi destruido Real Felipe, no por eso el pueblo, dado siempre a lo sobrenatural y maravilloso, deja de creer a pie juntillas que el fraile y la monja vinieron al Callao en tren directo y desde el país de las calaveras, por solo el placer de dar un susto mayúsculo al par de tagarotes que hacían centinela en el bastión del castillo.




22 de enero 1999: El director general del Personal, contralmirante Rafael Calizaya Cresppi y la señora Ana Bianchi, representante de la Asociación Stella Maris, colocan la primera piedra de la nueva sede de la Dirección de Bienestar de la Marina. 
22 de enero 2007: Arriba al puerto del Callao la fragata misilera BAP Quiñones y es incorporada a la Comandancia General de Operaciones del Mar de Grau. Zarpó del puerto de La Spezia, el 20 de diciembre del 2006.

EFEMÉRIDES MARÍTIMAS Y NAVALES

Colaboración del C. de N. Edgardo Loret de Mola
Responsable de la edición: Rosario Yika Uribe

Fuente: Cinco siglos del destino marítimo  del Perú, de Esperanza Navarro Pantac: Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú, 2016


Efemérides Navales de Hoy 20 de Enero
21 de enero 1894: Inaugura sus actividades la Junta Patriótica, bajo la conducción de su presidente, el magistrado Santiago Figueredo, para recaudar las erogaciones populares para la compra de una nave de guerra. (Ambas notas, superior e inferior, son tomadas del Tomo 17 de la Historia de la República del Perú 1822-1933 de Jorge Basadre, editado por El Comercio)




21 de enero 1924: Se nombra jefe del Servicio de Aviación de la Marina al capitán de fragata Harold B. Grow, de la Misión Naval Americana. 




21 de enero 1924: La Ley 4903 concede a los Oficiales de Mar derecho a goces de retiro y a legar montepío, regulándoles para el efecto su jerarquía militar. 


21 de enero 2008: Se da por concluida la Campaña Antártica ANTAR XVIII. La expedición, jefaturada por el comandante de la Fuerza Aérea Carlos A. del Castillo Pinto, retorna por vía aérea, a bordo del avión Hércules L-100-20. 

EFEMÉRIDES MARÍTIMAS Y NAVALES

Colaboración del C. de N. Edgardo Loret de Mola
Responsable de la edición: Rosario Yika Uribe

Fuente: Cinco siglos del destino marítimo  del Perú, de Esperanza Navarro Pantac: Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú, 2016


Efemérides Navales de Hoy 20 de Enero


20 de enero 1531: Pizarro parte con sus hombres en un navío. El otro barco queda al mando de Cristóbal de Mena, con órdenes de largar velas a comienzos de febrero. 

La Conquista del Imperio Inca (Extracto de lo Publicado el 31 agosto, 2015 por laamericaespanyola)

Uno de los dos grandes imperios americanos de su tiempo, el Imperio Inca, se estaba desmoronando por la guerra civil que lo asolaba desde la muerte de Huayna Capac en 1527. Había dejado heredero a su hijo Huáscar, y a su hermanastro Atahualpa curaca o gobernador de Quito. El primero representaba a la clase sacerdotal (Hurin) de Cusco y el segundo a la militar (Hanan). Ambas estaban enfrentadas desde 1525. Atahualpa se sublevó contra Huascar y le declaró la guerra en 1530.

Francisco Pizarro González, líder indiscutible de la conquista del imperio  Inca, llegó a América  en 1502, en una gran armada al mando de Nicolás de Ovando. Tenía 24 años.  Pasó 15 años como militar en Centroamérica y conocía de primera mano las aventuras y desventuras de Cortés en México. Su hermanastro Hernando (por parte de padre) era primo segundo de Hernán Cortés. Llegó al Perú por tanto, con mucha experiencia de como trabajar para ganar una guerra como esta, antes incluso de haberla librado. Tenía una experiencia militar importante en la toma de nuevas tierras y ponía en práctica lo que ya sabía y había visto que funcionaba en otros territorios.

Después de dos complicadas expediciones exploratorias previas de Pizarro en 1524 y 1526, Carlos V dispuso la redacción de un convenio para la exploración y conquista del Perú, llamado Capitulación de Toledo. La firma, realizada el 26 de julio de 1529, le autorizaba para dicha conquista. Ante la ausencia de Carlos V, la Reina y emperatriz consorte Isabel de Portugal firmó el documento el 26 de julio de 1529. Por esta Capitulación, Pizarro obtuvo la autorización para conquistar el Perú, fundar ciudades, dentro de los límites de su gobernación que abarcaría una longitud de 200 leguas (1.100 Km) a lo largo de la costa sudamericana del Pacífico, a partir  del río Timbimpuela (Santiago) en el norte del Ecuador hasta Chincha, en la costa central del Perú. Se le dió el título de Adelantado, alguacil mayor, gobernador y capitán general del territorio adjudicado y un sueldo de 725.000 maravedíes por año.

Por la misma capitulación su socio Diego de Almagro ganó la jerarquía de hidalgo, fue nombrado gobernador de la fortaleza de Tumbes y se le concedió una renta de 300.000 maravedíes al año.

Pizarro obtuvo ayuda y muchos beneficios, principalmente para él, cosa que en el futuro le traería serias complicaciones con Almagro.  En su estancia en España, le dió tiempo para ir a Trujillo y convencer a sus hermanos y allegados para que lo acompañasen en la empresa. Sus acompañantes más relevantes fueron Francisco de Orellana, futuro descubridor del Amazonas, y su hermano Hernando.

A su vuelta, ya en América, Pizarro inició su tercer y definitivo viaje en Panamá el 20 de enero de 1531, partiendo en tres buques con 180 hombres y 37 caballos. Tocando como primer punto la bahía de San Mateo, desde donde continuaría su viaje por tierra a través Atacames, Concebí, Cojimies y Coaque. En  esta región fueron atacados por el mal de las verrugas (bartonealiasis por picadura de mosca), pereciendo 60 hombres. Salieron de esta insana comarca y pasaron por Puerto Viejo y Guancavilcas y aún se encontraban en este camino cuando el cacique Tumbalá los invitó a visitar su isla Puná, en la cual Pizarro terminará cerciorándose de que el Imperio de los Incas se debatía en una guerra civil.

El Imperio Inca se había formado solo 100 años años antes, cuando las etnias cuzqueñas impulsadas por su 9º monarca Yupanqui Pachacuti obtuvieron la victoria frente a la confederación de estados chancas en 1438. Se desplegaron desde su capital en Cusco para aplastar a los muchos pueblos indígenas de la región. Finalmente su hijo Tupac Inca Yupanqui, transformó su reino en un Imperio, alcanzando su máxima extensión, desde el norte en el río Ancasmayo (Colombia), hasta el sur en Bio-Bio (Chile) y el río Mule (Argentina). Su nieto Huayna Capac, mantuvo el inmenso Imperio, pero desde 1529, se estaba produciendo una sangrienta guerra civil en la que habían quedado aniquilados muchos pueblos y ciudades, e infinidad de gente había perdido la vida. Cuando Pizarro y sus hombres tomaron contacto con aquel Imperio, ya no quedaba tanto explendor, había sido destruido poco tiempo antes, después de la muerte de Huayna Capac. No sabían lo que realmente les aguardaba realmente en esa tierra, pero los incas no dejaban de observar cada uno de sus movimientos.

Una vez que fueron reforzados con 200 hombres de Hernando de Soto que había llegado de Panamá (Soto venía acompañado de su amante Juana Hernández, la única mujer de la comitiva), la expedición llegó a Tumbes en enero de 1532, un año después desde su partida. Al llegar a esta ciudad, Pizarro ordenó a Hernando de Soto que tomara preso al cacique Chilimasa en represalia porque los tumbesinos lo habían atacado. De Tumbes se trasladaron a Poechos donde su cacique Maizavilca obsequió a  Francisco Pizarro con uno de sus sobrinos, al que le llamaron Martinillo (futuro Martín Pizarro).

La guerra civil entre los incas se decantó finalmente por Atahualpa que derrotó a Huáscar en Quipaypan en abril de 1532. No por ello dejaba de estar enterado de la llegada de los españoles y era puntualmente informado de sus movimientos.

Estando ya en el valle de Chira, en el lugar llamado por los indios Tangarara, Pizarro fundó la primera ciudad española en Perú, con el nombre de San Miguel de Tangarara (actual Piura) el 15 de Agosto de 1532. Aquí construyeron un fuerte donde se quedaron 55  hombres a las órdenes del contador real Antonio Navarro.


20 de enero 1816: Buques corsarios argentinos, al mando de Guillermo Brown, incursionan en el puerto del Callao. 



20 de enero 1962: Se incorpora a la Marina de Guerra el BAP Unanue, ex ATA-174, para formar parte de la Flotilla de Auxiliares como buque de Investigaciones Oceanográficas a órdenes del Instituto de Investigaciones de los Recursos Marinos. 




20 de enero 1984: El presidente Fernando Belaunde Terry, quien ha dispuesto una expedición para intercomunicar la cuenca del Amazonas con la del Madre de Dios, aborda el BAP Stiglich, junto con el ministro de Marina vicealmirante Jorge Du Bois Gervasi y otras autoridades. Navega por el río Sepahua y a bordo de un helicóptero sobrevuela el Istmo de Fitzcarrald. Su proyecto es intercomunicar las cuencas fluviales de América del Sur: unir las cuencas de los ríos Plata en Argentina, y el Amazonas peruano, a través de nuestros ríos de la Amazonía, cruzando el Istmo de Fitzcarrald entre los tributarios del río Ucayali y el Madre de Dios, que continúa hacia Bolivia. 

20 de enero 1993: En el contexto de la IV Expedición Científica a la Antártida, la misión peruana instala el primer radar del tipo MST, de investigación de alta atmósfera. El rompehielos ARA Almirante Irízar brinda apoyo logístico a la Misión, la cual está al mando del teniente primero Ítalo Huertas Corvetto. El objetivo del radar es estudiar el comportamiento de los vientos y su relación con el agujero de ozono. 


EFEMÉRIDES MARÍTIMAS Y NAVALES

Colaboración del C. de N. Edgardo Loret de Mola
Responsable de la edición: Rosario Yika Uribe

Fuente: Cinco siglos del destino marítimo  del Perú, de Esperanza Navarro Pantac: Instituto de Estudios Histórico-Marítimos del Perú, 2016


Efemérides Navales de Hoy 19 de Enero


19 de enero 1829: Se produce la capitulación de la plaza de Guayaquil, dentro de las operaciones seguidas en la guerra contra la Gran Colombia. De gran importancia, pues asegura una base naval estratégicamente ubicada y un buen astillero.

La Ocupación de Guayaquil (Por Ernesto Linares publicado el 19 enero 2009 en Con Nuestro Perú: www.conuestroperu.com)

Durante la guerra que Bolívar le declaró al Perú, una de las victorias peruanas más importantes fue la ocupación de Guayaquil, cuya plaza se rindió a la Marina de Guerra del Perú después de un bloqueo de casi 3 meses. En los combates de Guayaquil había muerto el vicealmirante Guise el 24 de noviembre de 1828, pero el bloqueo de Guayaquil no aflojó y el puerto empezó a ser abandonado. 

El coronel colombiano Daniel O’Leary escribía: “Guayaquil es un desierto. No se ve en la calle una persona decente; sólo las familias de la viuda y de las Garaycoas están aquí” .

La escuadra peruana que bloqueaba Guayaquil se componía de 3 buques: la fragata Presidente, la corbeta Libertad y la goleta Peruviana. Todos estaban al mando del teniente 1° José Boterín, el marino más joven que se ha hecho cargo de la escuadra en la historia de la Marina de Guerra del Perú. Los colombianos contaban con la goleta Guayaquileña y los bergantines Adela y Potrillo. 

El 6 de diciembre de 1828, los colombianos pusieron a flote dos brulotes para hundir a los buques peruanos, utilizando dos pequeñas naves llamadas Serafín y Caupolicán. El resultado fue desastroso como lo escribió O’Leary: “Nuestros brulotes se convirtieron en burlotes. Pasé dos malas noches a bordo, pero sin objeto. Uno de los brulotes se fue a pique, los prácticos que debían conducirlos se echaron al agua aterrorizados, creyendo que el diablo se los iba a llevar”  

El 15 de diciembre Boterín envío una expedición al Morro con un oficial y 12 soldados para sorprender al Comandante Militar y 8 soldados, logrando que se subleve todo el pueblo a favor de Perú, formándose una montonera con 100 hombres armados sólo de lanzas.

Bolívar decidió reforzar la escuadra colombiana en Guayaquil, pero era muy tarde. El 6 de enero de 1829 le escribía a Paéz: “La fragata Colombia debe haber salido el 13 de diciembre de Cartagena para Puerto Cabello. Allí debe ser socorrida de todo lo necesario para un viaje de 6 meses y debe salir en convoy con un bergantín de guerra perfectamente equipado” .

Para el 11 de enero de 1829, la guarnición colombiana de Guayaquil se había reducido al batallón Ayacucho y dos compañías de artillería . Esto se debía a que la situación se complicaba en Guayaquil por la falta de víveres y por la invasión a territorio colombiano por el Ejército del Perú al mando del Presidente La Mar. Para esa época, la escuadra peruana fue reforzada por los siguientes buques: la corbeta Pichincha, el bergantín Congreso y la goleta Arequipeña, además contaba con 8 lanchas cañoneras.

El 15 de enero, Daule se subleva a favor de Perú. Los rebeldes Domingo Iglesias y el capitán Avellanet matan al Comandante Militar Luis Dávalos. Las fuerzas sutiles peruanas pasaron a situarse en las desembocaduras de los ríos Daule y Babahoyo.

Boterín intima el 13 de enero la rendición de Guayaquil a su Intendente, el general Illingworth, marino británico al servicio de Colombia. Este envía a Boterín dos parlamentarios: los coroneles Manuel Antonio de Luzurraga y a Juan Ignacio Pareja. El 19 de enero arribó a Guayaquil el capitán de navío Hipólito Bouchard en la fragata transporte Monteagudo mientras continúan las conversaciones en la goleta Arequipeña. Bouchard había sido nombrado como Comandante en Jefe de la escuadra peruana en reemplazo de Guise. Al final, la noche del 19 se acuerda un armisticio de 10 días, dentro del cual, si ninguna de las partes tenía noticia de una batalla entre los ejércitos de Colombia y Perú, las fuerzas colombianas abandonarían Guayaquil. El acuerdo fue ratificado el 20 de enero por Hipólito Bouchard y Juan Illingworth. Como no llegó ninguna noticia a la ciudad, Illingworth se retiró con sus fuerzas, conformadas por el batallón Ayacucho y parte del batallón Girardot, este último llegado en los últimos días, hacia el norte por la vía del Daule. 

Illingworth escribió en su parte al general Juan José Flores lo siguiente: “En tan críticas circunstancias; cortados todos los recursos, y la comunicación de los pueblos, sin poder rescatar ni un solo soldado por las continuas amenazas enemigas, temiendo la introducción de armas y de la oficialidad de la tercera División, me vi precisado a oír la última invitación del jefe enemigo, a fin de entrar en una transacción que me diese el tiempo necesario, bien para salvar esta guarnición, bien para disminuir los nuevos peligros que me rodeaban; y como cada hora se producían eventos que angustiaban más y más mi situación, no fue posible conseguir otras condiciones, que las que constan en el convenio que en copia tengo que acompañar a usted” 

La ocupación de Guayaquil por la Marina Peruana fue el golpe más rudo que recibió Colombia en esta guerra. Al respecto, Daniel O’Leary escribió lo siguiente: “La pérdida de Guayaquil nos ha acarreado grandes males; pero era una consecuencia natural de nuestra falta de marina en el Pacífico. Ahora no es tiempo de llorar las faltas que hemos cometido. Pensemos sólo en remediarlas. La posición geográfica del Perú desde un punto de vista militar, es tan superior a la nuestra, que sin exageración puedo decir que la derrota de su ejército le será menos perjudicial que la victoria a nosotros” .

Esta victoria peruana está olvidada, pero se debe saber que fue uno de los primeros triunfos en guerras internacionales que tuvo Perú y que los nombres de José Boterín, Manuel Sauri, Juan José Panizo, José María Salcedo, Francisco Forcelledo, Elcorrobarrutia y otros jóvenes marinos deben ser recordados en el futuro por su valeroso logro.







19 de enero 2007: El BAP Amazonas parte rumbo a la frontera fluvial del río Putumayo, para desarrollar durante cuatro meses la vigilancia, seguridad y control.